Huele a Dios
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otoño tiene un encanto especial, está lleno de una vivencia misteriosa y
escondida, pero que se hace presente por el olor. Dirás: “¡Qué cosa más rara!”
Pues
sí, en el otoño, de repente, un día notas que huele a Dios, y esto se repite
mientras dura esta estación del año. ¡Todavía te parecerá más raro esto que
digo!, pero yo soy testigo de ello y trataré de explicarlo.
Un
día, sin saber cuándo, parece que la naturaleza siente sueño y quiere dormirse.
Una brisa fresca, pero muy suave, hace amarillear las hojas de los árboles; las
flores se ajan, dejan de estar lozanas y es como si perdieran su aroma. Todas
las ramas se desnudan de su follaje y, en silencio, la savia que por todas
partes daba vida, se va hacia las raíces y allí, calladamente, quiere dormir. Y
todo lo que antes había sido engendrado por ella, la imita en este viaje “hacia
adentro”, a lo más profundo de su ser.
Es
muy bello ver que todo el paisaje cambia porque ha aparecido Alguien: el Señor,
que todo lo llena y quiere que la naturaleza entera, pero especialmente el
hombre, deje lo que es superfluo y haga un trabajo silencioso de pensar y
sentir lo que es importante y duradero.
El
sol del verano calienta a veces tanto la cabeza que no le deja a uno pensar;
pero, en otoño, los pasos de Cristo por nuestra vida nos hacen ver lo que no
vale y lo importante.
Por
eso digo que ahora, al atardecer, todo huele a Dios. Es el buen olor de Cristo,
el mismo que encontramos ante su Palabra, que, en esta época del año, notamos
como más viva y eficaz, más poderosa para transformarnos a todos en mujeres y
hombres de Dios. El otoño es la estación que nos habla de intimidad, y parece
que todo nos invita a dejarnos hacer por Él, sin oponer resistencias, igual que
la naturaleza…
¡Todo
esto es muy bonito, y da paz y alegría profunda, no ruidosa!, ¿no te parece?
Hoy
el reto del amor es que pares, al caer la tarde, y aspires el aroma de Dios,
que quiere llevarte más y más a su intimidad y diálogo silencioso con Él. Hoy
entra en tu interior y recibe el suave amor de Cristo que te inunda y te
transforma.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
