El Obispo de Roma subrayó
la importancia del signo de la cruz como un símbolo explícito de unidad entre
todas las celebraciones sacramentales
“Cuando
miramos la cruz o hacemos el signo de la cruz, estamos invitados a recordar los
sacrificios sufridos en unión al de Jesús y al estar cerca de cuantos llevan
hoy una cruz pesada sobre sus espaldas”, lo dijo el Papa Francisco a los
miembros de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia
Católica y la Iglesia Asiria de Oriente, a quienes recibió en audiencia, la
mañana del viernes 24 de noviembre, en el Vaticano.
En
su discurso, el Santo Padre recordó con alegría el cordial encuentro, de hace
un año atrás, con su Santidad Mar Gewargis III, que constituyó un paso más en
el camino de acrecentar la cercanía y la comunión entre ambas Iglesias.
“Encontrarnos hoy nos ofrece la oportunidad de mirar con gratitud el camino
realizado por la Comisión Mixta, establecida después de la firma histórica,
aquí en Roma en 1994, de la Declaración cristológica común. Confesada la misma
fe en el misterio de la Encarnación, la Comisión puso en programa dos fases:
una sobre la teología sacramental y otra sobre la constitución de la Iglesia”.
Refiriéndose
a la nueva Declaración común, el Obispo de Roma subrayó la importancia del
signo de la cruz como un símbolo explícito de unidad entre todas las
celebraciones sacramentales. “Cuando miramos la cruz o hacemos el signo de la
cruz, somos también invitados a recordarnos los sacrificios sufridos en unión
al de Jesús y al estar cerca de cuantos llevan hoy una cruz pesada sobre sus
espaldas. Incluso, la Iglesia Asiria de Oriente, junto a otras Iglesias y a
tantos hermanos y hermanas de la región, sufren persecuciones y son testigos de
violencias brutales, perpetradas en nombre de extremismos fundamentalistas”.
A
esta trágica situación, afirmó el Papa, se suma el drama del violento terremoto
que afecto Irak, tierra nativa de esta Iglesia; e Irán, donde se encuentran
desde hace tiempo sus comunidades, al igual que en Siria, en el Líbano y en
India. “Así, en particular en los periodos de mayor sufrimiento y privación, un
gran número de fieles han debido dejar sus propias tierras, emigrando a otros
países y acrecentando la comunidad de la diáspora, que tienen muchos desafíos
por afrontar. Entrando en algunas sociedades, por ejemplo, se encuentran dificultades
dadas por una no siempre fácil integración y una marcada secularización, que
pueden obstaculizar el cuidado de sus riquezas espirituales de sus propias
tradiciones y el mismo testimonio de fe”.
En
todo este contexto, señaló el Papa Francisco, el signo de la cruz puede
recordar que el Señor de la misericordia no abandona jamás a sus hermanos, sino
los acoge y sana sus heridas. “Haciendo el signo de la cruz, evocamos las
llagas de Cristo, esas llagas que la resurrección no han borrado, sino ha llenado
de luces. Así también las heridas de los cristianos, también aquellas abiertas,
cuando son atravesadas por la presencia de Jesús y de su amor, se hacen
luminosas, se convierten en signos de luz pascual en un mundo envuelto por las
tinieblas”.
Con
estos sentimientos, concluyó el Papa Francisco, quisiera invitarlos a continuar
caminando, confiando en la ayuda de tantos hermanos y hermanas que han dado la
vida siguiendo al Crucificado. “Ellos, en el cielo ya plenamente unidos, son
los maestros y los padres de nuestra comunión visible en la tierra. Por su
intercesión pido también al Señor que los cristianos de sus tierras puedan
obrar, en el paciente trabajo de reconstrucción después de tantas
devastaciones, en paz y en el pleno respeto de todos”.
Renato
Martínez – SpC
Radio
Vaticano