Un poco de preparación
puede servir de mucho
A
menudo resulta muy difícil encontrar la disposición mental adecuada antes de
entrar en misa. Las distracciones raptan nuestra mente y nuestra alma para
llevarla a miles de lugares diferentes y, antes de que nos demos cuenta, el
sacerdote ya está repartiendo la Sagrada Comunión y nosotros apenas nos hemos
dado cuenta de que estamos en la iglesia.
¿Qué
podemos hacer para calmar nuestra alma antes de la misa para poder entrar más
profundamente en la oración?
Una
costumbre tan antigua como sencilla y poderosa es decir una breve oración de
preparación. Puede decirse justo al llegar a la iglesia o en el camino en el
coche. Es sorprendente lo que una oración corta dicha desde el corazón puede
llegar a calmarnos y centrar nuestra atención en el misterio que está a punto
de suceder ante nuestros ojos.
Aquí
tenéis tres oraciones del gran tesoro de la Iglesia que te ayudarán a
tranquilizar tu alma y a abrirte a la misa de una nueva manera.
Acto de amor antes de la
comunión
Dios mío, te amo con todo
mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y sobre todas las cosas.
¡Señor!, te adoro y te
reconozco como mi Creador, Redentor y soberano Dueño.
Yo quisiera, Señor,
recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra
Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.
Oración de Santo Tomás de
Aquino
Aquí me llego,
todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de vuestro unigénito Hijo mi Señor
Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de
misericordias, como ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y
desvalido al Señor de los cielos y tierra.
Ruego, pues, a vuestra
infinita bondad y misericordia, tengáis por bien sanar mi enfermedad, limpiar
mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez,
para que así pueda yo recibir el Pan de los Angeles, al Rey de los Reyes, al
Señor de los señores, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y
devoción, con tal fe y tal pureza, y con tal propósito e intención, cual
conviene para la salud de mi alma.
Dame, Señor, que reciba
yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre, sino también la
virtud y gracia del sacramento ¡Oh benignísimo Dios!, concededme que albergue
yo en mi corazón de tal modo el Cuerpo de vuestro unigénito Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, Cuerpo adorable que tomó de la Virgen María, que merezca
incorporarme a su Cuerpo místico, y contarme como a uno de sus miembros.
¡Oh piadosísimo Padre!,
otorgadme que este unigénito Hijo vuestro, al cual deseo ahora recibir
encubierto y debajo del velo en esta vida, merezca yo verle para siempre,
descubierto y sin velo, en la otra. El cual con Vos vive y reina en unidad del
Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración de San Ambrosio
Señor mío Jesucristo, me
acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también lleno de
confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que
mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua.
Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a Ti,
fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en Ti, que has dado la
vida por salvarme, antes de que llegues como juez a pedirme cuentas.
Señor no me da vergüenza
descubrirte a Ti mis llagas. Me dan miedo mis pecados, cuyo número y magnitud
sólo Tú conoces; pero confío en tu infinita misericordia.
Señor mío Jesucristo, Rey
eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre
para morir por nosotros. Escúchame, pues espero en Ti. Ten compasión de mis
pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Te adoro, Señor, porque
diste tu vida en la Cruz y te ofreciste en ella como Redentor por todos los
hombres y especialmente por mi. Adoro Señor, la sangre preciosa que brotó de
tus heridas y ha purificado al mundo de sus pecados.
Mira, Señor, a este pobre
pecador, creado y redimido por Ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo
corregir sus consecuencias. Purifícame de todas mis maldades para que pueda
recibir menos indignamente tu sagrada comunión. Que tu Cuerpo y tu Sangre me
ayuden, Señor, a obtener de Ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de
mis culpas; me libren de mis malos pensamientos, renueven en mi los sentimientos
santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma
y cuerpo. Amén.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia