Un periodista converso
relata cómo las burlas de los compañeros católicos de la escuela le hicieron
odiar a la Iglesia
Cada
años miles de protestantes de distintas denominaciones pasan al catolicismo.
Incluso parroquias enteras con su pastor al frente ingresan en la Iglesia
Católicas. Muchos de ellos ingresan en ordinariatos en los que pueden conservar
parte de su liturgia y costumbres, gracias a las disposiciones que hicieron en
su momento San Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Uno
de estos miles es el joven Michael Davis, natural del estado de Massachusetts y
que tras un largo proceso, ha ingresado en uno de estos ordinariatos católicos
que tanto criticó y atacó en el pasado. Su rencor hacia el catolicismo
provenía ya de niño pero al final este año fue bautizado y recibió su primera
comunión.
Este
joven periodista relata este proceso de conversión al catolicismo en un
interesante artículo en el Catholic Herald, remontándose incluso a su
infancia, sin la cual no se entendería su situación actual.
Las burlas en su infancia
Su
infancia discurrió en Haverhill, una localidad al norte de Boston, donde la
mayoría de sus habitantes eran de origen italiano e irlandés, y por tanto
católicos. Él mismo iba también al colegio católico de los Sagrados Corazones.
“Me
hacían burlas sin descanso por ser gordo, aficionado a los libros y
presbiteriano”, cuenta. Tampoco guardaba muy buenos recuerdos del
sacerdote del colegio pues “un día, durante la educación religiosa, me utilizó
para demostrar el ‘adicional Ecclesiam nulla salus’ (fuera de la Iglesia no hay
salvación). No había cielo para mí”.
Más
tarde, en 2010, pasó a otro colegio católico sólo para varones, donde se hizo
amigo de devotos católicos. Uno de ellos era polaco y tenía vocación al
sacerdocio y le invitó a un grupo de rezo del Rosario. “Me gustaba, era un
calmante”.
Un
día ocurrió un hecho que le marcó sobremanera. “Mientras jugaba en el patío,
llamó mi madre y me dijo que mi abuelo había sufrido un derrame cerebral. Los
médicos no sabían si sobreviviría. Mi corazón se partió. Mi abuelo era mi
héroe. Estaba más unido a él que a nadie en el mundo”, recuerda.
Su carrera para ir en
brazos de la Virgen
Instintivamente,
cuenta Michael, “sin decir una palabra a mis amigos, corrí a la gruta de María
(…) Cuando llegué, me encontré agarrado a los píes de la Virgen. Pedí que
intercediera por mi abuelo. Si vivía prometía rezar un Rosario todos los días
durante una semana”. Finalmente, su abuelo sobrevivió.
Con
un dinero que le dieron sus abuelos por Navidad se compró su propio Rosario
pero no dijo nada a su familia pues era la típica familia WASP (White,
Anglo-Saxon and Protestant, es decir, blanco, anglosajón y protestante).
Su acercamiento paulatino
al catolicismo
En
2014, se enamoró de las obras del escritor TS Eliot, que se convirtió de adulto
al anglicanismo. “Devoré todo lo que había escrito, poesía, teatro, ensayos…”,
cuenta, y uno de sus profesores le recomendó la Iglesia episcopaliana del
Adviento de Boston. Pero a su vez se enamoró de la gran parroquia
anglo-católica de Boston.
El
siguiente paso en su proceso le llevó a Australia donde se trasladó a la
Universidad de Sidney. Allí conoció a Barry Spurr, experto sobre Eliot y
escritor de temas anglocatólicos. “Nos convertimos en amigos rápidamente y se
ofreció a patrocinar mi entrada formal en la Iglesia Anglicana”, asegura.
Su ataque al ordinariato
católico
Justo
en ese momento, Davis empezó a escribir en un blog y uno de sus primeros
artículos era un ataque frontal al ordinariato católico y un llamamiento a la
unidad anglo-católica bajo la sede de Canterbury.
Una
vez que acabó la carrera se empezó a dedicar al Periodismo y un amigo suyo
católico le convenció para visitar la comunidad del ordinariato católico de
Boston y acabó yendo aunque de mala gana.
La luz que se encendió en
su interior
Y
allí se encontraba, en el último banco. “Durante las visitas a las iglesias
católicas, siempre voy a recibir una bendición, más que nada por respeto al
cura. A medida que el sacerdote se acercaba, se encendió algo dentro de mí.
Era
una especie de sexto sentido, como lo que se siente en el aeropuerto cuando
llega un ser querido y le ves aparecer a través de las puertas: se puede sentir
antes de verlos. Esto es lo que sentía, de rodillas en el altar. Y de pronto me
golpeó: ese pedazo de pan vivo era el Dios vivo”, explica.
“El alma ganó”
Siguiendo
con su relato, Michael Davis prosigue que “apretando los ojos con fuerza agaché
la cabeza, pero podía sentirlo más y más. Todos mis músculos se tensaron, como
para evitar que mi alma salga del cuerpo. El cuerpo y el alma lucharon hasta
que el sacerdote se detuvo sobre mí y me bendijo en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Entonces, el alma ganó”.
“Al
entregarme a ese anhelo total y desesperado por la carne y sangre de Cristo,
todos mis músculos se relajaron”, asegura este joven estadounidense.
Su veneración a Santo
Tomás Moro
Pocos
meses después, Michael Davis estaba en la iglesia dispuesto a ser bautizado
como católico. “Era la Iglesia de Constantino, Carlomagno, Ricardo Corazón de
León…y ahora de Michael Davis”, relata, que además explica que en su nombre de
bautismo ha añadido el nombre de Tomás, por Santo Tomás Moro asegurando que
“espero ser buen sirviente de la reina, pero primero de Dios”.
La
comunión la define como algo indescriptible y tras la ceremonia tocaba ir a
visitar a la Virgen y abrazarse a ella, al igual que hizo siendo niño.
Religión en Libertad