Este jesuita filipino
salvó con su heroico gesto a niños minusválidos en escuela en Camboya y podría
ser declarado beato tras las nuevas normas de canonización por martirio del
papa Francisco
Richard
(Richie) Michael Fernando, jesuita, filipino, asesinado en 1996 en
Camboya, podría ser uno de los primeros ‘beatos’ tras las nuevas normas
aprobadas por el papa Francisco publicadas en la Carta Apostólica en forma de
Motu Proprio “maiorem hac dilectionem” sobre el ofrecimiento de la vida.
De
hecho, después de una “opinión favorable” y un “estudio cuidadoso”, la
Congregación para las Causas de los Santos”, bajo la firma del Papa estableció,
el 11
de julio de 2017: “El ofrecimiento de la vida es un nuevo caso
del iter de beatificación y canonización, distinto del caso
de martirio y de heroicidad de las virtudes”.
Para
volver al caso, Fernando (1970-1996) murió a 26 años, en Camboya mientras
estudiaba y completaba su formación como jesuita. Era profesor en una escuela
para jóvenes discapacitados, víctimas de minas antipersonales y enfermedades,
que la Compañía de Jesús gestiona.
La
tragedia inicia el 13 de octubre de 1996, después de una discusión, un
estudiante de 16 años es expulsado del centro.
El
joven guarda rencor y para vengarse regresa a la estructura con una granada el
17 de octubre. Lanzó el artefacto en un aula de 22 estudiantes y Fernando se
lanza encima de la bomba de mano para protegerlos de la explosión, incluso al
atacante que estimaba, y consideraba con mayor atención por ser un estudiante
conflictivo. La prensa local titulaba: “Jesuit died a hero” (Jesuita muere como
héroe).
Este
caso encaja con las nuevas disposiciones de canonización del Papa y por eso, el
sacerdote Antonio Moreno, Superior Provincial de los Jesuitas en Filipinas,
recibió el visto bueno de la Santa Sede para dar inicio al proceso que podría
conducir a la beatificación de Fernando.
En
un retiro espiritual, el joven maestrillo jesuita escribió que quería ser
recordado cuando muriera, no por su grandeza, logros, o talentos, sino por su
servicio y defensa de la verdad. Quería ser testigo de lo que es correcto
expresado en palabras y acciones. Es decir, ser un seguidor amado de Cristo.
Los
mártires, testigos de Jesús, han sido venerados desde los primeros días por la
comunidad cristiana. El primer mártir de la tradición fue Esteban, asesinado
por los líderes religiosos de Judea por dar testimonio de Jesús (Hechos 8, 2).
En
varias épocas, los mártires han sido percibidos como personas con una vida de
acercamiento completo al sacrificio por amor de Jesús.
“Es
cierto que el ofrecimiento heroico de la vida, sugerido y sostenido por
la caridad, expresa una imitación verdadera, completa y ejemplar de Cristo y,
por tanto, es merecedor de la admiración” de la comunidad de los fieles,
escribió el Papa Francisco para explicar su decisión.
En
fin, el ofrecimiento heroico de la vida y reconocidos por la Iglesia, se
reserva a los “que han aceptado voluntariamente el martirio de sangre o han
ejercido heroicamente las virtudes cristianas”.
Ary Waldir Ramos
Díaz
Fuente: Aleteia