¡Hace mucho calor!
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estos
meses de verano están siendo calurosísimos, las temperaturas suben y suben, y
el cuerpo se resiente y está afectado.
Se
oye mucho decir: "¡Qué calor!", y a veces nos quejamos entre nosotras
de este agobio y sequía de los campos.
Yo
pensaba en los países desérticos en los que, en kilómetros, no se ve nada verde
(y menos una gota de agua) y en las gentes que viven en estas latitudes, y no
un mes o dos, sino toda su vida…
Pero,
lo que más me ha ayudado para mi fe y para crecer en el amor a Jesús, es
mirarle a Él, que pudo haber nacido en un clima suave y benigno (¡en Canarias,
por ejemplo!) y eligió, sin embargo, una tierra muchas veces desértica y muy
calurosa.
Así,
la escena de Jesús con la samaritana nos habla de que Él llegó junto al pozo de
Jacob fatigado del camino, iba a pie, ¡y era mediodía!, cuando el sol está en
su cenit. Allí se sentó en el brocal del pozo, y esperó… Llegó al manantial,
pero no podía beber porque no tenía cubo para sacar agua y el pozo era hondo,
¡unos treinta metros de profundidad!
Jesús
se fatigaba, Jesús pasó calor muchos momentos de su vida, Jesús pasó también
sed de agua… Pero todas estas cosas Él las soportaba con amor y no se quejaba
ni a Dios ni a los hombres, sino que daba gracias por todo: “fuego y calor,
bendecid al Señor”, que canta el salmista…
Hoy
el reto del amor es que mires a Jesús y le des gracias porque las cosas son
así: ahora hace calor, después hará frío, etc. Él todo lo hace bien. Piensa
que, en tu acogida de esa molestia, hay un hermano o hermana, “una samaritana”,
que, en nuestra aceptación, suavidad y dulzura, puede recuperar o crecer en su
fe y en su amor a Jesús, hasta llevar también a otros a confesar a Cristo como
su Señor.
Te
invito a leer el pasaje del “encuentro con la samaritana”: Juan 4, 5-42.
¡Déjate encontrar por Cristo y bebe de su fuente para aliviar tu fatiga y tu
calor!
VIVE
DE CRISTO
