BRASIL; EL GRITO DE AYUDA DE LOS ÚLTIMOS

El padre Bartolomeo Giaccaria, salesiano, vive desde hace 60 años en estrecho contacto con los indígenas Xavante

El padre Bartolomeo Giaccaria
El padre Bartolomeo Giaccaria eligió estar de parte de los últimos. El religioso salesiano llegó a Brasil, a Campo Grande en el Estado de Mato Grosso, en noviembre de 1954. 

Dos años más tarde se encontró con los Bororo y después, en 1957, con un grupo de Xavante, una comunidad indígena que había tenido pocos contactos con el mundo exterior. 

Comenzó de esta manera su servicio con los salesianos entre los Xavante, trabajando en los campos y en la escuela.  

Bartolomeo se vio obligado a poner manos a la obra y a superar los esquemas europeos. «Fui formado —cuenta— con una mentalidad colonialista. Tuve que cambiar la dirección, apostando por el conocimiento recíproco y dando valor al diálogo. Mi manera de ver y de percibir a las personas, la sociedad y la naturaleza ha cambiado completamente : he comenzado a relativizar “nuestros valores”, que creía absolutos, y a aceptar y a tratar de comprender mejor los valores de este pueblo que nosotros llamamos primitivo. En contacto con personas tan diferentes de nuestra manera de pensar, aprendiendo su lengua y sus tradiciones culturales, me he dado cuenta de que no solo nosotros éramos civilizados y ellos salvajes». 

Su actividad misionera se extiende en 184 aldeas desperdigadas en tres diócesis (que abarcan un total de 4000 kilómetros cuadrados). Gracias al apoyo de la asociación Missioni Don Bosco, los salesianos han podido concentrar sus esfuerzos en la formación pastoral, en la salud y en la agricultura. Han traducido los Evangelios y los textos litúrgicos, pero «no importa si no conocen el significado del Jubileo, lo que es importante, más bien, es que sepan qué es la misericordia. Insistimos mucho en los elementos más familiares. Para introducir el Bautismo hemos tomado, por ejemplo, su ceremonia de iniciación, los cantos y danzas tradicionales, y el papel importante de los padrinos. No hay que quemar etapas». 

La vía maestra es estudiar al otro. «Cuando llegué, los Xavante eran profundamente desconfiados, pensaban que la salvación tenía que pasar por convertirse en “blancos”». Ahora saben que, antes de ser cristianos, «deben ser personas auténticas». 

A pesar de todos los progresos, todavía en la actualidad deben «luchar mucho para poder conservar los derechos que se les han reconocido: el territorio, la escuela diferente y la propia cultura». Sistemáticamente los grandes latifundistas «ocupan ilegalmente las tierras indígenas» y presionan al gobierno para que «reduzca los territorios indígenas. Los comerciantes se aprovechan de ellos y los engañan, llevándose a un precio ridículo las maderas preciosas». No nos encontramos frente a un vacío legal, puesto que las leyes en contra de la deforestación existen, pero simplemente «la codicia de los latifundistas» no tiene límites. 

Desgraciadamente, aquí «estamos muy lejos de las palabras que el Papa expresó en la “Laudato si’”. Hace tiempo, un ministro de agricultura explicó que “la tierra no es usada para producir comida, sino para producir dinero y capitales”. Estas son las claras directrices que animan a los grandes productores agrícolas. Les interesa limpiar el terreno de cualquier tipo de vegetación para crear extensiones inmensas de campos de soya o de pastos para el ganado». Es por ello que la lección de los indígenas es tan actual. Los Xavante consideran, efectivamente, que la tierra y la naturaleza son una madre que nutre a todos, por lo que debe ser respetada y venerada. Durante miles de años han sobrevivido en ambientes hostiles (para nosotros inhabitables) gracias a tradiciones que regulan la cosecha, la caza y la partición de los alimentos». 

El grito de ayuda de las comunidades indígenas corre el riesgo de quedar aislado en un país como Brasil que tiene demasiados problemas sobre la mesa. Debe «afrontar los graves problemas de la corrupción y la violencia». La legislación no es suficiente, urge un «cambio radical de mentalidad, una división de las riquezas más justa, mayor educación basada en fundamentos morales y éticos que ayude a percibir el valor de cada persona con todos sus derechos y sus deberes». Solo de esta manera los indígenas dejarán de estar relegados a los márgenes de la sociedad, solo de esta manera las enseñanzas de los indígenas encontrarán un terreno fértil. El crecimiento de toda una nación también pasa por el respeto hacia los últimos. 

LUCIANO ZANARDINI
ROMA

Fuente: Vatican Insider