Su discurso a la Curia en 2014 adaptado al mundo de
la empresa
Tomando como base el discurso
del Papa Francisco a la Curia Romana de 2014, el profesor de la
London Business School Gary Hamel ha adaptado este elenco al mundo de la
empresa, con el foco especialmente puesto en el empresario. El resultado,
publicado por la revista Harvard Business Review, es
esta lista de 15 enfermedades del líder:
1. La enfermedad de creerse
inmortal, inmune e indispensable, sin necesidad de un chequeo
regular. Un equipo de liderazgo que no es autocrítico y que no busca mejorar es
un cuerpo muerto. Una simple visita al cementerio nos podría ayudar, al ver los
nombres de tantas personas que se creían inmortales, inmunes e indispensables.
Es la enfermedad de los que se ven mandando sobre los demás, y no al servicio
de los demás. Es la patología del poder, y procede de un complejo de
superioridad, de un narcisismo que impide ver a los demás, especialmente a
aquellos más necesitados. El antídoto para esta plaga es la humildad, decir:
«No soy más que un servidor, solo he hecho mi trabajo».
2. La enfermedad del trabajo
excesivo. La encontramos en aquellos inmersos en el trabajo y
que no se conceden un respiro. Negarse el descanso necesario lleva al estrés y
a la agitación. El tiempo de reposo, para aquellos que ya han hecho su trabajo,
es necesario y obligatorio, y debería ser tomado en serio. Pasar el tiempo con
la familia y respetar los días libres y las vacaciones sirven para cargar las
baterías de nuevo.
3. La enfermedad de
la petrificación
mental y emocional. La podemos encontrar en líderes que tienen
un corazón de piedra y un cuello rígido, en aquellos que a lo largo de la
jornada pierden la serenidad y se esconden bajo una pila de papeles, y no son
personas de compasión. Es peligroso perder la sensibilidad que nos permite
llorar con los que lloran y alegrarnos con los que ríen. El tiempo pasa y nuestros
corazones se vuelven duros e incapaces de amar a aquellos alrededor de
nosotros. Ser un líder significa tener sentimientos de humildad y
desprendimiento, de desapego y generosidad.
4. La enfermedad de
una planificación
excesiva y funcionalismo. Cuando un jefe planifica todo hasta
el último detalle y cree que con un plan perfecto todo va a ir bien, entonces
se convierte en un contable nada más. Es preciso preparar bien las cosas, pero
sin caer en la tentación de intentar eliminar la espontaneidad y la capacidad
de sorpresa, que son siempre más flexibles que toda planificación humana.
Contraemos esta enfermedad porque es más fácil y cómodo instalarse en un modo
de pensar sedentario y cerrado a los cambios.
5. La enfermedad de
una pobre
coordinación. Una vez que el líder pierde el sentido de
comunidad, el entorno entero pierde su armonioso funcionamiento y equilibrio.
Entonces se convierte en una orquesta que solo produce ruido: sus miembros no
trabajan juntos y se pierde el espíritu de camaradería y de trabajo en equipo.
6. La enfermedad del Alzheimer
del jefe. Consiste en perder la memoria de aquellos que
nutrieron, dirigieron y nos apoyaron en nuestro viaje. La vemos en aquellos que
han olvidado sus encuentros con los grandes líderes que los inspiraron; en
aquellos que están completamente atrapados en el momento presente, en sus
pasiones, caprichos y obsesiones; en aquellos que construyen muros y rutinas a
su alrededor, y que cada vez se convierten en más y más esclavos de los ídolos
que han construido con sus propias manos.
7. La enfermedad de
la esquizofrenia
existencial. Es la enfermedad de aquellos que llevan una doble
vida, fruto de esa hipocresía típica de la mediocridad y del vacío emocional
que ningún título y ningún logro pueden llenar. Es una enfermedad que afecta a
menudo a aquellos que no están en contacto habitual con sus clientes ni con sus
empleados, y que les aísla en tareas de despacho perdiendo contacto con la
realidad y con las personas concretas.
8. La enfermedad de
la rivalidad
y la vanagloria. Cuando las apariencias, los beneficios y
nuestros títulos se convierten en nuestro primer objetivo vital, olvidamos
nuestro deber fundamental como líderes: «No hagáis nada por egoísmo o por
presunción, sino en todo estimad a los demás por encima de vosotros». Un líder
debe mirar no solo por su propio interés, sino también por el interés de los
otros.
9. La enfermedad del cotilleo,
la queja y la murmuración. Se trata de una grave enfermedad que
comienza sencillamente, quizás incluso con una pequeña charla, y que toma
posesión de una persona, haciéndole convertirse en un sembrador de malas
hierbas, y en muchos casos, en un asesino a sangre fría del buen nombre de los
compañeros. Es la enfermedad de las personas cobardes que no tienen el valor de
hablar a la cara, sino que hablan a espaldas de los demás. ¡Guardémonos del
terrorismo de los chismes!
10. La enfermedad de idealizar
a los superiores. Es la enfermedad de los que agasajan al jefe
con la esperanza de ganar su favor. Son víctimas del carrerismo y del
oportunismo. Honran más a las personas que a la misión de la organización.
Piensan más en lo que pueden conseguir que en lo que deberían dar; personas de
mente corta, infelices y a menudo inspiradas únicamente por su letal egoísmo.
Los líderes pueden verse afectados por esta plaga cuando tratan de obtener la
sumisión, lealtad y dependencia psicológica de sus subordinados, con el
resultado final de una insana complicidad.
11. La enfermedad de la
indiferencia hacia los demás. Sucede donde el líder solo piensa
en sí mismo, y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas
genuinas. Esto pasa de muchas maneras: cuando la persona más competente no pone
sus conocimientos al servicio de otros compañeros con menos destrezas, cuando
sabes algo y te lo quedas para ti mismo en lugar de compartirlo de manera
provechosa con los demás, cuando llevado por los celos te alegras de los
fracasos de los demás en lugar de ayudarles y darles ánimos.
12. La enfermedad de la
«cara larga». Se puede observar en aquellas personas sombrías y
austeras que creen que ser serios significa mostrar una cara de melancolía y
severidad, y tratan a los demás –especialmente a sus subordinados– con rigor,
brusquedad y arrogancia. De hecho, mostrar severidad y un estéril pesimismo es
frecuentemente síntoma de miedo e inseguridad. Un líder debe esforzarse en ser
cortés, sereno, entusiasta y alegre, una persona que transmite alegría allá
donde va. Un líder no debería perder nunca ese espíritu alegre y lleno de humor
que hace a la gente amable incluso en situaciones difíciles. ¡Qué beneficiosa
es una buena dosis de humor!
13. La enfermedad de la
codicia. Esto ocurre cuando un líder trata de rellenar su vacío
existencial acumulando bienes materiales, no porque los necesite, sino para
sentirse seguro. El hecho es que no podremos llevarnos ninguno de estos bienes
con nosotros cuando dejemos este mundo, porque «la mortaja no tiene bolsillos»
y nuestros tesoros no podrán nunca rellenar ese vacío; al contrario, lo harán
cada vez más profundo y al mismo tiempo exigente. Acumular cosas es solo una
carga y ralentiza inexorablemente nuestro camino.
14. La enfermedad de los
círculos cerrados, en la que pertenecer a una camarilla es más
fuerte que nuestra identidad compartida. Esta enfermedad también empieza con
una buena intención, pero con el paso del tiempo esclaviza a sus miembros y se
convierte en un cáncer que amenaza la armonía de la organización y causa mucho
daño, especialmente a quienes consideramos apartados. Este “fuego amigo” de
nuestros compañeros es un gran peligro, es un daño que golpea desde dentro. Como
dice la Biblia, «todo reino dividido contra sí mismo no subsistirá».
15. La enfermedad de la
extravagancia y la auto-exhibición. Esto pasa cuando un líder
convierte el servicio en poder, y usa ese poder para una ganancia material, o
para adquirir más poder todavía. Es la persona que acumula poder
insaciablemente, difamando y desacreditando a otros, que muestra constantemente
que es más capaz que los otros. Esta enfermedad es muy dañina porque leva a la
gente a justificar cualquier cosa para lograr un objetivo, a menudo en nombre
de la justicia o de la transparencia. Como aquel líder que solía llamar a los
periodistas para contar e inventar cosas sobre sus colegas, solo para verse él
en primer lugar y sentirse poderosos y lleno de glamour, lo que al final daña a
otros y daña a la propia organización.
¿Eres un líder saludable?
Para saber si uno es
un líder saludable, conteste a estas preguntas:
* ¿Me siento
superior a aquellos que trabajan para mí?
* ¿Hay un equilibrio entre mi trabajo y otras áreas de mi vida?
* ¿Sustituyo la intimidad humana verdadera por la mera formalidad?
* ¿Confío demasiado en mis planes y no lo suficiente en la intuición o la improvisación?
* ¿Paso poco tiempo construyendo puentes?
* ¿Reconozco debidamente mi deuda con mis maestros y mentores?
* ¿Obtengo demasiada satisfacción en mis beneficios y privilegios?
* ¿Me aíslo de mis clientes y de mis empleados?
* ¿Reconozco los logros de los demás?
* ¿Muestro servilismo hacia mis superiores?
* ¿Pongo mi propio éxito por delante del éxito de los demás?
* ¿Cultivo la alegría en mi entorno laboral?
* ¿Soy egoísta cuando se trata de compartir los premios y las alabanzas?
* ¿Cultivo las camarillas, o la comunidad?
* ¿Me comporto de manera egocéntrica con los que están a mi alrededor?
* ¿Hay un equilibrio entre mi trabajo y otras áreas de mi vida?
* ¿Sustituyo la intimidad humana verdadera por la mera formalidad?
* ¿Confío demasiado en mis planes y no lo suficiente en la intuición o la improvisación?
* ¿Paso poco tiempo construyendo puentes?
* ¿Reconozco debidamente mi deuda con mis maestros y mentores?
* ¿Obtengo demasiada satisfacción en mis beneficios y privilegios?
* ¿Me aíslo de mis clientes y de mis empleados?
* ¿Reconozco los logros de los demás?
* ¿Muestro servilismo hacia mis superiores?
* ¿Pongo mi propio éxito por delante del éxito de los demás?
* ¿Cultivo la alegría en mi entorno laboral?
* ¿Soy egoísta cuando se trata de compartir los premios y las alabanzas?
* ¿Cultivo las camarillas, o la comunidad?
* ¿Me comporto de manera egocéntrica con los que están a mi alrededor?
Traducción: Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Publicado en Alfa y Omega