Cardenales, ministros, enfermeros y periodistas
despiden a un gran amigo
En el funeral de Joaquín
Navarro Valls, celebrado este viernes en Roma, ha habido bastantes lágrimas
pero ninguna cara triste.
La última despedida a la persona que cambió la
comunicación del Vaticano y multiplicó el alcance del mensaje de Juan Pablo II
se ha caracterizado por un clima de alegría, de amistad y de familia. Fue
portavoz excepcional de un Papa excepcional, y también lo ha sido el último
homenaje.
Cardenales, ministros del
gobierno, fundadores de movimientos, médicos, enfermeros y periodistas formaban
un sencillo encuentro de amigos en la basílica de San Eugenio, la más moderna
de Roma, construida como homenaje a Pio XII, Eugenio Pacelli.
A pocos pasos de la ministra
de Sanidad italiana, Beatrice Lorenzin, se encontraba Stefano, el enfermero que
atendió en su casa a Joaquín Navarro Valls en los últimos días y las últimas
horas con gran profesionalidad y afecto.
El arzobispo Ángelo Becciu, «número
tres» del Vaticano, compartía banco con Tarcisio Bertone, antiguo secretario de
Estado y otros cardenales que escuchaban con gran interés los testimonios sobre
la vida y la
enfermedad de Navarro Valls. Lo mismo sus sucesores en la tarea de
portavoz, Federico Lombardi y Greg Burke, quienes habían confesado sentirse
ante un maestro inimitable.
El vicario general del Opus
Dei, Mariano Fazio, ha destacado en su homilía tres virtudes de Navarro Valls:
lealtad, profesionalidad y generosidad. En un clima familiar ha recordado que
«Joaquín era un hombre muy agradecido, aunque tenía un cierto pudor en
manifestarlo».
Lo sabe por experiencia pues
«tuve la oportunidad de convivir con él unos cuantos años y fui testigo del
cariño a sus hermanos en la Obra, con sentido del humor y una cierta ironía
británica».
Ha revelado también que, en
esa residencia donde vivía con una docena de personas, «Joaquín se emocionaba
al ver como sus hermanas en la Obra organizaban todo discretamente, de modo
materno, para hacerle más llevadera la última etapa de su vida», la fase final
de un cáncer de páncreas.
El catedrático español Rafael
Navarro Valls, hermano del fallecido, su secretaria, los médicos que le
cuidaban y un antiguo empleado de la oficina de prensa de la Santa Sede se
encargaron de realizar las lecturas y las oraciones de los fieles.
Al final de la ceremonia se
ha dado lectura a una carta del Prelado del Opus Dei, escrita desde Portugal,
en la que Fernando Ocáriz confiesa que «desde los años 60, Quico ha sido
siempre para mí un motivo de acción de gracias a Dios al encontrarnos ante una
persona de gran piedad, categoría humana, valía profesional y cercanía en el
trato».
Más significativa, respecto
a su impacto mundial ha sido la lectura de la carta enviada por el antiguo
secretario de Juan Pablo II, la persona más cercana al Papa polaco durante todo
el pontificado.
El cardenal Stanislaw
Dziwisz, arzobispo emérito de Cracovia, manifestaba que Joaquín «ha sido un
hombre de confianza y de fe, con quien el Papa Juan Pablo II ha compartido y
discutido muchos temas importantes para la vida de la Iglesia y muchas
preocupaciones por el mundo».
«¿Cuánto
tiempo me queda, Rossana?»
Pero el relato más
conmovedor ha sido el de la cirujana Rossana Alloni, directora sanitaria del
Hospital Campus Bio-Medico de Roma, cuyo Advisory Board ha presidido Navarro
Valls, médico psiquiatra, después de sus 22 años de servicio como portavoz del
Vaticano.
La doctora ha relatado una
ocasión en la que Joaquín «con gran serenidad me ha preguntado: ‘Rossana,
¿cuánto tiempo me queda?’ Hablamos algunos minutos y me hizo otra pregunta:
‘Cuando suceda, ¿crees que será todavía posible donar mis órganos?’. Sabía que
iba a fallecer en breve, pero no pensaba en sí mismo sino en los demás. En
hacer algo para ayudar a otros».
El fundador de la Comunidad
de San Egidio, Andrea Riccardi, ha comentado a algunos de los periodistas
asistentes que «Navarro Valls representó una gran novedad. Juan Pablo II y él
eran dos personalidades muy distintas, independientes y libres. Cada uno en su
papel, compartían amistad y confianza, creando el escenario de diálogo con el
mundo que el Papa quería».
Juan Vicente Boo
Fuente: ABC