Testimonio de los que fueron protagonistas: el
párroco de Ermua, el capellán del hospital de Aránzazu y el obispo de Bilbao
El 12 de julio de 1997 la banda terrorista ETA asesinaba al joven
concejal Miguel Ángel Blanco. El grupo terrorista secuestró al concejal dos
días antes y lanzó un ultimátum: o se excarcelaba a los presos de la banda
terrorista o se asesinaba a Miguel Ángel Blanco.
Durante esas 48 horas España
entera estuvo conmocionada. Toda España salió a la calle para pedir por su
liberación y el asesinato final supuso un antes y un después en el
posicionamiento social en el País Vasco frente a la banda terrorista ETA. 20 años después se suceden los homenajes y su
recuerdo en toda España.
¿Cómo vivió la Iglesia estas 48 horas y el fatídico desenlace?
¿Cuál fue la labor de los sacerdotes de la localidad de Ermua? ¿Cómo lo vivió
el capellán del Hospital de Aránzazu donde llegó Miguel Ángel Blanco malherido?
¿Cómo lo vivieron los obispos en el País Vasco? ¿Hubo un antes y un después?
José Mari Larruskain
era el párroco de Ermua en 1997 y acompañó a la familia del concejal del PP
tras su muerte. En un reportaje de Vida Nueva
explica cómo vivió esas 48 horas de dolor y la repercusión que tuvo para la
sociedad y la Iglesia Vasca. “Los dos días que estuvo secuestrado fueron
de máxima tensión, con toda España conmocionada esperando nerviosos un ápice de humanidad
por parte de los terroristas”.
El sacerdote explica
su silenciosa labor de acompañamiento ante el dolor de la familia: “Pasaron
los meses y ya la gente iba volviendo a su vida, por lo que comencé a ir a la
casa cada 10 días”, rememora el sacerdote. “Las primeras veces,
creyendo que hacía un bien, evitaba hablar de Miguel Ángel. Sin embargo, me
sorprendieron las palabras de Consuelo: ‘No, yo quiero hablar de mi hijo, que su
memoria no se nos olvide’”, señala.
Esteban Munilla era
capellán en el Hospital de Aránzazu y ese terrible día se encontraba de
guardia. En un artículo que publica Alfa y Omega explica todo lo que vivió. En
la tarde del sábado, los servicios de emergencia le llamaron para avisar de que
llevaban a un joven gravemente herido pero todavía con vida.
Conscientes de que el
ultimátum de la banda terrorista ETA para acabar con la
vida del concejal del PP ya había terminado, “en
el hospital todos dijimos que era Miguel Ángel, aunque desde la ambulancia no
se dio ningún dato para suponerlo”, afirma.
Tuvo que vivir y
acompañar a la familia en el momento más duro: “Allí estaba la madre de Miguel
Ángel agarrada a la mano de su hijo. Me llamaron para ayudar a comunicar a
aquella madre, que veía respirar a su hijo, que esa era una respiración
mecánica, pero que su hijo ya había fallecido. Se le mantenía el respirador
para que los órganos fueran trasplantables”.
De lo vivido
aquellos días recuerda una imagen, la del por entonces obispo de Bilbao: “Me
llamó la atención que no estaba con las autoridades políticas en el hospital,
sino sentado entre los familiares, en el tanatorio. Un testimonio de cercanía,
y humildad en su saber estar en medio de un ambiente muy difícil. Era un
precioso testimonio de la presencia de la Iglesia con las
víctimas”.
Ricardo Blázquez era
obispo de Bilbao en 1997, hoy es arzobispo de Valladolid y presidente de la
Conferencia Episcopal Española. Su labor fue la de estar con la familia. En una entrevista en la Cadena COPE recuerda lo vivido:
“Esas 48 horas fueron una especie de escenificación de la crueldad. Poco a poco
aparecieron otros detalles de cómo había sido secuestrado en Ermua y nos fuimos
enterando de más datos. Fueron inexorables en las 48 horas. Exigían una
negociación con el Estado y éste no podía acceder. Desde el primer momento,
publicamos en el Obispado una nota exigiendo la liberación”.
Ricardo Blázquez se
acercó a la casa de Miguel Ángel Blanco nada más conocer la noticia. Esto fue
lo que encontró: “Me encuentro con una familia destrozada. Están desechos. Otra
de las veces que estoy con ellos es cuando todavía estaba el cadáver en el
Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu, tras dar un beso al cuerpo de Miguel
Ángel Blanco; puedo rezar con la familia. Eran hondamente religiosos. Estábamos
todos muy consternados por lo que había ocurrido”.
No ha podido olvidar
aquellas 48 horas: “En los 15 años que estuve en la Diócesis de Bilbao (de
1995 a 2010), ha sido uno de los acontecimientos más duros”, explica. Él fue
encargado de oficiar el funeral, un funeral que marcó un antes y un después:
“Yo fui de los primeros que exigió la desaparición de ETA en un funeral
concreto. ETA nunca debió de existir. Nadie tiene la capacidad de disponer de
la vida de otra persona. ETA era una losa amenazadora. Una sociedad tiene
derecho a vivir sin ETA. La existencia de ETA era una humillación para la
sociedad vasca. Para todos”.
Alvaro Real
Fuente:
Aleteia