Francis J. Parater siempre
estaba preparado tanto para el sendero como para su camino hacia el cielo
Nacido
en 1897 en una devota familia católica de Richmond, Virginia (EE.UU.), Francis
Parater fue como adolescente un miembro muy activo de los boy scouts de América
(que por entonces no tenían las mismas dificultades que ahora). Se tomaba muy
en serio todo lo que aprendía y no tardó en asumir puestos de liderazgo en su
tropa.
A
Parater le encantaba la naturaleza y se esforzó enérgicamente para
alcanzar el rango de Scout Águila, el más elevado y arduo. Todos en su
comunidad local se enorgullecían de sus muchos logros y de su capacidad de
liderazgo. Durante este tiempo discernió su vocación al sacerdocio y
entró en el Seminario Belmont Abbey en Carolina del Norte en 1917.
Allí
luchó constantemente por alcanzar la perfección, asistiendo diariamente a misa
y yendo semanalmente a confesarse. Parater incluso escribió para sí mismo
una Regla de Vida. Sentía gran devoción por el Sagrado Corazón: “(…)
el Sagrado Corazón nunca falla a quienes Le aman”.
Mientras
estudiaba para el sacerdocio, Parater todavía seguía
activo en los Boy Scouts como “director del campamento de verano de
los Boy Scouts de América. Los líderes de los scouts veían tanta virtud e
ideales en Frank que querían que sirviera como director del campamento de
verano supervisando a quienes, de hecho, eran sus superiores. Le consideraban
un scout excepcional en todos los aspectos”.
Después
de que lo enviaran al North American College en Roma, Parater contrajo un
reumatismo que empeoró en fiebre reumática. Tres meses más tarde,
Parater fallecía el día después de que el rector ofreciera una misa votiva del
Sagrado Corazón en su honor.
Parater
dejó un sobre que había de ser abierto tras su muerte en el que escribió un Acto
de Oblación donde resumía el hermoso carácter de su fe y confianza en
Dios:
No
tengo nada que perder ni ofrecer además de mi vida, y esta la he consagrado al
Sagrado Corazón para que Él la use según Su voluntad (…). Por esto vivo y, en
caso de muerte, por esto muero. Desde mi infancia he querido morir por Dios y
mi prójimo. ¿Tendré esta gracia? No lo sé, pero si mi vida continúa, viviré por
este mismo propósito; toda acción en mi vida aquí es una ofrenda a Dios para la
difusión y el triunfo de la Iglesia católica en Virginia. Seré de más servicio
para mi diócesis en el Cielo de lo que jamás podré ser en la tierra.
También
escribió una carta
a su tropa scout en Virginia, animándoles a acercarse más en su
amor a Dios.
Queridos
Scouts:
Quizás
nunca veáis esta carta, pero de ser así, es para deciros que Dios me ha
concedido el mayor deseo de mi vida: morir de amor por Él y por mi prójimo.
Nunca temáis la muerte: es lo más hermoso de la vida, ya que es el gran portal
hacia la vida real (…). Desde que era un muchacho [en los scouts] siempre
he querido ser como los mártires de antaño y dar mi vida por Dios.
Os
he querido a todos y cada uno de vosotros, compañeros scout, y, ahora
que Dios me ha reclamado para Sí, no creáis que os voy a olvidar ni que os
abandonaré nunca; al contrario, estaré mucho más cerca de vosotros de lo que
podría haber estado en esta vida.
Y
ahora, queridos scouts, debo decir ‘hasta luego’. Pero de vez en cuando
pensad en vuestro viejo amigo y director de campamento y, cuando os llegue el
momento de iniciar el camino hacia vuestro hogar, os prometo estar cerca y
recibiros en la hoguera de la vida eterna. Que Dios os bendiga a todos.
La
causa de su canonización se abrió en 2001 y actualmente un consejo está
examinando su vida y registrando su excepcional vida de virtud.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia