"En
Jesús hemos encontrado amor y paz"
La
afluencia de inmigrantes y refugiados de Oriente Medio a Europa, huyendo de la guerra
y de la pobreza, ha provocado un efecto con el que nadie contaba: una oleada de
conversiones al cristianismo.
En
Francia, 200 musulmanes fueron bautizados en la fe católica el año pasado,
cifra que duplica la de los años anteriores. En Alemania, solo en Hamburgo
recibieron el bautismo en la última Pascua 196 exmusulmanes. En Dinamarca,
fueron 100… Y las cifras aumentarían si se considerasen los bautizos de adultos
en las iglesias protestantes.
Proceden
de Irán, Siria, Afganistán… La mayoría comenzó a interesarse por el
cristianismo en su periplo hacia Europa tras su paso por Grecia o los países
del Este; al entrar en contacto con organizaciones y voluntarios de inspiración
cristiana; o al encontrarse de golpe con un continente con un innegable poso cultural
cristiano. Otros tuvieron sus primeros contactos con la fe de Jesús en su país,
a través de internet.
Nos tuvimos que marchar
Uno
de estos conversos es Arash, un iraní de 35 años: “Yo crecí como musulmán, como
la mayoría de los iraníes, porque nacemos con la religión de nuestros padres. Si
naces musulmán serás musulmán el resto de tu vida. No hay otra opción. Yo
de pequeño era muy religioso y seguía todas las reglas. Pero al llegar a la
universidad empecé a leer y pensar mucho, a cuestionarme las reglas y
algunas cosas que veía en mi religión, como la discriminación de las mujeres.
Conocí a mi mujer por internet; ella es iraní como yo, pero vivía en
Hamburgo, y frecuentaba una iglesia protestante. Me hablaba mucho del
cristianismo, así que cuando la visité durante algunos meses, ambos fuimos
juntos allí y recibí algunos cursos de preparación. Y poco antes de volver a
Irán para casarnos, me bauticé”.
Era
el año 2000. Al volver a Teherán, Arash y su mujer entendieron que su vida
corría peligro: “Empezamos a recibir amenazas. En mi país tú no puedes
llegar y decir: “Hola, soy cristiano”. Para el islam tú no puedes cambiar
de religión. En Teherán vivíamos muy bien, pero llegó un momento en que nos
tuvimos que marchar. Y llegamos a Viena huyendo de aquel ambiente”.
En
Austria empezaron a frecuentar una iglesia católica que les ofrecía cursos
sobre la fe en inglés. Y hace apenas un año ambos declararon en la vigilia
pascual su decisión de unirse a la Iglesia católica.
Ashar
reconoce que “desde el principio encontré el cristianismo muy atractivo. Yo
deseaba más paz, más igualdad entre la gente. En el cristianismo encontré un
mundo totalmente distinto. Tienes más libertad. Allí es totalmente
diferente, hay un montón de restricciones, todo está controlado, la sociedad te
evalúa según tu práctica religiosa, es parte de la vida, de los negocios, del
trabajo, de la familia…”.
Ashar
cuenta a Alfa y Omega que se siente hoy “tocado por Dios por estar
aquí. En el Evangelio, Jesús llama a muchos, a pesar de todos sus pecados y
limitaciones, y yo soy uno de ellos. Me siento muy afortunado por haber
encontrado el Camino, por haber escuchado y seguido la voz del Señor”.
Al
mismo tiempo, se muestra esperanzado porque las cosas están empezando a cambiar
en su país: “Gracias a internet, la gente puede encontrar información que
antes no teníamos. Hay millones de musulmanes en el mundo que, si pudieran ser
libres, estoy seguro de que desearían encontrar la paz y el amor que nosotros
hemos encontrado en Cristo”.
Un cambio auténtico
Desde
hace un año, Ashar trabaja como traductor para la Delegación de Pastoral de la
diócesis de Viena, donde se encarga de la formación de los nuevos catecúmenos
procedentes de Oriente Medio que tienen dificultades con el idioma.
Precisamente
Austria es uno de los países que más incrementos de solicitudes de bautismo de
exmusulmanes está experimentando. Este año se van a bautizar 422 de ellos; y,
más específicamente, en Viena, lo harán 190, mientras que en la diócesis hay
más de 250 personas de procedencia islámica en proceso de formación
prebautismal.
Friederike
Dostal, coordinadora de la catequesis prebautismal de adultos de la diócesis de
Viena, es tajante con la sospecha de que muchas de estas conversiones serían
interesadas: “Nosotros percibimos un marcado interés en la fe católica por
su parte, que va más allá de la necesidad de obtener un papel o un permiso de
residencia. No queremos cristianos de apariencias, sino que verificamos que
existe un auténtico proceso de cambio en ellos”, explica a este semanario.
Una
situación parecida se ha planteado en Alemania. El sacerdote Felix Goldinger,
que tiene a su cargo un grupo de una veintena de catecúmenos procedentes del
islam en Espira (Renania-Palatinado), contaba hace unas semanas a la agencia AFP que
la Iglesia extrema la cautela en estos casos ante la sospecha de que alguno
pudiera pensar erróneamente que la conversión facilita la obtención de papeles
en Europa.
“Obviamente
estamos encantados de que la gente se quiera bautizar, pero deben estar
seguros de su decisión”, explicaba. Durante el catecumenado, “es importante que
examinen su religión original, el islam, y las razones por las cuales quieren
abrazar el cristianismo”.
Un cambio auténtico
“La
gente quiere de verdad hacerse cristiana –continúa Dostal–. Muchos están muy
bien preparados porque ya creen en Dios, al contrario que muchos conversos que
tenemos en Occidente. No hay que explicarles la existencia de Dios, porque no
se plantean las cosas de otra manera”.
A
partir de ahí “enfatizamos sobre todo la figura de Jesucristo. Es muy
interesante comprobar cómo estas personas que ya saben de Dios llegan a conocer
más de Él gracias a la presentación que hacemos de Jesús. Descubren así la
maravilla de un Dios que es cercano a nosotros, con el que puedes hablar, que diferencia
para ellos”.
En
la actualidad, hay 12 parroquias de la diócesis austriaca que ofrecen cursos de
preparación para exmusulmanes, en varias lenguas. Les enseñan los rudimentos de
la fe católica y, “sobre todo, han descubierto a Cristo. Su amor y su paz. Han
descubierto que ha sido enviado para hacerse más cercano. Les llama mucho la
atención que Cristo trata muy bien tanto a las mujeres como a los hombres. Leen
el Evangelio y les impacta la historia de la mujer que estuvo a punto de ser
lapidada a muerte, la vida nueva que le dio”.
Sobre
todo, perciben que “es posible vivir con libertad, que son libres, con esa
libertad que les da el Evangelio”.
Por
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega