Suena
muy misterioso, pero está ligado a algo de lo que fuimos testigos el Sábado
Santo...
Tras
la celebración de la vigilia pascual y su entrada en la Iglesia católica, los
nuevos bautizados entran en un periodo catequético conocido como Mistagogia. La
palabra proviene del griego mystagogos, que tiene en su raíz la
palabra mystes (quien se inicia en los misterios). Mistagogia
entonces es un tiempo en el que los nuevos nacidos en Cristo son iniciados en
varios misterios de la Iglesia católica.
Este
periodo de tiempo normalmente dura un año entero, llamado Año Neófito, y
tradicionalmente se centraba en ayudar a esos nuevos conversos a entender
los siete sacramentos. Originariamente a los sacramentos se les llamaba
“misterios”, un término que la Iglesia ortodoxa mantiene hasta hoy al hablar de
los sacramentos como los siete sagrados misterios.
En
los primeros siglos del cristianismo, los que deseaban ser admitidos a la
Iglesia católica tenían que pasar por un riguroso entrenamiento. Para mantener
un sentido de anticipación y ayudar apropiadamente a esos conversos, la Iglesia
no les permitía presenciar la celebración de ellos hasta que fueran bautizados.
A
los catecúmenos se les permitía estar dentro de la iglesia, pero a menudo tras
un velo que oscurecía totalmente la visión de la misa, o se les despedía
después de la lectura del Evangelio. Esto significa que hasta la vigilia
pascual, los catecúmenos sólo habían oído la liturgia, pero nunca la habían
visto con sus propios ojos.
Como
resultado, los nuevos bautizados necesitaban muchas más catequesis para
asegurar que habían entendido los distintos ritos de la Iglesia y el simbolismo
que hay detrás de los sacramentos. Además, a los neófitos se les enseñaba todos
los demás misterios de la fe, revelando más sobre la acción salvadora de Dios
en la historia de la salvación.
El
Catecismo explica que esta esta “catequesis litúrgica pretende introducir en el
Misterio de Cristo (es “mistagogia”), procediendo de lo visible a lo invisible,
del signo a lo significado, de los “sacramentos” a los “misterios” (1075).
Muchos
de los Padres de la Iglesia escribieron bonitos sermones que han sido
preservados a lo largo de los siglos y dan una idea de cómo era este
periodo en los primeros siglos de la Iglesia. Por ejemplo, san Ambrosio dio una
homilía mistagógica a los nuevos bautizados sobre el sacramento del bautismo
que arroja luces sobre lo que tiene lugar en la vigilia pascual.
¿Qué
es el agua sin la cruz de Cristo? Sólo un elemento ordinario sin efecto
sacramental. De nuevo, sin agua no hay sacramento de renacimiento: hasta que un
hombre no nace de nuevo del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios. El catecúmeno cree en la cruz del Señor con la que también es persignado,
pero hasta que no es bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo no puede recibir el perdón de los pecados o el regalo de la gracia
espiritual.
Naamán
el sirio se bañó siete veces bajo la ley antigua, pero tú fuiste bautizado en
el nombre de la Trinidad. Proclamaste tu fe en el Padre -recuerda lo que
hiciste-, el Hijo y el Espíritu Santo. Marca la secuencia de eventos. Al
proclamar esta fe, moriste al mundo, te levantaste de nuevo a Dios, y a
través del entierro del pecado, fuiste renacido a la vida eterna. Cree,
entonces, que el agua no queda sin efecto.
Mistagogia
es un tiempo bonito en la vida del nuevo bautizado y recibido, en el que el
verdadero tesoro de la Iglesia está más plenamente revelado. Continúa siendo
una parte vital del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos y es esencial para
el florecimiento de la fe de los nacidos de nuevo en Cristo.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia