También
hoy la Virgen nos pregunta si queremos entregarnos a Dios para recibir el
consuelo de Jesús
En
su paternal saludo a los «queridos hermanos y hermanas enfermos» - al concluir
la Misa y Canonización de Francisco y Jacinta Marto - antes de la bendición
final, el Papa Francisco reiteró que «Jesús sabe lo que
significa el sufrimiento, nos consuela y nos fortalece». «Éste es el misterio
de la Iglesia», que le «pide al Señor que consuele a los afligidos y Él los
consuela, incluso de manera oculta», en la intimidad del corazón.
Queridos
hermanos y hermanas enfermos
Como
dije en la homilía, el Señor nos precede siempre: cuando atravesamos por alguna
cruz, él ya ha pasado antes. En su Pasión, cargó con nuestros sufrimientos.
Jesús sabe lo que significa el sufrimiento, nos comprende, nos consuela y nos
da fuerza, como hizo con san Francisco Marto y santa Jacinta, y con los santos
de todas las épocas y lugares. Pienso en el apóstol Pedro, en cómo la Iglesia
entera rezaba por él mientras estaba encadenado en la prisión de Jerusalén. Y
el Señor lo consoló. Este es el misterio de la Iglesia: la Iglesia pide al Señor
que consuele a los afligidos y él os consuela, incluso de manera oculta; os
consuela en la intimidad del corazón y os consuela dándoos fortaleza.
Queridos
peregrinos, ante nuestros ojos tenemos a Jesús invisible pero presente en la
Eucaristía, así como tenemos a Jesús oculto pero presente en las llagas de
nuestros hermanos y hermanas enfermos y atribulados. En el altar, adoramos la
carne de Jesús; en ellos, descubrimos las llagas de Jesús. El cristiano adora a
Jesús, el cristiano busca a Jesús, el cristiano sabe reconocer las llagas de
Jesús. Hoy, la Virgen María nos repite a todos nosotros la pregunta que hizo,
hace cien años, a los pastorcillos: «¿Queréis ofreceros a Dios?». La respuesta:
«¡Sí, queremos!», nos ofrece la oportunidad de entender e imitar su vida. Ellos
la vivieron con todo lo que conlleva de alegría y sufrimiento, en una actitud
de ofrecimiento al Señor.
Queridos
enfermos, vivid vuestra vida como una gracia y decidle a Nuestra Señora, como
los pastorcillos, que queréis ofreceros a Dios con todo el corazón. No os
consideréis solamente como unos destinatarios de la solidaridad caritativa,
sino sentíos partícipes a pleno título de la vida y misión de la Iglesia.
Vuestra presencia silenciosa, pero más elocuente que muchas palabras, vuestra oración,
el ofrecimiento diario de vuestros sufrimientos, en unión con los de Jesús
crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y hasta alegre
de vuestra condición son un recurso espiritual, un patrimonio para toda
comunidad cristiana. No tengáis vergüenza de ser un tesoro valioso de la
Iglesia.
Jesús
va a pasar cerca de vosotros en el Santísimo Sacramento para manifestaros su
cercanía y su amor. Confiadle vuestro dolor, vuestros sufrimientos, vuestro
cansancio. Contad con la oración de la Iglesia que, por vosotros y con
vosotros, se eleva al cielo desde todas partes. Dios es Padre y nunca os
olvida».
Fuente:
Radio Vaticano