El
Papa Francisco alentó a seguir el ejemplo del Papa San Juan
Pablo II y de Santa Faustina Kowalska, a quienes se refirió
como “luminosos testimonios” de la Divina Misericordia
Así
lo indicó el Santo Padre en su discurso a los miembros de la Fundación Juan
Pablo II en la audiencia que les concedió el 21 de octubre de 2016 en la Sala
del Consistorio del Palacio Apostólico del
Vaticano.
Francisco
afirmó que “el Año jubilar que estamos terminando nos permite reflexionar y
meditar en la grandeza de la Divina Misericordia, en un tiempo en el que el
hombre, en razón de los progresos en varios campos de la técnica y de la
ciencia, tiende a sentirse autosuficiente, como si estuviese emancipado de toda
autoridad superior, creyendo que todo depende de sí mismo”.
En
vez de ello, continuó, “como cristianos somos conscientes que todo es don de
Dios y que la verdadera riqueza no es el dinero, que nos puede hacer esclavos,
sino el amor de Dios, que nos hace libres”.
“La
finalidad de vuestra fundación –explicó el Papa– es sostener iniciativas de
carácter educativo, cultural, religioso y caritativo, inspiradas en la figura
de San Juan Pablo II, cuya memoria litúrgica celebraremos mañana”.
Tras
recordar que la fundación ayuda a muchos jóvenes en sus estudios, sobre todo en
Europa del este, el Santo Padre los alentó a seguir apoyando a la juventud
“para que puedan afrontar los desafíos de la vida siempre
animados por la sensibilidad evangélica y el espíritu de fe. Formar a la
juventud es una inversión para el futuro: ¡Que a los jóvenes no les sea nunca
robaba la esperanza del mañana!”
El
Papa recordó su viaje a Polonia a finales de julio de 2016 para presidir la
Jornada Mundial de la Juventud Cracovia “donde he experimentado la alegría de
la fe”.
El
Pontífice dijo asimismo que “la tierra polaca ha tenido dos grandes hijos en
Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II, ambos apóstoles de la Divina
Misericordia” y recordó algunas palabras del Papa Wojtyla escritas en su
encíclica encíclica Dives in misericordia:
“Jesús,
sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el
mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se
dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace
notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza;
en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de distintos modos
manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien
sea moral”.
A
continuación el Papa citó a Santa Faustina Kowalska, quien en su diario anotó
la siguiente exhortación que le hizo el mismo Señor Jesús: “Hija mía, observa
mi corazón misericordioso y reproduce en tu corazón y en tus acciones su
piedad, de modo que tú misma, proclames en el mundo mi misericordia
inflamándola”.
El
Papa Francisco concluyó animando a que “estas palabras y sobre todo los
ejemplos de vida de estos dos luminosos testimonios inspiren siempre vuestro
generoso esfuerzo”.
Fuente:
ACI
