La
perfección cristiana no está en “leer” de corrido muchas oraciones...
Antes
que todo hagámonos unas preguntas: ¿La Iglesia aprueba las revelaciones
privadas? ¿Se deben aceptar las revelaciones privadas? La Iglesia no acepta
ninguna revelación privada como parte de su fe. ¿Por qué? Porque Dios lo ha
dicho todo en Jesucristo y no tiene nada más que agregar.
“Muchas
veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de
los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo” (Hb 1, 1-2).
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e
insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que esta…”
(Catecismo, 65).
“A
lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas
de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin
embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de
“mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a
vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. La fe cristiana no
puede aceptar “revelaciones” que pretenden superar o corregir la Revelación de
la que Cristo es la plenitud” (Catecismo, 67).
Para
los fieles católicos no hace falta más promesa que la vida eterna prometida por
el Señor a quienes le aman y guardan sus mandamientos (Mt 7, 21). Aun cuando la
Iglesia reconozca como auténtica una revelación privada, nunca se la propone
como objeto de fe de obligación universal; las revelaciones privadas no
son nunca dogma de fe.
Por
tanto no
es necesario ni obligatorio (para no caer en errores y/o en
confusiones) darles a las revelaciones privadas el asentimiento de fe.
Unas
de estas revelaciones privadas (las magníficas 21 promesas) son las que recibió santa
Brígida o al menos son atribuidas a ella. Entre las devociones populares
se encuentran las 15
oraciones (enfocadas en la Pasión de Jesús) de santa Brígida, a las que
están ligadas unas promesas. El cumplimiento de las supuestas promesas está
condicionado al rezo diario e ininterrumpido, por un año entero (365 días), de
dichas oraciones.
Aquí
tenemos un primer problema, pues si se falla un solo día, aunque se esté
acabando el doceavo mes, se pierde absolutamente todo, hay que volver a
comenzar de cero. Y no vale hacer la serie dos veces al día para reponer la del
día anterior que se perdió. ¿La salvación depende de esto? Esto suena a superstición.
Hay que recordar que el supersticioso funda su salvación en motivos al margen
del plan de Dios.
¿Cuál
es el sentido de las quince oraciones diarias durante 365 días del año?
Supuestamente Dios, en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, le reveló a
santa Brígida que Jesús recibió 5.480 azotes en su Cuerpo Sagrado durante
la Pasión. Por tanto rezar las 15 oraciones diariamente por un año, junto
con 15 Padrenuestros y Avemarías, tendría como fin honrar cada una de las
heridas de Cristo.
Y
aquí ya tenemos un segundo problema pues en realidad, 15 x 365 da 5.475 (cosa
que no coincide con la cifra supuestamente revelada). ¿Que Dios haya dicho que
Jesús haya recibido 5.480 azotes? Esto es difícil e innecesario de creer.
Pero
el problema mayor no es tanto el número de azotes sino las promesas. Hay que
tener en cuenta que las oraciones en sí mismas no fueron condenadas, pero
las promesas sí fueron rechazadas por la Iglesia; estas promesas no gozan de
aprobación.
Algunas
de estas pueden ser acordes con la enseñanza de la Iglesia, pero otras
definitivamente no. Consideremos algunas de las que no:
a.-
“Quien rezare estas oraciones obtendrá el primer grado de la perfección”.
¿Cuál es el primer grado de la perfección? Esto es confuso. Rezar estas
oraciones diariamente por un año implica obviamente un esfuerzo que tendría
algún resultado positivo para quien las reza pero no garantiza algún grado de
perfección y menos aún el máximo.
¿Si
se consiguiera ese grado de perfección se mantendrá y acrecentará en los años
siguientes cuando se deje de hacer estas oraciones? La perfección
cristiana no está en “leer” de corrido muchas oraciones. Además aunque sea
difícil de hacer diariamente por un año esas oraciones las personas que las
hagan no estarán necesariamente al final más cerca de la perfección de cuando
empezaron.
b.-
“Quince días antes de su muerte, le daré mi precioso Cuerpo a fin de que escape
del hambre eterno; y le daré mi preciosa Sangre a beber, no sea que esté
sedienta por siempre”. Hay que tener en cuenta que cuando recibimos la comunión
eucarística recibimos al mismo tiempo la preciosa Sangre de Jesús. ¿Por qué
entonces aquí se separan o se haga necesaria esa distinción?
c.-
“Quince almas de su linaje serán confirmadas y preservadas en la gracia”.
Indiferentemente del número de almas, ¿cómo es posible que alguien sea
“confirmado” en la gracia? Nadie puede estar seguro de su salvación; la
salvación no es algo automático, mucho menos puede darse gratuitamente esta
seguridad a unos descendientes que sin el menor esfuerzo por parte de
estos querrán crecer en la fe.
d.-
“Sépase que quien haya estado viviendo en pecado mortal por 30 años, pero que
rezare devotamente, o tenga la intención de rezar, estas oraciones, le
perdonará el Señor todos sus pecados”. ¿Sólo con tener la intención de
hacer las oraciones la persona recibe el perdón de 30 años de pecados? Esto
no concuerda con otras promesas dadas a otras revelaciones privadas. ¿Por
qué se prescinde del sacramento de la confesión?
Suponiendo
que una persona muere tempestivamente con 29 o 31 años viviendo en pecado
grave, ¿sería ya de repente inefectiva la oración? Además el rezar por un año
estas oraciones no constituye un acto de contrición perfecto pues la persona
podría orar por miedo al infierno o miedo a los castigos divinos, y esto sólo
sería una atrición.
De
manera pues que hay muchos errores teológicos. Como no es seguro que
esas promesas fueran de origen sobrenatural, la Iglesia desaconseja tener en
cuenta estas promesas fruto de una revelación privada.
Henry Vargas
Holguín
Fuente:
Aleteia
