Se cuenta que conocía, por
divina revelación, todos los méritos y virtudes de sus compañeros
Sólo
Dios conoce lo que hay en el corazón y en la mente de cada persona. Se cuentan
muchas historias sobre dones y gracias particulares concedidos a los grandes
santos: muchas de esas historias son verificables, porque se dispone de
testimonios históricos. Otras, en cambio, llegaron hasta nosotros a través de
relatos y puntos de vista de terceros, siendo mucho más difíciles de
“comprobar”.
En
cualquier caso, Dios es infinitamente capaz de darnos dones que le parezca bien
darnos. Y, de san Francisco de Asís, uno de los dones que se cuentan es
que podía saber los méritos y también los defectos de sus compañeros, conforme
se ve en el siguiente fragmento de las famosas Florecillas, los relatos
poéticos sobre la vida del Pobrecillo de Asís, escritos y transmitidos desde la
Edad Media.
Como
Nuestro Señor Jesucristo dice en el Evangelio “Yo conozco a mis ovejas y ellas
me conocen”, así el bienaventurado Padre San Francisco, como buen pastor, sabía
por divina revelación de todos los méritos y virtudes de sus compañeros, y así
conocía sus defectos.
Razón
por la cual él sabía proveer con el remedio óptimo, esto es, humillando a los
soberbios y exaltando a los humildes, vituperando los vicios, alabando las
virtudes, como se lee en las admirables revelaciones que tuvo de su primitiva
familia.
Entre
las cuales se dice que una vez estando san Francisco con esa familia en un
convento para tratar de Dios, y Fray Rufino no estaba con ellos en aquella
conversación, sino en el bosque en contemplación.
Continuando
la conversación sobre Dios, Fray Rufino salió del bosque y pasó un poco delante
de ellos. Entonces, san Francisco, viéndolo, se volvió a sus compañeros y les
preguntó diciéndoles:
“Díganme
cuál creen que es el alma más santa que Dios tiene ahora en el mundo?” Y
respondiéndole que creían que era la suya, san Francisco les dijo:
“Queridísimos
hermanos, yo precisamente soy el hombre más indigno y más vil que Dios tiene en
este mundo; pero ¿ven aquel Fray Rufino, que sale ahora del bosque? Dios me
reveló que su alma es una de las tres almas más santas que Dios tiene en este
mundo; y firmemente les digo que no dudaría en llamarle en vida san Rufino,
porque su alma está confirmada en gracia y santificada y canonizada en el cielo
por Nuestro Señor Jesucristo”.
Y
estas palabras no las decía san Francisco en presencia del dicho Fray Rufino.
Igualmente,
como san Francisco conocía los defectos de sus frailes, se comprende claramente
en Fray Elías, al que reprendía muchas veces por su soberbia, y en Fray Juan de
Capela, del cual predijo que se iba a ahorcar, y en ese fraile al que el
demonio apretaba la garganta al ser reprendido por desobediencia, y muchos
otros frailes cuyos defectos ocultos y virtudes conocía por la revelación de
Cristo bendito.
Aleteia Brasil
Fuente:
Aleteia