Viajan a Roma los obispos de El Salvador. Esperan que
la canonización se realice en 2017, pero es más probable que ocurra en 2019,
cuando el Papa…
Gregorio
Rosa Chávez está a punto de viajar a Roma junto con todos los obispos de El
Salvador y lleva una carta del presidente Salvador Sánchez Cerén al Papa
apoyando la moción de que Romero sea declarado santo lo antes posible.
La
fecha podría ser – según el deseo de los viajeros – el mes de agosto, cuando se
cumplen cien años del nacimiento del actual beato Óscar Arnulfo. Eso espera
también monseñor Rosa Chávez, pero no se hace ilusiones y plantea otra
posibilidad: en 2019, cuando se realice la Jornada Mundial de la Juventud en
Panamá.
«Nos daría tiempo de trabajar a fondo para lograr lo que yo llamo “el
milagro de la paz”», consagraría a Romero como Santo latinoamericano y no suma
más viajes a los que el Papa ya tiene programados.
Explica
todos sus argumentos a Vatican Insider, junto con algunas otras cosas inéditas
o poco conocidas sobre el futuro santo y el candidato a beato Rutilio
Grande.
Monseñor, ¿qué esconde
en la valija?
[Ríe] Es
demasiado chica para ocultar grandes cosas....
¿Qué espera de este
viaje?
La
visita “ad limina” es protocolar, pero todos los obispos de El Salvador juntos
tendremos un diálogo colectivo con el Papa. Estoy fascinado por la nueva forma
de realizar este tipo de visitas, sobre todo por el momento del encuentro con él.
Por lo que conozco de la experiencia de los obispos de Costa Rica y de Chile
que ya la hicieron, es algo que realmente vale la pena.
¿Hay alguna novedad
sobre Romero?
La
novedad es la clausura del estudio de un presunto milagro. Se realizó en una sesión
solemne del Tribunal Eclesiástico de la arquidiócesis de San Salvador, con la
presencia del arzobispo, el nuncio apostólico y otros dos obispos. Los que
conocen de cerca el caso son muy optimistas.
¿El próximo mes de
agosto, centenario de su nacimiento, hablaremos del beato Romero o de san
Romero?
¡Imagínese
cómo esperamos nosotros la noticia! Para el Papa – basta leer la carta que
envió al arzobispo y que se leyó al final de la ceremonia de beatificación – el
mayor milagro de Romero sería que el país conquistara la paz. La receta del
Santo Padre es: conocer el pensamiento de Romero, imitar su testimonio y pedir
con auténtico fervor su intercesión. Mi mayor temor es que esperemos una
canonización “gratis”, que no nos cueste nada; bastaría con que se aprobara el
presunto milagro que acaba de ser presentado en Roma. Mi sueño es ver, poco a
poco, que todo el país se pone en movimiento. El signo exterior más claro
serían las peregrinaciones a los santos lugares de Romero, incluyendo el
pequeño pueblo donde él nació hace casi cien años, Ciudad Barrios.
¿Pero usted espera la
noticia de la canonización?
Personalmente
no creo que ocurra nada en 2017. La fecha que me gusta es enero de 2019, en el
marco de la Jornada Mundial de la Juventud que se realizará en Panamá. Ya hay
precedentes, por ejemplo cuando el Papa Juan Pablo II visitó Canadá, Guatemala,
y México en 2002, y en el primer país canonizó a Juan Diego y en el segundo al
hermano Pedro de San José de Betancourt. Una fecha como esa nos daría tiempo de
trabajar a fondo para logar lo que yo llamo “el milagro de la paz”.
Si el milagro humano se
produce...
Es
cierto, pero también hay un milagro que llamaría “moral” del que no se habla, y
es que cuando monseñor Romero fue beatificado hubo una catarata de
conversiones. Muchos vienen a pedir perdón porque han odiado a Romero o se
alegraron por su muerte… es algo silencioso pero real. Y muchos admiten que se
formaron un juicio negativo sobre él sin haberlo escuchado nunca, en base a
cosas que decían terceras personas y que ahora comprenden que eran
malintencionadas. Hubo un caso que me ocurrió cuando fui a una escuela católica
para administrar la confirmación. Cuando terminó la misa un hombre se me acercó
para preguntarme si podía hablar conmigo. Me dijo que su padre, un destacado
profesor de la Universidad Nacional de El Salvador que militaba en la
izquierda, había sido asesinado. Mucho después supo que Romero había denunciado
ese crimen. Y él había leído la homilía donde lo hizo. Me dijo: “Si defendió a
un hombre justo como mi padre, él mismo debe ser justo”.
A
partir de ese momento, se convirtió. Hay muchos casos como ese, y otros muchos
seguirán manifestándose. En una escuela católica, un militar se me acercó y se
puso de rodillas delante de mí. Me pidió perdón diciendo que “había deseado que
Romero muriera”, pero ahora había comprendido que “era un hombre de Dios”.
Romero ha provocado un verdadero terremoto espiritual con una fuerte sacudida
sísmica, como se dice en la jerga. Y eso es importantísimo para el proceso de
canonización. Yo no tengo apuro.
¿Cree que todavía hay
que esperar para el padre Rutilio Grande?
La
relación que establece el Papa entre las dos figuras es clara, por lo menos en
su corazón. Incluso la idea de canonizar a Romero y beatificar a Rutilio en el
mismo momento. En México hizo dos beatificaciones en el mismo viaje, la de Juan
Bautista y la de Jacinto de los Ángeles. De todos modos, Roma tiene toda la
documentación, una excelente biografía de Rutilio como hombre de Dios, como pastor,
amplia, atractiva y muy bien verificada.
Si lo dice usted, que
conoce tan bien a Rutilio…
Fue
mi profesor y mi formador. Rutilio es un jesuita atípico. Su talante es más
bien el de un excelente párroco. Su visión de la Iglesia y de la pastoral
estuvo muy marcada por un curso que realizó en el IPLA (Instituto pastoral para
América Latina) que funcionaba en Quito, Ecuador, con una magnífica plana de
profesores. Cuando volvió a El Salvador se propuso trabajar para que los
campesinos recuperaran la palabra y su dignidad, en la perspectiva de los
documentos de Medellín. Hay un hecho que pocos conocen y que muestra sus
extraordinarias dotes de pastoralista: me refiero al campo-misión que organizó
y dirigió en la parroquia de Ciudad Barrios, con todos los que en es ese
momento éramos estudiantes de teología. Curiosamente Ciudad Barrios es el
pueblo donde nació monseñor Romero. ¿Quién podía imaginar que estas dos vidas
se iban a entrecruzar diez años más tarde?
¿Por qué insiste en la
pastoralidad de Rutilio?
Tenía
una habilidad impresionante para hablar a los campesinos, sabía ofrecer el
mensaje de Cristo a gente sencilla y siempre dentro de un horizonte de búsqueda
de la justicia. Lo aprendió de monseñor Proaño, el obispo de Riobamba, Ecuador,
que fue candidato al premio Nobel de la paz. Uno de los pocos latinoamericanos
que participaron en el Concilio Vaticano II. Como decía, Rutilio fue a Ecuador
para participar en un curso de Proaño en Quito, y después fue con él a su
diócesis de Riobamba, en la Cordillera de los Andes. Eso lo marcó
profundamente. Sin Proaño, el apóstol de los indígenas, no se comprende a
Rutilio, sus dotes de pedagogo y sobre todo su extraordinaria capacidad de
inculturar el Evangelio en el mundo de los pobres y de los campesinos.
…y sin Rutilio no se
comprende a Romero …
La
mejor respuesta la encontramos en la homilía exequial que pronunció el
arzobispo mártir en la catedral de San Salvador. En la introducción, monseñor
Romero dijo que sentía a Rutilio “como un amigo”. Inmediatamente después
explicó por qué: “En momentos muy culminantes de mi vida, él estuvo muy cerca
de mí y esos gestos jamás se olvidan”. A continuación trazó el perfil de
Rutilio con las tres características que enumera Pablo VI en la “Evangelii
Nuntiandi” sobre lo que aporta la Iglesia a la lucha de liberación: los
verdaderos liberadores poseen “una inspiración de fe, una doctrina social que
está a la base de su prudencia y de su existencia… y sobre todo una motivación
de amor”. La forma como Romero aplica estos rasgos al hablar de su amigo, es
conmovedora. Pero quisiera agregar otro elemento en respuesta a su pregunta: no
se comprende a Romero sin Pironio. Pesa más Pironio que Rutilio en la vida de
Romero. Romero dirigió el semanario Orientación y era muy reticente con la
Conferencia de Medellín y muy crítico con la Teología de la Liberación. Romero
empezó a comprender Medellín cuando Pironio, como secretario adjunto del
Secretariado Episcopal de América Central y Panamá, predicó un retiro en
Guatemala para los obispos de América Central en 1974…
¿Romero estuvo presente?
Sí,
y se sorprendió mucho con lo que escuchó. En el diario de Romero se puede ver
que cuando va a Roma para las audiencias con el Papa siempre pasa a visitar a
Pironio. En Roma, como es sabido, Romero tuvo que enfrentar muchas acusaciones
falsas y sufrir muchas incomprensiones, y siempre era Pironio el que lo
consolaba e iluminaba su camino. En su diario, Romero detalla sus encuentros
con Pironio después de ver al Papa. Casi siempre lleva un gran peso en su alma.
En una oportunidad Pironio lo consuela contándole que él también ha sido acusado
y que en Roma circula un panfleto titulado “Pironio pirómano”. Se puede decir
que entre Pironio en vías de beatificación y Romero en vías de canonización
hubo una alianza santa.
¿Con Romero se ha hecho
justicia? Me refiero a la justicia judicial, la que debe encontrar los
culpables del asesinato, juzgarlos y condenarlos.
Usted
plantea un punto importante. Fue monseñor Rivera y Damas, gran amigo y primer
sucesor de Romero, quien denunció ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que ese asesinato nunca fue investigado a fondo por el gobierno. El
gobierno rechazó la denuncia y nunca asumió una responsabilidad explícita y
pública. Después de años de litigio, en la última sesión que presencié junto
con María Julia Hernández (trabajó con Romero y dirigió Tutela Legal hasta
su muerte, ndr) el gobierno, por boca de su representante, concluyó más o
menos en estos términos: nos hemos reconciliado, hemos firmado la paz, el caso
ha prescrito, hay una amnistía, por lo tanto, archívese.
Nosotros
afirmamos la necesidad de perdonar, pero con verdad y justicia. Desde ese punto
de vista nosotros consideramos que el mensaje de Juan Pablo II en 1997 “Recibe
el perdón y ofrece la paz” es un documento clave para una Iglesia como la
nuestra que fomenta la reconciliación. Plantea que hay dos líneas: una habla de
perdón y olvido, la otra de verdad, justicia y perdón. En América del Sud se
han aplicado ambas; donde se siguió la línea de perdón y olvido el resultado
fue un fracaso; donde se siguió – como en Chile – una línea de justicia y
perdón, se obtuvieron los mejores resultados. Personalmente agregaría un cuarto
término: reconciliación, como en el esquema colombiano.
¿Y en el caso de Romero?
Hubo
una amnistía que decretó el presidente Cristiani en 1993 según el criterio de
perdón y olvido. Esta amnistía acaba de ser derogada. Se abrió de nuevo un
espacio donde es posible investigar. Nos encontramos en ese punto. Pero sigue
siendo una deuda pendiente. La sentencia de la Organización de Estados
Americanos (OEA) pedía tres cosas fundamentales: primero, que el presidente de
la república reconozca públicamente la responsabilidad del estado salvadoreño
en el asesinato de Romero, y el presidente Mauricio Funes lo hizo; segundo, que
se rindan honores públicos al nombre de Romero, y eso también se hizo, por
ejemplo dedicándole el aeropuerto internacional de San Salvador; y tercero que
se enseñe a los niños en la escuela la verdadera historia de Romero, pero
justamente aquí nos encontramos con la necesidad de aclararla. En la Comisión
de la Verdad, el que hizo grandes progresos fue un grupo de abogados peruanos
relacionados con monseñor Bambarín, fuertemente motivados en su trabajo.
Eran
tres, vinieron a verme y me dijeron: “tenemos todo claro, ahora necesitamos
cruzar la información”. Yo tenía una carta de una persona involucrada de
diversos modos en los escuadrones de la muerte, donde cuenta todo lo que sabía,
entre otras cosas el modus operandi. Le entregué una copia a este grupo de
abogados. Algunos días después vinieron a decirme que todo lo que habían
investigado estaba confirmado por el documento. La carta era de una persona que
hemos ayudado a salir del país. Monseñor Rivera y Damas también tenía una
copia. Pasó el tiempo y este hombre volvió de incógnito a El Salvador y aceptó
hablar con los abogados peruanos. En el verbal del diálogo solo falta un punto:
quién disparó. Y eso sigue sin aclararse.
El
hermano menor de Romero, Gaspar, hizo una afirmación, que en cierto sentido es
desconcertante, en un diálogo reciente que tuve con él: «Si mi hermano viviera
hoy, lo hubieran asesinado de nuevo…».
Yo
también estoy convencido de eso. Aunque el ambiente es distinto, Romero
hablaría fuerte y claro, como hacía en los años terribles de nuestra historia…
ALVER
METALLI
Fuente:
Vatican Insider