¿QUÉ ES LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA? (II)

De 20 estudiantes a 100 millones de personas en 50 años


La oración en lenguas

La oración en lenguas rara vez es xenoglosia (hablar milagrosamente lenguas extranjeras que no se han aprendido) sino que casi siempre se trata de oración de glosolalia: emitir sonidos articulados, bien pronunciados, con fervor, reverencia, voluntad de oración, que san Pablo llama “orar en lenguas” o “gemidos inefables”. Se consideran un don de Dios, no algo forzado o provocado.

En algunos países, como en la India, la Renovación fomenta que la oración en lenguas sea, sobre todo, cantada. Sirve para hacer oración verbal no intelectual, no es imprescindible tener el don para ser carismático católico y no expresa mayor santidad o espiritualidad, pero quienes rezan en lenguas declaran que les ayuda mucho en su vida de oración y les da mayor libertad y cercanía a Dios.

Muchos consideran la oración en lenguas la puerta a otros carismas: la palabra de conocimiento (saber cosas útiles reveladas por el Espíritu Santo), el don de consejo, la profecía (que no es hablar del futuro sino exhortar y edificar con palabras o imágenes que inspira el Espíritu)… Siempre se insiste en que es Dios quien actúa a través de los hermanos, y que estos dones se ejercen, sobre todo, en el contexto del grupo que ora, para beneficio de la comunidad y edificación de la Iglesia.

Lloros y emotividad

En cuanto a la emotividad, lloros, temblores y otras manifestaciones, los carismáticos católicos tienen la experiencia (ya de medio siglo) de que esas cosas forman parte del ser humano y de que Dios también actúa sobre la emotividad de los hombres.

Cuando un cristiano dice que Jesús es su Señor, lo reconoce también como Señor de su emotividad, igual que lo es de su intelecto, su espiritualidad o su vida familiar, económica, laboral y solidaria. Además, las lágrimas suelen verse como signos externos de transformación interna, y forman parte del proceso de sanación, o conversión.

Otro fenómeno que se da a veces es el llamado “descanso en el Espíritu”: el mismo cuerpo parece entregarse en contemplación o adoración y cae (al suelo, si nadie lo recoge). Es una experiencia relativamente común, que quienes la experimentan constatan que les aporta paz, cercanía a Dios y docilidad al Espíritu Santo.

A menudo también se constata que tras un descanso en el Espíritu desaparecen problemas emocionales, o espirituales, heridas, obsesiones o incluso enfermedades físicas. En algunos grupos o países es más frecuente que en otros.

Por otra parte, las emociones no son iguales en un ambiente carismático del África negra que en un grupo de oración carismática en Noruega. La expresividad y emotividad es distinta.

Los grupos españoles, llenos de hermanos llegados de Hispanoamérica, suelen encontrar un punto medio que acomode las distintas sensibilidades con libertad. A los más expresivos se les pide un poco de contención, y a todos se les pide empatía y respeto por los sentimientos y los procesos de los hermanos. Hay que tener en cuenta que en el mismo grupo alaban y rezan juntos personas recién llegadas a la fe y cristianos maduros de muchos años.

La conexión protestante

Los estudiantes de Duquesne hace 50 años habían estudiado algo la experiencia de los protestantes pentecostales y de los carismáticos baptistas, metodistas o episcopalianos, y habían leído sus libros-testimonio clásicos La Cruz y el puñal y Hablan otras lenguas.

Una protestante carismática acudió a su retiro a contar su experiencia del Espíritu, y oró con ellos. Desde el principio, los carismáticos, en EEUU y en el resto del mundo, sintieron un llamado a trabajar con la unidad de los cristianos y a confiar en que el Espíritu Santo encontraría las vías para suscitar esa unidad.

En 2006 se celebró el centenario del nacimiento del pentecostalismo, que empezó en una destartalada iglesia de la calle Azusa de Los Ángeles en 1906. Junto con docenas de congregaciones pentecostales y carismáticas católicas, estaba Charles Whitehead, veterano líder de la Renovación Carismática Católica, y miembro del gabinete organizador del evento.

El predicador pobre y negro… bautizado católico

El hombre que encendió la llama en 1906 (avivada por el Espíritu) fue el pastor negro William Joseph Seymour, un predicador pobre, tuerto, hijo de esclavos.

De bebé en Lousiana fue bautizado católico, detalle importante que las crónicas protestantes no siempre reseñan. Fue educado como baptista, se afilió al movimiento de holiness (santidad) del que surgirían muchos pentecostales, y en 1905 acababa de descubrir la doctrina del “bautismo en el Espíritu Santo” en un curso bíblico del pastor metodista Charles Parham.

Seymour predicó en Los Ángeles la necesidad de ser santo, como muchos otros. Pero añadía la necesidad de recibir el poder de Dios para evangelizar y hacer milagros, el “bautismo en el Espíritu Santo”, distinto e independiente del bautizo en agua. Este poder se obtendría entregándose a Dios, pidiendo ser bautizado en el Espíritu; a menudo, se obtendría si otros hermanos rezan imponiendo las manos sobre quien lo pidiese.

Los feligreses de Seymour en Los Ángeles recibieron a partir de abril de 1906 el don de orar y hablar en lenguas; muchos pensaban que hablaban lenguas extranjeras por gracia divina, para poder ir a evangelizar a países lejanos, y se publicaron  testimonios de extranjeros (judíos, indios) que oían a pentecostales negros o blancos hablar en sus idiomas en aquel deteriorado edificio vacante en el número 321 de la Calle Azusa.

Hombres fornidos de todas las razas caían al suelo llorando, abrazándose, rezaban unos por otros, se pedían perdón mutuamente y a Dios. Unos rezaban en lenguas, otros anunciaban mensajes divinos, profecías. El fervor sincero y las conversiones auténticas se mezclaban a veces con timadores o aprovechados.

Durante años, alguien que experimentaba el “bautismo en el Espíritu” y necesitaba orar en lenguas, bailar, alabar a voz en grito, profetizar, etc… difícilmente tenía cabida en las denominaciones protestantes tradicionales (baptistas, metodistas, presbiterianos, anglicanos).

Las cosas cambiaron hacia 1960. Se calcula que había entonces unos 10 millones de pentecostales y empezaba a haber protestantes que rezaban y vivían “a la manera pentecostal”. En 1958 los episcopalianos aprobaron su rama pentecostal. Los luteranos y los presbiterianos, en 1962.

Y en 1967 llegó el retiro de Duquesne y la experiencia carismática se extendió entre los católicos. Hay quien considera que fue un movimiento providencial del Espíritu Santo: una ola de experiencia mística para contrarrestar la mezcla de sensualidad y racionalismo cínico que llegarían con la revolución sexual del 68, la tecnológica y el materialismo marxista.

En el siglo XXI

Ahora, medio siglo después, la Renovación Carismática ha crecido y está perfectamente integrada en la Iglesia, aunque hay quien dice que es la estrcutura eclesial la que no consigue dejarse “renovar”. Pero los desajustes son mínimos y tienen que ver, a menudo, con la escasez de clero y la abundancia de fieles.

En los cientos de miles de grupos surgen líderes laicos, y ya hay nietos que aprenden de la experiencia carismática de sus abuelos. Eso no siempre es bueno, porque la tentación de repetir lo de antaño casa mal con el Espíritu que “hace nuevas todas las cosas”.

Empieza a darse un clero que ha vivido y entiende la experiencia carismática. Y hay muchos elementos carismáticos que empiezan a establecerse en la vida parroquial con la normalidad de la cotidianidad: canciones, expresiones, grupos, formas de evangelizar, formas de rezar…

Pero en la Renovación insisten: siempre será necesario pedir, una y otra vez, que el Espíritu Santo se derrame con su fuerza y su poder, y ver el mundo desde el señorío de Cristo. Los carismáticos, como toda la Iglesia, cantan con insistencia: “Maranathá, ven, Señor Jesús”.

En El Arca y la Paloma, el 17 y 18 de febrero, 50 años después, en el mismo lugar donde se inició la RCC, se emite un encuentro especial de oración en streaming: hay que registrarse (gratis) en www.thearkandthedoveworldwide.org

Un ejemplo en vídeo: el encuentro nacional de la Renovación Carismática en España de 2015: misa, alabanza, adoración, intercesión…

Por Pablo Ginés

Artículo publicado originalmente por Religión en Libertad

Fuente: Aleteia