El Vademécum para interpretar Amoris
Laetitia afirma que el discernimiento de los casos difíciles está reservado al
obispo
Varias
instituciones religiosas, cardenales y expertos, están presentando libros para
entender la exhortación de Francisco sobre el amor en el matrimonio y la
familia “Amoris laetitita”.
Uno de estas guías es “Acompañar, discernir,
integrar. Vademécum para una nueva pastoral familia a partir de la exhortación
Amoris laetitia”, escrita por los profesores y sacerdotes José
Granados, y Juan José Pérez-Soba, y el laico Stephan Kampowski
del Pontificio Instituto Juan Pablo II (Roma).
Como informó Religión Confidencial, es explicar
las interpretaciones diversas del texto del Papa, de cara a dar respuestas a las
preguntas prácticas que se hacen “los pastores que escuchan confesiones,
obispos que quieren ofrecer líneas de acción pastoral a sus sacerdotes,
familias activas en la pastoral familiar… A ellos quiere dirigirse este
vademécum, que trata de ofrecer las líneas seguras de actuación en tan
importante negocio”.
Los
autores resaltan en el libro que “está en juego la
capacidad de la Iglesia para anunciar el evangelio de la familia” e insisten
que buscan seguir la invitación del Pontífice que en Amoris Laetitia
dice: “la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad
de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales,
morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si
es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar
mayor claridad”
Para
estos autores y expertos la forma “honesta” de reflexionar supone, ciertamente, evitar
los dos extremos que el Papa señala, y que “van desde un deseo desenfrenado de
cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de
pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando
conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (AL 2).
Discernimiento subjetivo
Estos
profesores del Instituto Pontificio Juan Pablo II señalan algunos criterios que
permiten una lectura coherente de la Amoris Laetitia. El primero es el
itinerario sinodal y “el Papa no ha querido ir más allá de lo que las asambleas
sinodales han dicho. (…..) No estamos ante un Papa revolucionario que
rompa la Iglesia con intuiciones geniales pero aisladas; sino ante un Papa
que quiere vivir la comunión eclesial hasta el fondo”, subrayan en el
prólogo del libro.
La
segunda coherencia es la del documento en sí mismo. “Sería absurdo interpretar
un texto sobre la familia, que pone el amor al centro, en clave de un
discernimiento subjetivo, propio del individualismo contemporáneo”.
Los
autores descubren tres estilos de redacción. “El primero se apoya en los
sínodos; el segundo glosa las catequesis sobre la familia de Francisco y las de
Juan Pablo II sobre la Teología del cuerpo; en el tercero el Papa
escribe sus notas, ofreciendo ideas nuevas. Son estos últimos textos los que
dan la clave de interpretación de todo el escrito. Aquí se encuentran sobre
todo el capítulo cuarto y quinto, que son la referencia principal con la que
comprender coherentemente el capítulo octavo”.
La
última coherencia para leer el texto nos la da la tradición de la Iglesia. Francisco
mismo señala que no hay un cambio doctrinal ni disciplinar. “Rige el
principio de continuidad: donde haya, en Amoris laetitia, un texto ambiguo o
discutido, la única interpretación válida es la que lo lea en continuidad con
el magisterio anterior”.
Proponen
un capítulo (Amoris laetitia 294) como luz principal de toda la
exhortación en su vertiente pastoral, especialmente para leer el capítulo
octavo y es lo que hizo Jesús con la samaritana, un “caso difícil”, pero es el
mismo Cristo quien propone “la conversión con claridad y sin concesiones” e
invita a la mujer adúltera a no pecar más.
Recuerdan
que “la luz del amor verdadero se ha de considerar la verdadera clave del discernimiento”. En
esta línea, apuntan que uno de los principios con más peso en la exhortación es la
“consideración del vínculo matrimonial, no como un efecto jurídico, sino
como expresión del verdadero amor y objetivo prioritario de toda pastoral”.
Lo que nunca se puede
hacer
El
libro explica la distinción entre “la ley de la gradualidad” y la gradualidad
de la ley”: “El error consiste en adaptar la exigencia
imperativa de la ley a las capacidades subjetivas de las personas. Esto es lo
que nunca se puede hacer. Equivale a decir: esta ley es demasiado exigente
para ti, he de formular otra que sea válida para tu caso (….) El Papa
Francisco es muy claro al respecto, afirmando que hay una única ley moral que
une a todos los hombres: la ley es también don de Dios que indica el camino,
don para todos sin excepción que se puede vivir con la fuerza de la gracia (AL
295)”.
En
el capítulo de los casos irregulares, concreta que es necesario preparar a
nivel diocesano, a personas, sacerdotes, consagrados y matrimonios para poder
tratar a personas que se hallan en esas situaciones. Y toman como referencia
las llamadas que aparecen en Amoris Laetitia sobre los riesgos que se corren, ya
sea de arbitrariedad (que un sacerdote busque excepciones por su cuenta: AL 300)
como de rigidez (aplicar solo normativas generales: AL 2).
En
este sentido, recuerdan la indicación del Papa Francisco en su Motu proprio
sobre nulidades de crear “una estructura estable” que ayude a los casos de
nulidad. “Estas iniciativas avalan la intervención autorizada del obispo, pues
centralizan la atención pastoral de esos casos. (…) Ningún sacerdote, por
cuenta suya, se debe atribuir la autoridad de hacer su propio proceso
individual. Los pastores invitarán siempre a las personas en estas
situaciones a que se integren en el proceso diocesano”, apuntan en el libro.
Asimismo,
explican que esta medida las agradecen los sacerdotes que se saben ellos mismo
acompañados y sostenidos por su obispo. Es un ejercicio de prudencia
reservar el discernimiento eclesial de los “casos difíciles” a un programa
propio de la diócesis o zona pastoral. Así se toma en serio a las personas
y se evita cualquier impresión de arbitrariedad o de soluciones precipitadas o
emotivistas, faltas de razones legales. Es la forma de actuar según la
enseñanza de la Iglesia, como pide la exhortación, haciendo caso a las
instancias del sínodo (AL 300)”.
Aclaraciones a algunas
notas
En
otro capítulo explican el camino hacia la Eucaristía: “El que vive en
contra del sacramento del matrimonio, relacionándose con alguien que no es
su cónyuge como si lo fuera, no está preparado todavía para abrazar ese
modo de vida, no está preparado para decir Amén. Quién no esté todavía listo
para asimilar sus palabras no querrá tampoco asimilar el cuerpo. ¿Quiere esto
decir que el camino de estos hermanos nuestros hacia la plena integración en la
Iglesia tiene que realizarse al margen de la Eucaristía? De ninguna manera. Si
ellos participan en cierto modo del Cuerpo de Cristo, participan también en
cierto modo de la Eucaristía, activos en la liturgia”.
Otro
capítulo titulado “aclaración de algunas notas del texto que han recibido
interpretaciones abusivas” dicen que algunos han querido ver en las notas
336 y 351 un cambio en la disciplina eucarística sobre los divorciados en una
nueva unión.
Recibir la Eucaristía
En
cuanto a la nota 351 que dice que en ciertos casos la Iglesia podría ofrecer la
ayuda de los sacramentos a quien vive en una situación objetiva de pecado, sino
fuera subjetivamente culpable o n lo fuera en modo pleno, los autores aclaran
que el texto se refiere en general a condiciones objetivas de pecado, “sin
indicar que estas sean manfiestas ni que la persona se obstine a permanecer en
ellas.
“Estos
dos agravantes hacen imposible suministrar la absolución y administrar la
Eucaristía a los divorciados en una nueva unión, pues se pondrá en peligro el
bien común de la Iglesia y su confesión púbica”.
Siguiendo
a San Buenaventura, señalan que “la imposibilidad de recibir la comunión es un
bien medicinal para los divorciados vueltos a casar en su camino hacia la
integración. Los divorciados en una nueva unión que aceptan no recibir la
Eucaristía, prestan un servicio al bien común de todas las familias”.
A
estos cristianos, el libro dice que la Iglesia no los juzga como de segunda
clase, puesto que son capaces de vivir la plenitud de las palabras de
Jesús.
Fuente:
ReligionConfidencial