Consideraciones para alcanzar la oración que sí funciona
«Al orar no multipliquen las
palabras como hacen los paganos, que piensan que por mucho hablar serán
atendidos. Ustedes no recen de ese modo...» (Mt 6, 7-8)
En su libro
Catolicismo y Cristianismo, el telepredicador Jimmy Swaggart dice que el
Rosario «fue copiado de los hindúes y los mahometanos. Recitar oraciones
repetitivamente es una práctica pagana y está condenado explícitamente por
Cristo». Éste y muchos otros practicantes del protestantismo gustan de tomar la
cita bíblica de Mateo 6, 7 para criticar las fórmulas oracionales empleadas por
la Iglesia, pasando por alto que el Nuevo Testamento exalta la oración
insistente:
• «Le
suplica [Jairo a Jesús] con insistencia, diciendo: "Mi hija está a punto
de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva"» (Mc
5, 23).
• «Éstos
[ancianos que pedían a Cristo la curación del siervo del centurión], llegando
donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: "Merece que se lo
concedas"» (Lc 7, 4).
• «Así
pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba
insistentemente por él a Dios» (Hch 12,5).
•«Noche y
día le pedimos [a Dios] insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo
que falta a vuestra fe» (1 Tes 3, 10).
El
Padrenuestro, sí o no
Orar
insistentemente por una cosa es repetir una y otra vez lo mismo. Volver a las
mismas palabras no tiene en sí nada de malo, defectuoso o inútil. De hecho, el
mismo Señor nos dejó la oración del Padrenuestro para que la repitamos toda
nuestra vida: «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los
cielos...» (Mt 6, 9ss).
Pero algunos
hasta dicen que el Padrenuestro es sólo una «oración modelo» para inspirarnos a
hacer nuestra propia oración, sin fórmulas escritas ni memorizaciones, y que
sólo de este modo evitaremos caer en el «pecado» de la vana repetición.
La enseñanza
de Jesús
¿A qué se refiere Cristo al desaconsejarnos orar multiplicando las palabras «como hacen los paganos, que piensan que por mucho hablar serán atendidos» (Mt 6, 7)? Responde Fernando Sales-Mayor en Apologética.org:
«Jesús... no
condena las oraciones repetitivas judías, de las cuales había muchas. Por
ejemplo, el libro de los Salmos es una colección de himnos y oraciones usadas
repetidamente en celebraciones judías en las cuales el mismo Jesús participaba.
Uno de los salmos, el 136, es en sí mismo una oración repetitiva, en forma de
letanía. La Pascua, celebrada por Jesús antes de su crucifixión, incluía
oraciones fijas que eran repetidas anualmente, entre ellas los salmos del 113
al 118. A continuación de la Última Cena, Jesús fue al huerto de Getsemaní y
oró la misma oración tres veces seguidas (cfr. Mt 26, 39-44). Así pues, también
Él recurrió a la oración repetitiva.
«En Mt 6, 7-8
Jesús nos previene contra las prácticas de oración de los paganos, quienes
tenían una visión mágica de la oración y cuyas oraciones repetitivas Él sí
condenó... Pero no condena la mera repetición sino la charlatanería de los
paganos. ¿Qué tipo de charlatanería practicaban los paganos? Miremos en 1 Reyes
18, 26-29, donde los profetas paganos en el monte Carmelo trataban de invocar a
Baal durante todo el día, invocando repetidamente su nombre y llevando a cabo
danzas rituales: "Pero no se oyó ni una respuesta"...
«Las oraciones
de los profetas paganos eran vanas porque, después de pasar el día entero
llamando desesperadamente a Baal, éste nunca les respondía. No era un dios
real, a diferencia del Dios de Israel, que siempre responde a la oración sincera.
El argumento de Jesús en Mt 6, 7 es que no necesitamos -como hacían esos
paganos- pasarnos todo el día saltando sobre altares, cortándonos con cuchillos
o delirando para ser escuchados por nuestro Padre del Cielo. Él escucha
nuestras oraciones al margen de qué tipo de oración sea, larga o corta,
compuesta o improvisada, en grupo o individual, repetitiva o única; eso sí,
siempre y cuando sea sentida, entendida, y no "de corridillo", en
cuyo caso es vana, vacía, reducida a palabrería».
Repeticiones «espaciadas»
Entonces,
pues, al rezar no se falla por emplear oraciones escritas o aprendidas de
memoria. Tampoco si nuestro rezo emplea palabras repetitivas; de hecho, la
manera más fácil de hacer una oración perseverante es repitiéndola. Y al
argumento de algunos de que, si nuestra oración es la misma, al menos debemos
espaciarla en el tiempo para que no sea repetitiva, responde Sales-Mayor: «Dios
está por encima del tiempo, le da igual que le pidamos lo mismo cada quince
segundos que cada mucho rato»; y añade que conviene hacer esa oración sin
espaciarla pues así «en un tiempo razonable presentamos nuestra oración más
veces, mientras que al rezar un Avemaría cada mucho rato, difícilmente nos
permitiría rezar el Rosario entero en un día, aparte de que interrumpiría
constantemente nuestras actividades. San Pablo dice que tenemos que orar
constantemente (cfr. 1Tes 5, 17); no dice "orar con moderación, no sea que
nos repitamos", lo cual es inevitable en la oración continua».
Por su parte,
el padre Jordi Rivero, en Corazones.org, dice que en Mateo 6 Jesús también nos
advierte de la vanagloria que obstaculiza la auténtica oración: «Siempre hay la
tentación en quien reza de creerse mejor que los demás por el hecho mismo de
rezar. En el tiempo de Jesús los fariseos desarrollaron una élite religiosa con
prácticas y rezos que eran inaccesibles al hombre común. Por eso se creían
superiores. Repetían palabras en la oración poniendo más importancia en sus
propios logros que en el don de Dios. Su pecado era la soberbia. "Algunos...
se han dado a vanas palabrerías; pretenden ser maestros de la Ley, cuando no
saben lo que dicen, ni lo que rotundamente afirman" (1 Tim 1,6-7). «Podemos ver en este contexto por qué Jesús critica
a los "que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados". Se
trata de palabras que no surgen del corazón, a lo que hoy llamamos rezar
"de la boca para afuera". Éstos ponen su confianza en el poder de sus
propias palabras más que en Dios».
¿Oración o
magia?
En realidad
hay muchos hoy que siguen poniendo su confianza en las palabras, en lugar de
ponerla en el Señor; caen, así, en la práctica de la magia, puesto que la magia
pretende utilizar recursos (oraciones, ritos, etc.) que, se supone, guardan en
sí mismos un poder tan grande sobre Dios que Él no puede resistirse. Así, las
famosas cartas en cadena -ya también las hay por internet-, las populares imágenes
en las redes sociales que invitan a publicarlas o a contestar amén como fórmula
para "garantizar" obtener el favor requerido y las novenas
"infalibles" para obligar a Dios a conceder un favor -«pida un deseo
de negocios y dos imposibles», dice una de las cadenas más famosas- son magia
y, por tanto, pecado de superstición, porque pretenden conseguir un resultado
garantizado con sólo repetir mecánicamente una serie de palabras, sin necesidad
alguna de conversión.
Así, cualquier
oración hecha en forma distraída es una total pérdida de tiempo. Santa Teresa
advierte que cualquier oración vocal requiere «advertencia», es decir, tener
clara conciencia de lo que se está diciendo en el momento mismo en que se dice,
además de hacerlo con una actitud básica de amor a Dios. Reuniendo estas
condiciones cualquier oración repetitiva es tan meritoria como una oración
espontánea, y, por tanto, puede acercarnos a la vida en el Cielo, donde
esperamos, con los cuatro vivientes del Apocalipsis, repetir «sin descanso día
y noche: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del Universo, aquel que
era, que es y que ha de venir"» (Ap 4, 8).
Por: Diana R. García B.
Fuente: elobservadorenlinea.com