Aventura nocturna
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
Íbamos Verónica y yo hacia el Noviciado. Como anochece
tan pronto, ya estaba todo oscuro. Al llegar, yo me quedé en la sala y Verónica
continuó hacia la galería. Volvió a los pocos segundos, a toda velocidad, y
cerró la puerta.
-¿Qué te pasa?
-Pues... -risa nerviosa- ¡que se ha colado un
murciélago y le tenemos volando por el pasillo!
Abrimos las ventanas, comenzamos a hacer aspavientos para
intentar "guiarle" hacia la salida... pero al animalillo le pareció
un juego divertidísimo, y cada vez volaba más cerca de nosotras.
Tras un buen rato, cruzó la ventana y se perdió bajo
el cielo estrellado.
Durante ese tiempo pude observar a nuestro pequeño
amigo. Así descubrí que los murciélagos... ¡son como la fe!
Los Padres de la Iglesia decían que la fe entra por el
oído. Y, es verdad, muchas veces nos gustaría "ver más", y, sin
embargo, Cristo es el Verbo, ¡tiene una Palabra para ti!
Y una cosa está clara: el pequeño murciélago tal vez
no tenga mucha visión... pero el hecho es que, guiándose con su oído, ¡no se
estrellaba! Por muy cerca que volase de nuestros brazos, no se chocó nunca. Y
es que Cristo no promete iluminarte todo el camino que tienes por delante...
pero te asegura la luz que necesitas para dar el siguiente paso. Y, de Su mano,
¡vas seguro! La fe no es tanto una vista aguda... ¡sino un oído fino!
Hoy el reto del amor es ser murciélago. Te invito a
que en tu oración leas en voz alta el Evangelio de hoy. Pídele a Cristo que te
hable a través de su Palabra. Y, a lo largo del día, párate a escuchar:
"Señor, ¿qué quieres decirme con esta situación, con esta
persona...?" ¡Mantén tus oídos atentos, pequeño murciélago, Cristo está deseando
que oigas sus susurros! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma