Con un acto de amor, todo diferente
Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
El domingo, después de la Eucaristía, dos niños de
apenas tres años se acercaron solos con soltura a la zona de la reja donde hay
un lampadario con velas que se encienden cuando echas una moneda. Los pequeños
echaron su moneda y, después de su hazaña, volvieron al banco donde estaba su
padre.
Momentos después, una madre se arrodillaba acompañada
de una pequeña que copiaba sus movimientos con una inmensa sonrisa.
En el locutorio, esa misma tarde, una familia lanzaba
besos a la Virgen.
Estas escenas tan seguidas, en un mismo día, me
llevaron a recordar el cariño con que nuestros padres nos enseñaban a
arrodillarnos en la iglesia, a encender velas, a lanzar besos a María.
Son pequeños gestos que, con el paso del tiempo, se
pueden volver automáticos, considerados "serviles", carentes de
sentido o parte de un ejercicio físico dentro de una tradición... y, sin
embargo, son los que hacen que el corazón se ponga "en línea" con el
Señor. Los signos, los gestos, por sí solos no son nada, pero, ¿y si los unimos
a un acto de amor? Los efectos son instantáneos: el corazón entra en contacto
con lo divino, se dispone a entrar en diálogo con el Señor.
De esta manera, poner una vela siempre irá unido a una
oración; arrodillarte, a un "te necesito", "te quiero",
"aquí me tienes"... es reconocerte necesitado de Cristo, saberte
pequeño y ver en Él toda Su grandeza y, a su vez, abrirte para que pueda actuar
en ti.
Hoy el reto del amor es que hagas un acto de amor al
hacer un signo relacionado con el Señor. Poniendo amor en tus gestos te
descubrirás una persona nueva, todo cobra sentido y la rutina desaparece.
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma