Amor que sorprende
Ayer, durante la comida, me llevé una grata sorpresa.
Tras servir la comida pasan la fruta en una bandeja, y
cada una elige si quiere coger o no, y qué fruta prefiere.
Mientras veía a la hermana acercarse a mí con la
bandeja de fruta, estuve dando vueltas: "¡Cómo me apetece una naranja...!
El caso es que, sólo por no tener que pelarla... Además, me mancho el hábito
seguro..."; así que, de la misma manera, dije que no quería nada, y la
hermana pasó de largo.
Pero, treinta segundos más tarde, llega la otra
hermana con una bandeja llena de rebanadas de naranja, peladas y azucaradas,
para que nos sirviéramos como postre.
Fue una pasada ver lo que acababa de ocurrir. Me serví
muy contenta, y dando gracias al Señor por la hermana que estaba en la cocina y
que se había dedicado a hacernos este postre.
Realmente el amor es detallista, se adelanta a las
necesidades de la persona, e incluso va más allá, trata de llegar al corazón,
de hacérselo fácil y sorprendente.
Lo vemos en Jesús: Él mismo, siendo el Mesías, el que
todos habían estado esperando, no tuvo problema en quitarse el manto y
arrodillarse a lavar uno a uno los pies de sus discípulos, ¡y eso que aquel
gesto era oficio de esclavos! Y, al terminar, nos dijo: «Haced vosotros lo
mismo».
Amar es darse, es no pertenecerse, y, cuando leo esto,
me doy cuenta de que no nos pide de golpe grandes hazañas, sino empezar por lo
poco, por las cosas sencillas, por los pequeños detalles que siempre
sorprenden.
Hoy el reto del amor es pensar un detalle para cada
una de las personas con las que vas a pasar el día. Ora y pregunta al Señor qué
podrías hacer por cada uno, cómo llegar a su corazón, y mostrarles que les
quieres.
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma