El Santo Padre celebra una misa en sufragio por los obispos y cardenales
fallecidos este año
El Santo Padre ha recordado que Dios será
el juez de “nuestro recorrido terreno”, pero un juez cuyas
características son “la misericordia y la piedad”. Así
lo ha explicado en la misa celebrada esta mañana en la Basílica Vaticana en
sufragio por los cardenales y los obispos fallecidos este año.
El mes de noviembre, que la piedad
cristiana dedica al recuerdo de los fieles difuntos, suscita cada año en la
comunidad eclesial “el pensamiento de la vida más allá de la muerte” y sobre
todo “el pensamiento del encuentro definitivo con el Señor”, ha recordado el
Santo Padre en la homilía.
Asimismo, el Pontífice ha pedido
encomendar los cardenales y obispos fallecidos “a la bondad misericordiosa del
Padre” renovando el reconocimiento “por el testimonio cristiano y sacerdotal
que nos han dejado”. Nada nos puede
separar del amor de Cristo, ha recordado, ni tribulación, ni angustia, ni
persecución, ni peligro, ni muerte, ni vida…
Los obispos y cardenales por los que se
celebra hoy el sufragio –ha señalado el Pontífice– sabían bien que nuestra
peregrinación terrena termina ante la casa del Padre celeste y que solo allí se
encuentra “la meta, el descanso y la paz”. A esa casa nos conduce el Señor,
“nuestro camino, verdad y vida”.
Por otro lado, ha explicado que el camino
hacia la casa del Padre comienza, para cada uno de nosotros, “en el mismo día
en el que abrimos los ojos a la luz y, mediante el bautismo, a la gracia”. Y
una etapa importante de este camino para los sacerdotes y obispos, tal y como
ha recordado el Papa, es el momento en el que pronuncian “aquí estoy” durante
la ordenación sacerdotal. Desde este momento “estamos unidos a Cristo de forma
especial, asociados a su sacerdocio ministerial”, ha precisado el Santo Padre.
Los cardenales y obispos “han sido
pastores del rebaño de Cristo y, imitándole, se han gastado, donado y
sacrificado por la salvación del pueblo encomendado”. Lo han santificado –ha añadido– mediante los
sacramentos y lo han guiado en el camino de la salvación; llenos del poder del
Espíritu Santo han anunciado el Evangelio; con amor paterno se han esforzado
por amar a todos, especialmente a los pobres, los indefensos y necesitados de
ayuda.
En el nombre del Dios de la misericordia
y del perdón, “sus manos han bendecido y escuchado, sus palabras han consolado
y secado lágrimas, su presencia ha testimoniado con elocuencia que la bondad de
Dios es inagotable y su misericordia es infinita”. Algunos de ellos –ha
asegurado– han sido llamados a dar testimonio del Evangelio de forma heroica,
llevando pesadas tribulaciones.
Finalmente, el Santo Padre ha reconocido
que a la luz del misterio pascual de Cristo, su muerte es “el ingreso a la
plenitud de vida”. Y así ha indicado que en esta luz de fe “nos sentimos
todavía más cerca de nuestros hermanos difuntos”. La muerte nos ha separado
aparentemente, “pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos une de forma aún
más profunda”. Por eso “continuaremos a sentirles junto a nosotros en la
comunión de los santos”. También nosotros –ha aseverado el Papa– esperamos con
firme esperanza el día del encuentro cara a cara con el rostro luminoso y
misericordioso del Padre.
ROCÍO LANCHO GARCÍA
Fuente:
Zenit