Estos mártires enseñan
“una lección de coherencia y valentía, de confesar a Cristo hasta el último
momento y hasta las últimas consecuencias”
Ayer sábado 8 de octubre fueron beatificados en la catedral
de Oviedo los Siervos de Dios P. Genaro Fueyo, Antonio González, Isidro
Fernández y Segundo Alonso, también conocidos como los ‘mártires de Nembra’, un
sacerdote, dos padres de familia y un laico
que dieron su vida durante
la persecución religiosa de la Guerra Civil española dando “testimonio de
fidelidad a Cristo” hasta el último momento.
La celebración fue presidida por el
Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal Angelo
Amato, siendo “un día histórico para la diócesis”, según afirma el P. Alejandro
Soler, secretario de la comisión de la causa de beatificación de estos mártires
españoles, quien precisó que su fiesta litúrgica será el 21 de octubre.
El P. Soler explicó en declaraciones a
ACI Prensa que estos mártires enseñan “una lección de coherencia y valentía, de
confesar a Cristo hasta el último momento y hasta las últimas consecuencias”.
“También dan una lección de perdón porque en las cartas que los mártires dejaron para sus familias, les pedían que perdonaran y que tuvieran la paciencia de sufrir lo que viniera por Cristo, en fidelidad a la propia fe”, afirmó el secretario de la comisión de la Causa de Beatificación.
El P. Genaro Fueyo tenía 72 años en
octubre de 1936, cuando fue arrestado en la persecución religiosa que tuvo
lugar durante la Guerra Civil española (1936-1939). Era sacerdote diocesano y
muy activo en la Adoración Nocturna Española, de la que formaba parte. Tras ser
arrestado, lo llevaron donde se encontraban Seguro Alonso e Isidro Fernández,
ambos padres de familia, quienes habían sido arrestados y se encontraban
retenidos en una iglesia en la localidad asturiana de Nembra.
Los tres fieles pidieron morir en la
iglesia, donde asistían diariamente a la Eucaristía, y fueron obligados a cavar
su propia tumba. El P. Genaro pidió ser el último en morir para poder animar a
sus feligreses hasta el último momento.
El P. Soler afirmó a ACI Prensa
–visiblemente emocionado- que la beatificación del P. Genaro para los
sacerdotes diocesanos de Asturias es “un gran motivo de orgullo y alegría
porque es el ejemplo de ‘uno de los nuestros’ que es elevado a los altares por
haber confesado a Cristo hasta la sangre”.
Segundo Alonso tenía dos hermanos
dominicos misioneros y una hermana dominica de clausura. Tuvo doce hijos, fue
carpintero y también trabajó en las minas. Antes de morir, durante los días que
estuvo encerrado, animó a quienes se encontraban con él a hacer un “sincero
acto de contrición” ya que sabía que su muerte podía estar cercana.
Isidro Fernández era minero y padre de 7
hijos, tres de los cuales serían religiosos. Según precisan desde la diócesis
de Oviedo, Isidro declaró antes de morir: “Siempre nos han acusado de ser unos
rezadores y unos carcas; por lo que se ve el único delito de que nos acusan es
ser católicos y esto es un honor para nosotros. Delitos no tenemos ninguno, por
lo tanto, nada nos pueden hacer. Dios sabe por qué nos tiene aquí y en sus
manos estamos; si Él lo permite, por algo será”.
“Que dos laicos padres de familia hayan
antepuesto su fidelidad a Cristo a todo lo demás, e incluso hasta su propia vida
es un motivo de acción de gracias a Dios que sigue regalándonos gente que son
verdaderos testigos, que es lo que significa la palabra mártir. Testigos que
nos señalan el camino de la fidelidad total que es posible”, declaró el P.
Soler a ACI Prensa.
Antonio González había querido ser
dominico, como su hermano, un problema de salud se lo impidió. Estudiaba
magisterio y se encargaba de la catequesis de los más jóvenes en la Adoración
Nocturna. Según precisan en la diócesis de Oviedo, le ofrecieron salvarse si
rompía un cuadro del Sagrado Corazón, el ara del altar de su parroquia o si
blasfemaba. Sin embargo, Antonio dijo “¡viva Cristo Rey!”, por eso le cortaron la lengua
y le mataron. Nunca se encontró su cuerpo.
Fuente:
ACI Prensa