Las relaciones basadas en el
egoísmo, en que uno “tiene derecho a ser feliz” terminan muchas veces en
catástrofe
1. Es verdad: los humanos somos todos muy diferentes,
especialmente si comparamos hombre y mujer y llegamos al matrimonio con
expectativas diferentes. Eso puede llegar a generar conflictos.
2. Es cierto, necesitamos distintas dosis de cercanía /
lejanía. No sé si lo llamaría así, más bien sería distintos niveles de
intimidad. Si esas necesidades no son satisfechas, o quedan desatendidas, como
dice el video, podría llegar a generar sensaciones de abandono o ahogo, dependiendo
el caso.
Y allí fue donde entendí
cuál era el problema: si bien el video dice verdades, y verdades muy reales y
concretas sobre la relación de pareja, es el conjunto el que falla. Es como si
en el conjunto dijera: “no prestar atención a estas situaciones va a
llevar necesariamente a la infidelidad”.
Y me acordé de un cuento
de Julio Cortázar, Los posatigres donde una familia de locos
compran un tigre vivo para hacer escenografías. Dice Cortázar:
“Posar el tigre no es
demasiado difícil, aunque puede ocurrir que la operación fracase y haya que
repetirla; la verdadera dificultad empieza en el momento en que ya posado, el
tigre recobra la libertad y opta –de múltiples maneras posibles– por
ejercitarla”.
El problema de este
video radica en un reduccionismo de la conducta humana. Este
reduccionismo se llama “psicologismo”, que consiste en la reducción
de la realidad humana a solo aspectos psicológicos, como si la libertad humana,
el libre albedrío no tuviera nada que ver en el asunto.
No somos máquinas,
tenemos capacidad de razonar, y además tenemos el auxilio de
la Gracia sacramental del matrimonio para no cometer semejante
tontería. Como el tigre del cuento, tenemos que optar -de múltiples maneras
posibles- por ejercitar la libertad.
Pero hay un equívoco
con la palabra “libertad”, se cree muchas veces que quiere decir “hacer lo
que a uno le plazca”. La libertad es solamente un “poder moverse», lo que
determina la bondad o maldad del acto es el uso de esa libertad.
Si
yo le doy libertad a mi hijo para que “si él quiere” tome alcohol desde
temprana edad, no lo estoy haciendo libre. Probablemente le genere una
esclavitud del alcohol. La libertad cobra sentido cuando tiene un para qué
asociado.
El Catecismo de la
Iglesia dice en el número 1733:
“En la medida en
que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay
verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección
de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la
esclavitud del pecado”.
El video, entonces, dice
verdades, pero no dice la verdad.Con el auxilio de la Gracia, y actuando
libremente, deberíamos sobrellevar estos “desacuerdos” en materia de intimidad
de forma tal de resolverlos. El autor del video parece decir “si no
consigues lo que quieres en tu matrimonio, puedes ir a buscarlo afuera”.
El papa Francisco en
su última exhortación Post Sinodal lo
explica así:
“En
el fondo, hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada
uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera
verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y
cualquier cosa debiera permitirse. En ese contexto, el ideal matrimonial, con
un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las
conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad. Se teme
la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo
tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar el
logro de las aspiraciones personales”.
Las
relaciones basadas en el egoísmo, en que uno “tiene derecho a ser feliz”
terminan muchas veces en catástrofe.
Las relaciones basadas
en dar a nuestro cónyuge lo que él/ella necesita, llevan a la plenitud. “Hay
más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
Los seres humanos somos
cambiantes, y tenemos épocas en las que necesitamos más cercanía, y épocas en las
que necesitamos más distancia.
De todos modos nada
garantiza que la receta de “adecuada cercanía y lejanía”, aun cuando sea
posible detectarla milimétrica y precisamente para cada uno de los cónyuges
vaya a garantizar que el matrimonio esté blindado contra infidelidades. Existe
el pecado original, que nos hace elegir el mal aun cuando deseamos
el bien.
Lo
que realmente blinda a un matrimonio contra la infidelidad es la oración común,
la frecuencia de los sacramentos y el reconocernos pecadores que constantemente
necesitamos el auxilio de la graciapara
no hacer malas elecciones.
Allí está la explicación
de las palabras de Cristo que “por la dureza del corazón de los judíos” se les
había permitido el divorcio y la poligamia.
Ahora, con el auxilio de
la Gracia sacramental, el matrimonio dejó de ser un “contrato natural” para
convertirse en un medio de santificación, una fuente de Gracia.
Para revisar en nuestro
matrimonio, podríamos preguntarnos: ¿Soy consciente de las necesidades
de intimidad de mi cónyuge? ¿Lo ayudo en su santificación? ¿Hacemos oración
común? ¿Tenemos intimidad con Dios? ¿Frecuentamos la reconciliación y la
Eucaristía?
Fuente:
Catholic Link