Expresar en público la gracia es algo
pequeño pero significa mucho
¿Quieres hacer retroceder a
aquellos que intentan despojar de elementos cristianos los lugares públicos?
Empieza con pequeños gestos. Empieza por bendecir la comida incluso cuando
estés en público. ¿He dicho pequeños gestos? Diminutos, mejor dicho. Aunque
diminuto no significa insignificante.
Pero no lo hagas como el que
hace una declaración, porque no hay nada peor para dar testimonio que alguien
haciéndolo por espectáculo. “Oigan, mírenme lo cristiano que soy”… algo así
sólo haría que otros cristianos quieran hacerte mártir.
Bendice la mesa, da las gracias por los alimentos, porque es el
deber y el privilegio de la vida cristiana dar gracias a Dios y, por las razones que sean, hemos decidido que antes de comer es
un buen momento para mostrarse agradecidos.
Bendice la mesa en público porque es un deber que hay que ejercer
y un privilegio que hay que disfrutar, en cualquier momento y lugar. Debería ser algo
tan natural como estrechar la mano de alguien cuando nos encontramos.
Tal vez hayas pasado por una
experiencia similar a ésta: sales a comer con alguien que sabes que es
cristiano y cuando llega la comida se produce un momento incómodo cuando no
sabes si excusarte para bendecir la mesa o preguntar al otro si la bendecís
juntos.
He estado con gente, incluso
sacerdotes, que me han dicho —normalmente en tono avergonzado, aunque no
siempre— que nunca bendicen la mesa en público. Dicen que no quieren montar una
escena o llamar la atención o incluso dejar la fe en ridículo.
En mi opinión, lo que quieren
es evitar que algún bobo les suelte alguna grosería. Así que comen como los
impíos, como quizás lo hubiera expresado san Pablo.
Pensé sobre ello cuando,
desde el Instituto Portsmouth, me pidieron que diera
una charla sobre la
valentía en El
Señor de los anillos en
su congreso anual extraordinario (los artículos se publicarán en su revista Conversatio).
Tolkien muestra un ejercicio
del valor como fruto del deber y como fruto del amor, que, a menudo, son las
dos caras de la misma moneda.
Nos plantea una valentía
puesta en práctica en términos épicos, en una misión para salvar el mundo,
aunquenosotros
tenemos nuestros propios medios para cumplir con nuestro deber y demostrar
nuestro amor, desde nuestras cómodas vidas de cristianos.
Por tanto, si se bendice la mesa antes de comer, se bendice la mesa antes de comer, y eso incluye las comidas en los
restaurantes.
Si está bien rezar en casa
antes de la comida, también está bien rezar antes de comerte una hamburguesa
especial del chef con cebolla caramelizada, queso de cabra y salsa especial de
la casa o un costillar con salsa barbacoa en el restaurante argentino o una
quiche vegetariana en el restaurante de comida casera que dirige la vecina
francesa.
Si haces algo en casa o con
otros cristianos y luego temes hacerlo en público, te arriesgas a recibir la
reprimenda de Jesús: “A cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo
también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Personalmente,
es un riesgo que prefiero no correr.
Los cristianos dan las
gracias a Dios y, al cumplir con nuestro deber al respecto, incluso en un bar o
en un restaurante, damos testimonio
público de nuestra fe.
Piensa en lo que se pierde
cuando te niegas a cumplir con tu deber, a poner en práctica un diminuto ápice
de valor necesario para convertirte en ese tipo excéntrico que reza antes de
comer.
Estarías renunciando a la
oportunidad de ser un pequeño signo de que la fe cristiana es una opción viva y
que algunos cristianos en el mundo sí ejercen su fe de verdad.
Te niegas —y es una negación,
no un fracaso— a plantear un
pequeño aunque poderoso cambio en la narrativa secular que casi toda la
sociedad acepta y según la cual conforman sus vidas. Pierdes la oportunidad de insertar el
cristianismo en el mundo público del que ha sido extraído.
Dar las gracias a Dios antes
de empezar a comer es un gesto diminuto, cierto, pero no es un gesto
insignificante.
Es una forma de decir a la
gente que tal vez no sepa nada de Dios o de la Iglesia que existe un mundo donde es natural
mostrarse agradecido. Les transmite que conocemos a Alguien a quien podemos dar
gracias.
Fuente: Aleteia