Un seminario
menor para Segovia, arraigado en la familia.
Queridos
diocesanos: Después de haber consultado a la diócesis en diferentes niveles, he
llegado a la conclusión de la urgente necesidad de un seminario menor en
estrecha relación con las familias que deseen acoger y compartir esta
experiencia.
1. Situación actual y sus causas.
El clero
envejece. Dentro de cinco años, los sacerdotes diocesanos con edad de
jubilación (75 años) dejarán muchos puestos vacíos sin posibilidad de
sustitución. Las ayudas que recibimos de sacerdotes extradiocesanos son
provisionales. En la actualidad, Segovia sólo tiene un seminarista mayor, lo
que significa que en el futuro próximo no se ordene ningún nuevo sacerdote.
Sería irresponsable no contemplar este urgente problema sin ofrecer soluciones
adecuadas a su gravedad.
En las
reflexiones de los diversos consejos y grupos se constatan diversas causas de
esta situación: secularización de la sociedad, escaso o nulo compromiso de las
familias en la formación cristiana de sus hijos, falta de comunidades vivas en
las que se estime la vocación al sacerdocio, ridiculización en diversos
ambientes de la fe y de los niños y jóvenes que pretenden vivirla, procesos
catequéticos en los que está ausente la llamada al sacerdocio y a la vida
consagrada, carencia de testimonio atractivo y de alegría por la vocación en
quienes somos sacerdotes, falta de acompañamiento de niños y jóvenes que ayude
al discernimiento vocacional. Y otras más que se refieren al modo de entender
la vida sin referencia a las preguntas fundamentales del ser humano y a
factores sociales y culturales que impiden platearse la cuestión de Dios y la
de la entrega a él de por vida.
2. Orar y trabajar por el seminario menor
La diócesis de
Segovia debe reaccionar positivamente ante esta situación, avivando sus raíces
cristianas y responsabilizándose de modo comunitario de este problema. Debemos
orar al Señor con todas nuestras fuerzas. Pero no sólo. Hay que poner la mano
en el arado y trabajar para que la llamada de Dios a niños y jóvenes tenga
respuesta. Deben hacerlo, en primer lugar, las familias, animando a sus hijos
al sacerdocio, si Dios les llama. Los procesos catequéticos y la preparación a
los sacramentos de la eucaristía y la confirmación deberían suscitar vocaciones
para la Iglesia. Sacerdotes y catequistas debemos discernir los signos de la
llamada de Dios y acompañar a quienes los tienen hacia la madurez de la
decisión por Cristo.
Para hacer esto
posible, queremos recuperar para la diócesis el seminario menor que, como
demuestra la experiencia de tantas diócesis, es un cauce para crecer en la vida
cristiana y discernir la llamada de Dios. San Juan Pablo II decía que el fin
del seminario menor es «prepararse a seguir a Cristo Redentor con espíritu de
generosidad y pureza de intención» y lo definía, siguiendo al Concilio Vaticano
II, como una escuela de Evangelio «bajo la dirección paterna de sus superiores,
secundada por la oportuna cooperación de los padres…un género de vida que se
avenga bien con la edad, espíritu y evolución de los adolescentes, y se adapte
de lleno a las normas de la sana psicología, sin dejar a un lado la razonable
experiencia de las cosas humanas y el trato con la propia familia».
3. Proyecto del seminario
El Seminario
alternaría la vida comunitaria durante la semana con la vida familiar del fin
de semana, de modo que los padres no queden excluidos del proceso vocacional,
sino que participen en él en estrecha colaboración con el Seminario. La
importancia de la vida comunitaria ayuda al ejercicio de muchas virtudes y a la
formación de la personalidad en todos los aspectos de la vida: oración,
estudio, convivencia, trabajo mutuo, generosidad, amistad verdadera,
colaboración en las tareas que hacen más agradable y fecunda la vida común. Se
trata de ampliar la vida familiar a la comunitaria con niños y adolescentes de
su misma edad. Además, la distribución armónica de las diversas tareas —oración,
estudio, convivencia y diversión— ayuda al aprovechamiento del tiempo y
al rendimiento de las cualidades personales.
Los que
participaran en esta experiencia realizarían los estudios en alguno de los
colegios concertados de la ciudad, dirigidos por religiosos o religiosas y
vivirían en comunidad en las instalaciones del Seminario, preparado para este
fin. Junto a la formación propiamente espiritual, de iniciación a la oración y
a la vida cristiana, habría, como es natural, tiempo para el deporte y para
otras actividades recreativas y culturales que ayudan al cultivo del espíritu y
a la maduración de la personalidad.
4. Vida cristiana y discernimiento vocacional
Quiero invitar
a los padres a la reflexión sobre esta propuesta. El Seminario menor no es un
internado al uso. Es una experiencia de vida común, orientada al discernimiento
vocacional de aquellos muchachos que tienen alguna inquietud vocacional o, sin
tenerla, quieren progresar en la vida cristiana y están abiertos a la llamada
de Dios, si ésta se diera.
Lleguen o no al sacerdocio, la experiencia será
enriquecedora porque se alimenta de valores espirituales y morales, que, desde
el inicio del cristianismo, constituyen el mejor patrimonio pedagógico de la
tradición cristiana: me refiero a las virtudes humanas, morales,
sobrenaturales; a vivir con austeridad y sencillez; a saber compartir
gozosamente cuanto somos y tenemos; a aprender a mirar el mundo como lo mira
Dios; a alcanzar desde pequeños el espíritu crítico que ayude a discernir en el
futuro lo que más se conforma a la razón humana y al comportamiento de los
hijos de Dios; a aprovechar el tiempo y luchar contra la desidia y la vida
fácil que se propone con frecuencia a los niños y adolescentes; a aprender el
dominio de uno mismo y el respeto a los demás; a madurar afectivamente en el
control de la propia sensibilidad y afectividad; a vivir, en definitiva, bajo
la acción del Espíritu de Dios que nos trasforma según el modelo que tenemos en
Cristo, el Hombre Nuevo.
Estoy
convencido de que esta experiencia puede ayudar a niños y adolescentes de
nuestra diócesis a descubrir el plan de Dios sobre ellos y será un punto de
referencia para quienes sientan en su corazón la llamada de Dios. Pido a los sacerdotes,
catequistas, agentes de pastoral que acojan esta iniciativa y la secunden con
convicción, ilusión y entrega. Invito a las familias y comunidades cristianas a
seguir reflexionando sobre su responsabilidad en una pastoral vocacional que
compromete a toda la diócesis en darse a sí misma los pastores que necesita. Y
dirijo a los niños y adolescentes una llamada, como haría el Señor, para que
sean generosos y digan sí a Cristo que busca amigos de verdad sin miedo a
seguirle y convertirse en colaboradores de su hermosa misión: conducir a los
hombres a Dios.
Pongo esta
iniciativa y a toda la diócesis en las manos de María, Virgen de la Fuencisla,
en este primer centenario de su coronación. Y confiado en su intercesión, le
rogamos que, como hizo en las bodas de Caná, le diga a su Hijo: Mira a Segovia,
le faltan los sacerdotes que necesita para que siga haciéndose presente ahora y
en el futuro tu salvación.
Con mi afecto y
bendición.
En Segovia, a
17 de Abril de 2016, Domingo del Buen Pastor.
+ César Franco, Obispo de Segovia.
Fuente: Obispado de Segovia
