Viaje a Le Mans
Me acuerdo también del
viaje que hice a Le Mans . Era la primera vez que iba en tren. ¡Qué alegría
verme viajar sola con mamá...! Sin embargo, ya no recuerdo por qué, me eché a
llorar, y nuestra pobre mamaíta sólo pudo presentar a nuestra tía de Le Mans a un
feo bichito todo enrojecido por las lágrimas que había derramado en el
camino...
No guardo ningún recuerdo de la visita al locutorio, a no ser del
momento en que mi tía me pasó un ratoncito blanco y una cestita de cartulina
llena de bombones, sobre los que campeaban dos preciosos anillos de azúcar,
justamente del tamaño de mi dedo. Inmediatamente exclamé: «¡Qué bien! ¡Ya tengo
un anillo para Celina!» Pero, ¡ay dolor!, cojo la cesta por el asa, doy la otra
mano a mamá y nos vamos.
A los pocos pasos, miro la cesta y veo casi todos los
bombones desparramados por la calle, como si fueran los guijarros de
Pulgarcito... Miro más atentamente y veo que uno de los preciosos anillos había
corrido la suerte fatal de los bombones...
¡Ya no tenía nada que llevar a Celina...!
Entonces estalla mi dolor, pido volver sobre mis pasos, pero mamá no parece
hacerme caso. ¡Aquello era demasiado! A mis lágrimas siguieron mis gritos... No
podía comprender que mamá no compartiese mi dolor, y eso acrecentaba todavía
más mi sufrimiento...
Fuente: Catholic.net