CANCIÓN 38
El aspirar
del aire,
el canto de
la dulce filomena,
el soto y su
donaire,
en la noche
serena,
con llama que consume y no da pena.
DECLARACIÓN
1. Dos cosas
declaramos que pedía la esposa en la pasada canción: la primera era lo que su alma pretendía; la segunda era pedir lo que le había dado el otro día, de la
cual, por cuanto ahora la acabamos de
declarar, no hay más que tratar.
Pero la primera petición, que es lo que dice que su
alma pretendía, declara
ahora en esta canción qué cosa sea;
porque no sólo es el amor
perfecto que allí dijimos,
sino también, como allí notamos,
todo lo que se contiene en esta canción, que es el mismo amor y lo
que por eso medio se le comunica al alma. Y así, pone aquí cinco cosas,
que son todo lo que ella quiso dar a entender allí que pretendía.
La
primera es el aspirar del aire, que es el amor que habemos dicho, que es lo que
principalmente pretende; la segunda es el canto de la filomena, que es la
jubilación en alabanza de Dios; la tercera
es el soto y su donaire, que es el
conocimiento de las criaturas y el orden de ellas; la cuarta es pura y subida
contemplación; y la
quinta, que es llama que consume y no da pena, casi se encierra en la
primera, porque es llama de suave transformación de amor en la posesión de todas
estas cosas.
El aspirar
del aire.
2.
Este aspirar del aire es una habilidad del Espíritu Santo, que pide aquí el alma para
amar perfectamente a Dios. Llámale aspirar
del aire, porque es un delicadísimo toque y sentimiento de amor que ordinariamente en
este estado se causa en el alma en la comunicación del Espíritu Santo. El
cual, a manera de aspirar, con aquella su aspiración divina, muy subidamente
levanta al alma y la
informa, para que ella aspira en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo,
que a ella la aspiran en la dicha transformación. Porque no
sería verdadera transformación si el alma no se uniese y transformase también en el Espíritu Santo
como en las otras dos personas divinas, aunque no en revelado y manifiesto grado por
la bajeza y condición de esta vida. Y esto es para el
alma tan alta gloria y tan profundo y subido deleite, que no hay decirlo por
lengua mortal, ni el entendimiento humano, en cuanto tal, puede alcanzar algo
de ello.
3.
Pero el alma unida y
transformada en Dios aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina que Dios, estando en ella aspira
en sí mismo a ella, que es lo que entiendo
quiso decir san Pablo (Gal. 4, 6), cuando
dijo: Quoniam autem estis filii Dei, misit Deus Spiritum Filii sui in corda vestra clamantem: Abba, Pater, que quiere decir:
Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros
corazones el espíritu de su
Hijo, clamando en oración al Padre, lo cual en los perfectos es en la manera dicha.
Y no hay que
maravillar que el alma pueda una cosa tan alta, porque, dado que Dios la haga merced que llegue a estar deiforme y unida en la
Santísima
Trinidad, en que ella se hace Dios por participación, )qué cosa tan increíble es que
obre ella su obra de entendimiento, noticia y amor en la Trinidad juntamente
con ella, como la misma Trinidad, por modo participado, obrándolo Dios en la misma alma?
4. Y cómo esto sea,
no hay más saber ni
poder para decir, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este alto puesto, como dice san Juan (Jn 1, 12), de
poder ser hijos de Dios, y así lo pidió al Padre por
el mismo san Juan (Jn 17, 24), diciendo:
Pater, volo ut quos dedisti mihi, ut ubi sum ego, et illi sint mecum; ut
videant claritatem meam quam dedisti
mihi, que quiere decir: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo
estoy también ellos estén conmigo,
para que vean la claridad que me diste, es a saber: que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza,
que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice más (Jn 17, 20n23): No ruego, Padre, solamente por
estos presentes, sino también por aquellos que han de creer
por su doctrina en mí, que todos ellos sean una misma cosa; de la manera que tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
así ellos en
nosotros sean una misma cosa.
Y yo la claridad que me has dado, he
dado a ellos, para que sean una misma cosa, como
nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque
sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el
mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos
dicho, por unidad y transformación de amor. Como tampoco se
entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean
los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor,
como el Padre y el Hijo están en unidad de amor.
De donde las
almas esos mismos bienes poseen por participación que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación, iguales y
compañeros suyos de
Dios. De donde san
Pedro (2 Pe. 1, 2n4) dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en
el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor, de la
manera que nos son dadas todas las cosas de
su divina virtud para la vida y la piedad por el conocimiento de aquel que nos
llamó con su
propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio,
para que por estas
cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza.
Lo
cual es participar el alma a Dios obrando en él, acompañadamente con él, la obra de
la Santísima Trinidad, de la manera que
habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios.
Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado
perfecto, se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que vamos diciendo,
aunque, como habemos dicho, no se puede decir.
5. (Oh almas
criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! )qué hacéis?, )en qué os entretenéis? Vuestras
pretensiones son bajezas, y vuestras posesiones, miserias. (Oh miserable
ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y
para tan grandes voces sordos, no viendo que en tanto
que buscáis grandezas
y gloria os quedáis
miserables y bajos de tantos bienes, hechos ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma pide, es a saber:
El canto de la dulce filomena.
6.
Lo que nace en el alma de aquel
aspirar del aire es el canto de la dulce filomena, porque así como el canto de la filomena, que
es el ruiseñor, se oye en la primavera,
pasados ya los fríos y lluvias del invierno, y hace
melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y
transformación de amor,
amparada ya la esposa y libre de todas las turbaciones y variedades
temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones y penalidades y nieblas naturales,
siente nueva primavera en su espíritu, en el cual siente la
dulce voz del Esposo, que es su dulce filomena, la cual refrigera y renueva la
sustancia de su alma, diciendo (Ct. 2, 10n12): Levántate, date
priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven;
porque ya ha pasado el invierno, las lluvias se han ya ido y apartado lejos,
las flores han parecido ya en nuestra
tierra, y llegado al tiempo del podar, y la voz de la tortolica se ha oído en nuestra
tierra.
7.
En la cual voz del Esposo, que
la habla en lo interior del alma, siente la esposa fin de males y principio
de bienes, en cuyo refrigerio y amparo y sentimiento sabroso ella también da su voz de dulce
filomena con nuevo canto a Dios juntamente con el que la causa. Porque él da la voz a ella para que ella en uno la dé junto con él a Dios.
Porque ésa es la pretensión y deseo de él, según también el mismo
Esposo lo desea en los Cantares (Ct 2, 13n14), que, hablando con ella dice:
Levántate, date
priesa, amiga mía, y ven,
paloma mía, en los
agujeros de la piedra y caverna de la cerca; muéstrame tu
rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro hermoso.
Los oídos de Dios significan aquí los deseos
de Dios que tiene de que le alabemos perfectamente, porque la voz que aquí pide a la esposa es alabanza perfecta y jubilación a Dios, la
cual voz, para que sea perfecta, dice el Esposo que la dé y suene en
las cavernas de la piedra, que son las inteligencias amorosas de los misterios de
Cristo, en que dijimos arriba estaba el alma unida con él. Que, porque en esta unión el alma jubila
y alaba a Dios con el mismo Dios (como decíamos del
amor), es alabanza perfecta, porque, estando el alma en perfección, hace las obras perfectas, y así esta voz es muy dulce para Dios y para el alma. Y así se sigue: porque tu voz es
dulce, es a saber, no sólo para ti, sino también para mí, porque, estando en uno conmigo, das tu voz
en uno de dulce filomena para mí conmigo.
El soto y su
donaire.
8. La tercera
cosa que dice el alma la han de mostrar allí por medio
del amor es el soto y su donaire. Por soto
entiende aquí a Dios con todas las criaturas que en él están; porque así como todos
los árboles y
plantas tienen su vida y raíz en el soto, así las criaturas celestes y terrestres tienen en Dios su raíz y su vida.
Esto, pues, dice el alma, que allí se mostrará: a Dios en
cuanto es vida y ser
a todas las criaturas (conociendo en él el
principio y duración de ellas) y a ellas, porque sin él no se le da a la alma nada,
ni estima conocerlas por vía espiritual.
El donaire del soto desea también mucho el alma ver, el cual es la gracia y sabiduría y donaire que de Dios tiene no sólo cada una de las criaturas, sino la que hacen
entre sí en la respondencia sabia y
ordenada de unas a otras, así superiores como inferiores. Lo
cual es conocer en las criaturas por vía
contemplativa, que es cosa de gran deleite, porque es conocer acerca de Dios. Y
así, se sigue lo cuarto:
En la noche
serena.
9.
Esta noche en que el alma desea ver estas cosas, es
la contemplación, porque la contemplación es oscura que por eso la llaman por otro nombre mística teología, que quiere
decir sabiduría escondida y secreta de Dios, en
la cual, sin ruido de palabras y sin servicio y ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud de la
noche, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios ocultísima y
secretísimamente al
alma, sin ella saber cómo; lo cual algunos
espirituales llaman entender no entendiendo. Porque esto no lo hace el entendimiento activo, que llaman
los filósofos, el cual obra en formas y
fantasías y aprehensiones de las cosas;
mas hácese en el entendimiento en cuanto
posible y pasivo, el cual no recibe las
tales formas, etc., sino pasivamente recibe inteligencia sustancial, la cual le
es dada sin algún oficio suyo activo, ni obra.
10.Y por eso,
no sólo llama a
esta contemplación noche,
pero también la llama
serena; porque así como la noche se llama serena porque está limpia de nubes y vapores en
el aire, que son los que ocupan la serenidad de la noche, así esta noche
de contemplación está para la
vista del entendimiento rasa y ajena de
todas nubes de formas y fantasías y noticias particulares que
pueden entrar
por los sentidos, y está limpia también de cualesquier vapores de afectos y apetitos; por lo cual la contemplación es noche
serena para el sentido y entendimiento natural, según lo enseña el Filósofo diciendo que así como el rayo del sol es oscuro y tenebroso para el
ojo del murciélago, así las cosas
altas y más claras de Dios son oscuras para
nuestro entendimiento.
Con llama que
consume y no da pena.
11.
Todas las cosas pasadas dice
el alma aquí en este
verso que se las dé el Esposo
con llama que consume y no da pena; la cual llama se entiende aquí por el amor
de Dios ya perfecto en el alma. Porque para ser perfecto, estas dos
propiedades ha de tener, conviene a saber: que consuma y transforme el alma en Dios, y que no dé pena la
inflamación y
transformación de esta llama en el
alma. Y así, esta llama
es ya amor suave, porque en la transformación del alma en ella hay conformidad y satisfacción de ambas partes, y, por tanto, no da pena de
variedad de más o menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad de este
perfecto amor.
Porque, habiendo llegado, está ya el alma
tan transformada y conforme con Dios, como el carbón encendido
lo está con el fuego, sin aquel humear y
respendar que hacía antes que lo estuviese, y sin la oscuridad y accidentes
propios que tenía antes que del todo entrase el fuego en él. Las cuales
propiedades de oscuridad, humear y respendar, ordinariamente tiene el alma con alguna pena y fatiga acerca
del amor de Dios, hasta que llegue a tal grado de perfección de amor, que
la posea el fuego de amor llena y cumplida y suavemente, sin pena de humo y de pasiones
y accidentes naturales, pero transformada en llama suave, que la consumió acerca de todo eso y la mudó en Dios, en que sus movimientos y acciones son ya
divinas.
12.
En esta llama quiere la esposa
que la dé el Esposo
como habemos dicho, todas las cosas que ella pretende, porque no
las quiere poseer ni estimar ni gozar sin perfecto y suave amor de Dios.
Fuente: Potal Carmelitano