CANCIONES 13 y 14
Los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de
los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
ANOTACIÓN
9. Los ríos tienen
tres propiedades: la primera, que todo lo que encuentran embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los bajos y
vacíos que
hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido, que todo
otro sonido privan y ocupan. Y porque en esta comunicación de Dios que vamos diciendo siente el
alma en él muy sabrosamente estas tres
propiedades, dice que su Amado es los ríos sonorosos.
Cuanto a la primera propiedad que
el alma siente, es de saber que de tal manera se ve el alma embestir del
torrente del espíritu de Dios en este caso y con
tanta fuerza apoderarse de ella, que la parece que vienen sobre ella todos los
ríos del mundo que la embisten, y
siente ser allí anegadas todas sus acciones y
pasiones en que antes estaba. Y no porque
es cosa de
tanta fuerza es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz,
según por Isaías (Is 66,
12) da Dios a entender de este embestir en el alma, diciendo: Ecce ego
declinabo super eam quasi fluvium pacis et quasi torrentem inundantem gloriam;
quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un
torrente que va redundando gloria. Y así, esté embestir divino que hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y gloria.
La segunda
propiedad que el alma siente es que esta divina agua a este tiempo hinche los bajos de su humildad y llena los
vacíos de sus apetitos, según lo dice san Lucas: Exaltavit humiles, esurientes
implevit bonis, que quiere decir: Ensalzó a los
humildes, y a los hambrientos llenó de bienes (Lc 1, 52n53).
La tercera
propiedad que el alma siente en estos sonorosos ríos de su Amado es un sonido y voz
espiritual que es sobre todo sonido y sobre toda voz; la cual voz priva toda
otra voz y su sonido excede todos los sonidos del mundo. Y en declarar cómo esto sea,
nos habremos de detener algún tanto.
10. Esta voz,
o este sonoroso sonido de estos ríos que aquí dice el
alma, es un henchimiento tan abundante que la hinche de
bienes y un poder tan poderoso que la posee, que no sólo le parecen
sonidos de ríos, sino aun
poderosísimos
truenos. Pero esta voz es voz espiritual y no trae esotros sonidos
corporales, ni la pena y molestia de ellos, sino grandeza, fuerza, poder y
deleite y gloria; y así es como una voz y sonido inmenso
interior que viste al alma de poder y fortaleza.
Esta espiritual voz y sonido
se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en
los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual
voz que interiormente les hacía, se oyó aquel
sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que
dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de
poder y fortaleza.
Y también cuando estaba el Señor Jesús rogando al Padre en el aprieto y angustia que recibía de sus
enemigos, según lo dice san
Juan (Jn 12, 28), le vino una voz del cielo interior, confortándole según la
humanidad, cuyo sonido oyeron de fuera los judíos tan grave
y vehemente, que unos decían que se había hecho algún trueno, y otros decían que le
había hablado un
ángel del
cielo; y era que por aquella voz que se oía de fuera se
denotaba y daba a entender la fortaleza y poder que según la
humanidad a Cristo se
le daba de dentro.
Y no por eso
se ha de entender que deja el alma de recibir el sonido de la voz espiritual en
el espíritu. Donde
es de notar que la voz espiritual es el efecto que ella hace en el alma, así como la
corporal imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu. Lo
cual quiso dar a
entender David (Sal. 67, 34) cuando dijo: Ecce dabit voci suae vocem virtutis,
que quiere decir: Mirad que Dios dará a su voz, voz de virtud. La cual
virtud es la voz interior. Porque decir
David dará a su voz,
voz de virtud, es decir: a la voz exterior que se siente de fuera, dará voz de virtud que se siente de dentro. De donde es
de saber que Dios es voz infinita y, comunicándose al alma
en la manera dicha, hácele efecto de inmensa voz.
11. Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (Ap 14, 2), y dice que
la voz que oyó del cielo
erat tanquam
vocem aquarum multarum et tanquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la
voz que oyó como voz de
muchas aguas y como voz de un grande trueno. Y porque no se
entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y áspera, añade luego
diciendo que esta
misma voz era tan suave que erat sicut citharoedorum citharizantium in citharis
suis, que quiere decir: Era como de muchos tañedores que
citarizaban en sus citaras. Y Ezequiel (Ez
1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: Como sonido del altísimo Dios,
esto es, que altísima y suavísimamente en
él se comunicaba.
sta voz es
infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios que se comunica, haciendo voz en el alma, mas cíñese a cada
alma, dando voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran deleite y grandeza al alma; que por
eso dijo la Esposa en los Cantares (Ct 2, 14): Sonet vox tua in auribus meis,
vox enim tua dulcis, que quiere decir: Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce tu voz. Síguese el verso:
El silbo de los aires amorosos.
12. Dos cosas dice el alma en el
presente verso, es a saber: aires y silbo. Por los aires amorosos se entienden aquí las virtudes
y gracias del Amado, las cuales mediante la dicha unión del Esposo
embisten en el alma y amorosísimamente se comunican y tocan en
la sustancia de ella.
Y al
silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de sus virtudes, la cual redunda en el
entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en
la sustancia del alma. Y éste es el más subido
deleite que hay en todo lo demás que gusta el alma aquí.
13. Y
para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido,
así en esta
comunicación del Esposo
se sienten otras dos cosas, que son sentimiento de deleite e inteligencia. Y así como el
toque del aire se gusta con
el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan en el tacto de esta alma, que es
en la sustancia de ella, y la inteligencia de las tales virtudes de Dios se sienten
en el oído del alma, que es en el entendimiento.
Y es
también de saber que entonces se dice venir
el aire amoroso cuando sabrosamente hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba el tal refrigerio; porque
entonces se regala y recrea el sentido del tacto, y con este regalo del tacto siente el oído gran deleite en el sonido y silbo del aire, mucho más que el tacto en el toque del
aire; porque el sentido del oído es más espiritual,
o, por mejor decir, allégase más a lo
espiritual que el tacto, y así el deleite que causa es más espiritual que el que causa el
tacto.
14. Ni más ni menos, porque este toque
de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma,
cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toque, aires amorosos;
porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le
comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el
entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámale silbo, porque así como el silbo del aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable
sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma,
que es muy mayor deleite que todos los demás.
La causa es, porque se le da
sustancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas, porque se da al
entendimiento que llaman los filósofos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada
de su parte, la recibe, lo cual es el principal deleite del alma, porque es en
el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los teólogos, que es
ver a Dios.
Que por significar este silbo la dicha inteligencia sustancial, piensan algunos
teólogos que vio nuestro padre Elías a Dios en aquel silbo de aire delgado que sintió en el monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura (3 Re. 19, 12) silbo de aire
delgado, porque de la sutil y delicada comunicación del espíritu le nacía la
inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el
alma silbo de aires amorosos, porque de la amorosa comunicación de las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por
eso le llama silbo de los aires amorosos.
15. Este divino silbo que entra
por el oído del alma, no solamente es
sustancia, como he dicho, entendida, sino
también
descubrimiento de verdades de la divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque,
ordinariamente, todas las veces que en la Escritura divina se halla alguna
comunicación de Dios que se dice entrar por
el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas
en el entendimiento o revelación de secretos de Dios, los cuales son
revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma, sin servicio y ayuda de
los sentidos, y así es muy alto y cierto esto que se
dice comunicar Dios por el oído. Que por eso para dar a
entender san Pablo (2 Cor. 12, 4) la alteza de su revelación, no dijo: Vidit arcana verba, ni menos, gustavit
arcana verba, sino audivit arcana verba,
quae non licet homini loqui.
es como si dijera: Oí palabras
secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se piensa que vio a Dios también, como
nuestro padre Elías en el silbo. Porque así como la fe,
como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es por el oído corporal, así también lo que nos
dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído
espiritual. Lo cual dio bien a entender el profeta Job (Jb 42, 5), hablando con
Dios, cuando se le reveló, diciendo:
Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus videt te: quiere decir: Con el oído de la oreja te oí, y ahora te
ve mi ojo. En lo cual se da claro a entender
que el oírlo con el oído del alma
es verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos, que
por eso no dice: oíte con el oído de mis
orejas, sino de mi oreja; ni te vi con mis ojos, sino con mi ojo, que es el
entendimiento; luego este oír del alma, es ver con el
entendimiento.
Fuente: Portal Carmelitano
