Todo se
decidirá en base a lo que uno habrá hecho o dejado de hacer
¿Cómo será el Juicio Final? ¿Con qué criterios
los hombres serán divididos en su destino eterno? Lo explica el sacerdote
Raniero Cantalamessa en La nostra fede. Il Credo meditato e vissuto (Edizioni
Ancora) – (Nuestra fe. El Credo meditado y vivido).
La página 25 de Mateo parece ofrecer con antelación
los criterios del juicio final: todo se decidirá en base a lo que uno habrá
hecho, dejado de hacer, hacia el hermano hambriento, desnudo o encarcelado.
Pero esto es una especie de “examen general”, es
decir, válido para todos, hayan o no conocido a Jesús y el Evangelio.
El mismo Jesús menciona otros puntos sobre los cuales
se realizará el Juicio: por ejemplo, si uno lo haya reconocido, o no, frente a
los hombres (cf. Mt 10,32); o si ha hecho o no, fructificar los talentos
recibidos (cf. Mt 25,30).
En resumen, la materia del Juicio serán el bien y el
mal, tomados en su totalidad.
Vida eterna contra ira y desdén
“Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas
atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del
justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras: a los que, por
la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna;
mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e
indignación. Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del
judío primeramente y también del griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo
el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego; que no hay
acepción de personas en Dios” (Rm 2, 5-11).
Juicio sintético e instantáneo
¿Cómo se llevará a cabo el Juicio? La célebre secuencia
del Dies Irae habla de un “libro escrito” que se abrirá y en donde “todo
está contenido” y en base al cual “el mundo será juzgado”.
Es un estilo poético y dramático que ha tenido una
enorme influencia en la determinación del sentimiento cristiano frente a la
muerte y el juicio.
Pero en realidad el libro que se abrirá será el de
la propia conciencia. No será un juicio analítico, sino sintético e
instantáneo. En un instante cada uno se verá a sí mismo y se juzgará por sí
mismo, o mejor, la propia conciencia lo juzgará.
Según la conciencia
Esta visión más espiritual era la de los Padres de la
Iglesia. San Cirilo de Jerusalén, haciendo referencia a Romanos 2, 15-16,
explica la acusación del hombre como autoacusación que nace del remordimiento: como
quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón,
atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o
alabanza… en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los
hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús.
Para san Basilio será el rostro mismo del Juez divino
el que constituirá la iluminación en la cual cada uno verá su propio estado.
En el día del juicio –escribe san
Gregorio Nazareno– seremos acusados por nuestros pensamientos y obras y
seremos arrastrados a una condena que proviene de nosotros mismos.
El triunfo de lo inicuo
El Juicio Final no responde sólo a una exigencia y a
un derecho de Dios; responde también a una exigencia del hombre.
En el mundo todo aparece confuso, absurdo, fruto más
de un capricho de la casualidad que de una divina providencia. Lo observaba ya
el sabio del Antiguo Testamento: un destino común para todos – dice – para
el justo y para el malvado (…). Todavía más he visto bajo el sol: en la
sede del derecho, allí está la iniquidad; y en el sitial del justo, allí el
impío (Ec 9,2; 3,16).
Y, de hecho, en todos los tiempos se ha visto la
iniquidad triunfante y la inocencia humillada.
En el momento de la muerte
Los Padres de la Iglesia han justamente insistido
también en otro punto: el Juicio universal no será la suma y la confirmación
solemne y pública de los juicios particulares que les esperan a las criaturas
humanas al final de su vida.
Aunque no inmediatamente y sin dificultad, de
hecho, el pensamiento cristiano se ha liberado de soluciones fantasiosas sobre
la suerte de las almas y los miles de años de vida sobre la tierra
(milenarismo). Es común en un juicio particular que se lleva cabo en el momento
de la muerte.
“Cielos nuevos y tierra nueva”
La parábola de Lázaro y el rico epulón habla de un
juicio que sucede en el momento de la muerte de cada uno de los dos (Lc 16,
22-23) y san Pablo se convenció que en su muerte él iría inmediatamente a estar
con Cristo (Flp 1,23).
Sin embargo, el Juicio Final conserva, en esta
perspectiva, su alto significado de cumplimiento final de todas las cosas, de
transfiguración final del cosmos y de inauguración de nuevos cielos y nueva
tierra (Ap 21,1; 2P 3,13).
Fuente: Aleteia