Publicada
una entrevista del teólogo jesuita Jacques Servais al papa emérito
“Para mí es un ‘signo de los tiempos’ el
hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y
dominante”: palabra de Benedicto XVI.
Llega a las librerías el volumen Por medio de la fe. Doctrina de la
justificación y experiencia de Dios en la predicación de la Iglesia (San
Pablo, 199 pp.), editado por el jesuita Daniele Libanori y en el que
se incluyen las actas de un congreso teológico que se llevó a cabo en Roma en
octubre del año pasado.
En esa sede fue leído por el arzobispo
Georg Gänswein el texto de una entrevista con Joseph Ratzinger del teólogo
jesuita Jacques Servais sobre “qué es la fe y cómo se llega a creer”.
En esa entrevista Benedicto XVI, citó a
su sucesor y habló generosamente sobre la misericordia.
En una primera respuesta, Ratzinger insistió en lo que es la
Iglesia y en el hecho de que la Iglesia no fue creada por sí misma.
“Se trata de la cuestión: qué es la fe y
cómo se llega a creer. Por una parte, la fe –explicó el Papa emérito– es un contacto profundamente personal con Dios, que me toca
en mi tejido más íntimo y me pone frente al Dios viviente en absoluta
inmediatez para que yo pueda hablarle, amarlo y entrar en comunión con Él.
Pero al mismo tiempo, esta realidad
completamente personal se relaciona inseparablemente con la comunidad: forma
parte de la esencia de la fe introducirme en el ‘nosotros’ de los hijos de
Dios, en la comunidad peregrinante de los hermanos y hermanas. La fe deriva de
la escucha (“fides
ex auditu”), nos enseña san Pablo.
La escucha a su vez implica siempre una
compañía. La fe no es un producto de la reflexión y tampoco es tratar de
penetrar en las profundidades de mi ser. Ambas cosas pueden estar presentes,
pero son insuficientes sin la escucha, mediante la cual Dios, desde fuera, a
partir de una historia que Él mismo creó, me interpela. Para que yo pueda creer necesito testigos
que hayan encontrado a Dios y lo hagan accesible para mí“.
“La Iglesia no fue hecha por sí misma
–insiste Ratzinger–, fue creada por Dios y es continuamente formada por Él.
Esto se expresa en los sacramentos, sobre todo en el del bautismo:yo
entro a la Iglesia no con un acto burocrático, sino mediante el sacramento.
Y esto equivale a decir que yo soy recibido en una comunidad que no fue originada por sí
misma y que se proyecta más allá de sí misma. La pastoral que pretende formar la
experiencia espiritual de los fieles debe proceder a partir de estos datos
fundamentales.
Es necesario que abandone la idea de una
Iglesia que se produce a sí misma y debe resaltar que la Iglesia se convierte
en una comunidad en la comunión con el cuerpo de Cristo. Debe introducir al
encuentro con Jesucristo y llevar a Su presencia en el sacramento”.
Respondiendo a otra pregunta, el papa
emérito habló sobre la centralidad de la misericordia. “El hombre de hoy tiene
la sensación general de que Dios no puede dejar que la mayor parte de la
humanidad caiga en la perdición”.
“En este sentido, la preocupación por la
salvación típica de un tiempo ha casi desaparecido. Sin embargo, en mi opinión, sigue existiendo, de otra
manera, la pecepción de que nosotros necesitamos la gracia y el perdón”.
“Para mí es un ‘signo de los tiempos’ que
la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante
(empezando por sor Faustina, cuyas visiones reflejan de diferentes maneras la
imagen de Dios propia del hombre de hoy y su deseo de la bondad divina)”.
“El papa Juan Pablo II –continuó
Ratzinger– estaba profundamente impregnado de este impulso, aunque no siempre
surgiera explícitamente. Pero no es casual que su último libro, que salió a la
luz inmediatamente antes de su muerte, hable sobre la misericordia de Dios”.
“A partir de las experiencias en las que
desde los primeros años de su vida constató toda la crueldad de los hombres, él
afirma que la misericordia es la única verdadera y la última reacción eficaz
contra la potencia del mal. Solo
allí en donde hay misericordia acaba la crueldad, acaban el mal y la violencia”.
“El papa Francisco –continuó Benedicto
XVI citando a su sucesor– se encuentra completamente en sintonía con esta
línea”.
“Su
práctica pastoral se expresa justamente en el hecho de que él nos habla
continuamente de la misericordia de Dios. Es la misericordia lo que nos mueve
hacia Dios, mientras que la justicia nos espanta.
“En mi opinión, bajo la capa de la
seguridad de sí y de la propia justicia, el
hombre de hoy esconde un profundo conocimiento de sus heridas y de su
integridad ante Dios. Él
está esperando la misericordia. No es casual que la parábola del Buen
samaritano sea tan atractiva para los contemporáneos”.
“Y no solo porque en ella se subraye
fuertemente el elemento social de la existencia cristiana, ni solo porque en
ella el samaritano, el hombre no religioso, frente a los representantes de la
religión, se muestra, por decirlo así, como aquel que actúa de manera
verdaderamente conforme a Dios, mientras que los representantes oficiales de la
religión se rindieron, por decirlo así, inmunes en relación con Dios”.
“Está claro que esto le gusta al hombre
moderno –observó Benedicto XVI. Sin embargo, me parece también importante que
los hombres en su intimidad esperen que el samaritano acuda para ayudarlos, que
él se incline sobre ellos, derrame aceite sobre sus heridas, los cuide y los
ponga al reparo”.
“Ellos saben que necesitan la
misericordia de Dios y su delicadeza. En la
dureza del mundo de la técnica, en el que los sentimientos ya no cuentan nada,
aumenta la esperanza de un amor salvífico que sea dado gratuitamente”.
“Me parece que en el tema de la
misericordia divina se expresa de manera nueva lo que significa la
justificación de la fe. A partir de la misericordia de Dios, que todos buscan,
es posible, incluso en el presente, interpretar desde el principio el núcleo
fundamental de la doctrina de la justificación, y mostrarlo en toda su
relevancia”.
Fuente: Por
Andrea Tornielli/Artículo
publicado originalmente por Vatican Insider