La mejor manera de explicar lo que significará estar allí
¿Alguna vez has
tratado de explicarle a alguien lo que significa el cielo?, ¿cómo será todo?, ¿qué haremos “allá”? Realmente es una tarea difícil. A
mí me tocó hacerlo con mi sobrina que cuestionó con la sencillez y sinceridad
que tienen los niños, el hecho de que “estar eternamente en el cielo iba a ser algo muy aburrido”.
Sinceramente,
no estaba preparado para tal cuestionamiento y me enredé tratando de darle
explicaciones un tanto elevadas… ¡Sí, a una niña de 9 años! Sin embargo, el
Espíritu Santo debe haber salido en mi auxilio ante el apuro y se me ocurrió
explicarle, desde mi punto de vista y desde mis propios anhelos, que en el
cielo íbamos a poder vivir al máximo la felicidad y la alegría con todas las
personas que amamos y que ya están allá. Después de varias explicaciones, mi
sobrina quedó un poco más tranquila (¡gracias a Dios!).
C.S. Lewis
expresó de forma más profunda: «El hecho de que nuestro corazón anhele algo que
la tierra no puede darnos es prueba de que el cielo debe ser nuestro hogar».
El Papa Francisco también nos decía en su catequesis del 26 de noviembre de
2014, que «más que de un lugar, se trata de un “estado” del alma, en el
cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas de manera
superabundante y nuestro ser, como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la
plena maduración».
El cielo es
real y Dios ha querido que muchos santos puedan tener la bendición de
entender desde su experiencia humana esta realidad.
Ellos explican, definitivamente mejor que yo, esta hermosa realidad que va a
ser parte de nuestras vidas.
1.- Allí, la buena voluntad estará tan dispuesta en nosotros que no
tendremos otro deseo que el de quedarnos allí eternamente (San Agustín)
2.- La Tierra no
tiene ninguna tristeza que el cielo no pueda curar (Santo Tomás Moro)
3.- Si tan sólo
llegáramos al cielo, que cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre
diciendo con los ángeles y los santos: Sanctus, Sanctus, Sanctus (San Felipr
Neri)
4.- Si el
Amor, aun el amor humano, da tantos consuelos aquí, ¿qué será el amor en el
cielo? (San
José María Escrivá)
5.- La puerta del cielo es muy baja; solo los humildes pueden entrar por
ella (Santa Elizabeth Ann Seton)
6.- El cielo es una
ciudad en una colina, no podemos lanzarnos a ella, debemos escalar para
alcanzarla (Venerable Fulton Sheen)
7.- En este mundo
estamos en un valle de lágrimas. Nuestro consuelo no está aquí; lo tendremos
eternamente en el paraíso si sufrimos tribulación en la tierra (San Benito José
Labre)
8.- Clava siempre tu
mirada en aquel que te guía y a la patria celeste a la que te conduce. ¿Te
tendría que importar que tu camino sea por el desierto o por los campos,
sabiendo que Dios está siempre contigo y que alcanzas la gozosa eternidad? (Padre Pío)
9.- Después de mi muerte
dejará caer una lluvia de rosas. Pasaré mi cielo haciendo bien sobre la tierra
(Santa Teresita de Lisieux)
10.- Qué pequeña me
parece la tierra cuando miro al cielo (San Ignacio de Loyola)
¿Cuán grande puede ser el Amor de Dios para
ofrecernos esta vida eterna? Día a día nos cuestionamos sobre ello, y día a día
el Señor nos responde con pequeñas y grandes muestras de su Amor; en nuestra
oración, a través de las personas y de las distintas situaciones de nuestra
vida. Esto nos lleva a preguntarnos: si Dios me permite ser feliz ahora, si me
permite encontrarme con su Amor, ¿cuánto más podré serlo en el cielo?, ¿cuánto
más profundo e intenso será ese Amor?
Estamos en tiempo de Cuaresma y esto debe
recordarnos que llegar al cielo implica exigirnos. Hacia allá caminamos día a
día. No nos olvidemos que alcanzarlo implica necesariamente cargar nuestra
cruz. Encontraremos sufrimiento y dificultades, pero la recompensa
es muy alta: el Amor que un día podremos vivir para siempre y a plenitud en la
gloria de Dios, en el cielo.
«¡Oh bello cielo! ¡quién no
le amaría, ya que tantos bienes están contenidos en él! ¿No es, en efecto,
hijos míos, el pensamiento de esta recompensa que hacía a los Apóstoles
infatigables en sus trabajos apostólicos e invencibles contra las persecuciones
que tuvieron que sufrir por parte de sus enemigos? ¿No es el pensamiento
de este bello cielo que hacía parecer a los mártires delante de sus jueces
con un coraje que asombraba a los tiranos? ¿No es la visión de tal cosa,
el que apagaba el ardor de las llamas destinadas a devorarlos, y que
desafilaba las espadas que los golpeaban? ¡Oh! ¡cuántos se encontraban
felices de sacrificar sus bienes, su vida, para su Dios, en la esperanza
que “pasarían a una mejor vida que jamás acabaría”! ¡Oh habitantes felices
de la ciudad celestial, que de lágrimas han vertido y que de sufrimientos
han aguantado para adquirir la posesión de su Dios ¡Oh!, nos gritan desde
lo alto de este trono de gloria donde están sentados, ¡oh! ¡como Dios nos
recompensa por el poco bien que hicimos! Sí, le veremos, a este Padre
amoroso; sí, le bendeciremos, a este amable Salvador; sí,
le agradeceremos, a este caritativo Redentor, durante años infinitos. ¡Oh
eternidad feliz! Exclaman, ¡que vas a hacernos probar de dulzuras y de
alegrías!» (Santo Cura de Ars).
Fuente:
Catholic Link