La riqueza y el poder como sucede demasiado a menudo, son vividas como privilegio,
con egoísmo y prepotencia, y se
transforman en instrumentos de corrupción y de muerte
El Papa
Francisco habló de nuevo esta mañana en el Vaticano de la misericordia con
motivo del Año Santo y pidió: “¡Abre tu corazón a la misericordia!” porque “la
misericordia divina es más fuerte que
el pecado de los hombres!”.
El Obispo de
Roma aseguró que “la misericordia enseña también en este caso la vía maestra
que se debe seguir” y subrayó que “la misericordia puede curar las heridas y puede cambiar
la historia”.
De nuevo, la catequesis
de la Audiencia General de este miércoles estuvo dedicado a la misericordia y
aseguró que el poder de Jesús es totalmente distinto al de los poderosos de hoy
en día. “Si se pierde la dimensión de servicio, el poder se transforma en
arrogancia y se convierte en dominio y profanación”, manifestó Francisco.
“Jesucristo es
el verdadero rey, pero su poder es completamente distinto. Su trono es la cruz.
Él no es un rey que asesina, al contrario, da la vida. Su ir
hacia todos, sobre todo hacia los más débiles, derrota la soledad y el destino
de muerte al que conduce el pecado”.
“Jesucristo con
su cercanía y ternura lleva a los pecadores al espacio de la gracia y del perdón”, añadió.
Francisco
comenzó hablando de cómo en la Escritura se habla de “los potentes, los reyes,
los hombres que están ‘en lo alto’ y de su arrogancia y sus abusos”.
“La riqueza y el poder son realidades que
pueden ser buenas y útiles al bien común, si se ponen al servicio de los pobres
y de todos, con justicia y caridad”, explicó.
Sin embargo,
“como sucede demasiado a menudo, son vividas como privilegio, con egoísmo y prepotencia, y se transforman en instrumentos de corrupción y de muerte”, aseguró.
A continuación,
recordó el Primer Libro de los Reyes, en la Biblia,
en el que se habla de la “Viña de Nabot”. Aquí se cuenta que Ajab, rey de
Israel, quiere comprar la viña de un hombre llamado Nabot, porque esta viña
está junto al palacio real. “La propuesta parece legítima, además de generosa,
pero en Israel las propiedades terrenas eran consideradas inalienables”.
“La tierra es
sagrada porque es un don del Señor, que como tal es cuidada y conservada, en cuanto signo de la bendición
divina que pasa de generación en generación y garantía de dignidad para todos”.
Por esto, Nabot le da una negativa al rey y éste se siente ofendido.
Es el momento
en el que su mujer, “una reina pagana que había incrementado los cultos
idolátricos y hacía asesinar a los profetas del Señor, decide intervenir”.
“Ella pone el
acento sobre el prestigio y sobre el poder del rey, que, según su modo de ver,
es puesto en discusión al rechazo de Nabot”. Se trata de “un poder que ella
considera absoluto y por el cual cada deseo, por el rey potente, es una orden”.
En este
episodio de la Biblia ocurre así puesto que la mujer del rey decide eliminar a
Nabot, quien es asesinado.
“Esta no es una
historia de otros tiempos, es una historia actual, de los poderosos que para tener más dinero explotan
a los pobres, a la gente; la historia de la trata de personas, del trabajo
esclavo, de la gente pobre que trabaja en negro con lo mínimo, es la historia
de los políticos
corruptos que quiere siempre más y más y más”.
Francisco
aseguró que es aquí donde se observa adónde lleva “ejercer una autoridad sin
respeto por la vida, sin justicia, sin misericordia”, así como “la sed de
poder”.
El Santo Padre
puso otro ejemplo que refleja bien esta realidad y se encuentra en el Libro del
Profeta Isaías: “¡Ay de los que acumulan una casa tras otra y anexionan un
campo a otro, hasta no dejar más espacio y habitar ustedes solos en medio del
país!”. “¡Y el profeta Isaías no era comunista!”, exclamó el Papa.
“Dios es más grande que la maldad de los malvados y de los juegos sucios hechos por los seres humanos” y “en su misericordia
envía al profeta Elías para ayudar a Ajab a convertirse”.
“Dios ha visto
este crimen, pero llama al corazón de Ajab” y “el rey, ante su pecado,
entiende, se humilla y pide perdón”, explicó el Pontífice.
“Qué bonito
sería que los poderosos explotadores de hoy hicieran lo mismo. El Señor acepta
su arrepentimiento; sin embargo, un inocente había sido asesinado, y la culpa
cometida tendrá inevitables consecuencias. El mal cometido en efecto deja sus
huellas dolorosas y la historia de los hombres lleva las heridas”.
Fuente: ACI Prensa