Declaración de las canciones que tratan de la
muy íntima y calificada unión y transformación del alma en Dios, a petición de
la señora Doña Ana de Peñalosa, por el mismo que las compuso.
1. Alguna repugnancia he tenido, muy noble y
devota señora, en declarar estas cuatro canciones que Vuestra Merced me ha
pedido, por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales
comúnmente falta lenguaje (porque lo espiritual excede al sentido), con
dificultad se dice algo de la substancia; porque también se habla mal en las
entrañas del espíritu, si no es con entrañable espíritu.
Y, por el poco que hay
en mí, lo he diferido hasta ahora. Pero ahora que el Señor parece que ha
abierto un poco la noticia y dado algún calor (debe ser por el santo deseo que
Vuestra Merced tiene) que quizá, como se hicieron para Vuestra Merced, querrá
Su Majestad que para Vuestra Merced se declaren, me he animado sabiendo cierto
que de mi cosecha nada que haga al caso diré en nada, cuánto más en cosas tan
subidas y sustanciales.
Por eso no será mío sino lo malo y errado que en ello
hubiere; y por eso lo sujeto todo a mejor parecer y al juicio de nuestra Madre
la Iglesia Católica Romana, con cuya regla nadie yerra. Y con este presupuesto,
arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve entendido que todo lo que se
dijere es tanto menos de lo que allí hay como lo es lo pintado que lo vivo, me
atreveré a decir lo que supiere.
2. Y no hay que maravillar que haga Dios tan
altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar; porque si
consideramos que es Dios, y que se las hace como Dios y con infinito amor y
bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que en el que
le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo y harían morada en él; lo
cual habría de ser haciendole a él vivir y morar en el Padre, Hijo y Espíritu
Santo en vida de Dios, como da a entender el alma en estas canciones.
3. Porque, aunque en las canciones que arriba
declaramos, hablamos del más perfecto grado de perfección a que en esta vida se
puede llegar, que es la transformación en Dios, todavía estas canciones tratan
del amor ya más calificado y perfeccionado en ese mismo estado de
transformación. Porque, aunque es verdad que lo que éstas y aquéllas dicen todo
es un estado de transformación, y no se puede pasar de allí en cuanto tal, pero
puede con el tiempo y ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho
más en el amor; bien así como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero,
le tenga transformado en sí y esté ya unido con él, todavía, afervorándose más
el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más candente e inflamado hasta
centellear fuego de sí y llamear.
4. Y en este encendido grado se ha de entender
que habla el alma aquí, ya transformada y calificada interiormente en fuego de
amor, que no sólo está unida en este fuego, sino que hace ya viva llama en
ella. Y ella así lo siente y así lo dice en estas canciones con íntima y
delicada dulzura de amor, ardiendo en su llama, encareciendo en estas canciones
algunos efectos que hace en ella. Las cuales iré declarando por el orden que
las demás: que las pondré primero juntas y luego, poniendo cada canción, la
declararé brevemente; y después, poniendo cada verso, le declararé de por sí.
Fuente: Portal Carmelitano