La Sixtina tiene un lenguaje tan complejo y rico que nunca acabará de interpretarse
¿Por qué el árbol del Bien y del Mal representado en la Capilla Sixtina es una
higuera y no un manzano? De esta y otras preguntas sobre las imágenes de la
capilla más famosa del mundo nace el libro “I segreti della Sistina. Il
messaggio proibito di Michelangelo” (Los secretos de la Sixtina. El
mensaje prohibido de Miguel Ángel), escrito a dos manos por el experto de
Talmud, Blech Benjamin, y el investigador de historia del arte Roy
Doliner.
¿Hay de verdad un mensaje secreto del gran artista del
Renacimiento en los frescos de la Capilla Sixtina, el lugar donde se celebran
los conclaves para elegir a los pontífices de la Iglesia católica y donde llegan
cada año millones de visitantes para admirar la desconcertante potencia
pictórica del Juicio universal?
Aleteia lo ha preguntado a la
historiadora del arte Sara Magister, que participa en el espacio “Linfa
dell’Ulivo”, un focus de profundización promovido por la Oficina de
Peregrinaciones de la Diócesis de Vicenza, en la XI edición del Festival Bíblico
sobre el tema “Custodiar la Creación, cultivar lo humano”.
- ¿Cuál
es la tesis de los autores del libro?
Analizando el libro y confrontándolo con los estudios más
autorizados sobre la Capilla Sixtina, me doy cuenta de que esta tesis no tiene
ninguna base científica.
Por otra parte, si en los
frescos hubiera referencias a la Cábala y a la cultura hermenéutica judía –
hasta hoy no existen estudios científicos al respecto – no sería
sorprendente: contrariamente a la visión estereotipada que se da en
algunos ambientes culturales, la Iglesia del Renacimiento era más que propensa a
asimilar, dentro de la cultura religiosa de la época, otras culturas, la clásica
en primer lugar, pero también la judía.
Precisamente entonces comenzaba
el estudio del hebreo para la lectura de la Biblia en lengua original, y el de
la Cábala. Más bien, la inserción de referencias de este tipo – siempre
que se demuestre – habría sido autorizado por la misma Iglesia, para
demostrar la existencia de la única Verdad profesada por los católicos. Los
humanistas y teólogos de la época que estudiaban las culturas distintas de la
católica estaban convencidos de que estas culturas podían apoyar la verdad
cristiana.
- ¿Qué elementos señalan el diálogo con las demás
culturas?
Sobre todo las referencias clásicas, sobre todo en las
formas. Juan Pablo II definió la Sixtina como un “santuario de la teología del
cuerpo humano”, y es evidente en los cuerpos bellísimos clásicos, a partir del
de Adán, así como en los misteriosos desnudos.
Estos, en realidad, son
figuras alegóricas que rodean las historias de la Creación y muestran la belleza
entendida como conjunción entre la armonía moral y la física, recuperando lo que
ya griegos y romanos habían elaborado a nivel de concepto y de
forma.
También las figuras clásicas de las Sibilas, que son oráculos
paganos, se proponen – siguiendo una larga tradición que tiene sus raíces en la
Edad Media pero de manera aún más relevante dentro de la Sixtina –, para trazar
un paralelo entre la cultura cristiana y la clásica, mostrando que en esta se
ven las semillas de la búsqueda del conocimiento ya orientados a la espera de un
Mesías, que coincide con Jesús.
- ¿Qué referencias a la cultura
judía, además de a las Escrituras, se pueden encontrar?
Toda la
Sixtina, ya en la época de Sixto IV – Miguel Ángel trabaja allí en una fase
sucesiva a las dependencias de Julio II –, en los frescos que repiten formas
alegóricas e incluso en las medidas del edificio, subraya que la capilla es el nuevo Templo de Jerusalén. La
referencia al mundo judío se subraya en la continuidad entre Jerusalén y
Roma.
Sin embargo, las referencias directas a la cultura judía en sentido filológico hasta ahora no se han demostrado. Se puede notar como el teólogo que redactó el programa de la Sixtina, probablemente Egidio da Viterbo, un atento conocedor de la lengua y cultura judías, incluyó algunos detalles iconográficos: por ejemplo, en la representación del pecado original, la higuera en lugar del manzano.
- ¿Dónde está la distinción?
La higuera forma parte de la interpretación de la Biblia leída en lengua original. El manzano, en cambio, hace referencia a la traducción en latín de la Biblia de san Jerónimo: se trata de una visualización de la idea del árbol del conocimiento del bien y del mal – “malus”- que significa también manzana.
En la Biblia no está escrito que el árbol del conocimiento del bien y del mal fuese un higo, pero dado que los primeros padres, en cuanto descubrieron que estaban desnudos, se cubren con hojas de higuera, es espontaneo pensar que fuese este el árbol.
Esta interpretación, propia del contexto judío, es la que adopta Miguel Ángel, pero es verdad también que esta imagen pertenece a una larga tradición iconográfica italiana que se remonta al duomo de Módena y al de Orvieto, pasando por Jacopo della Quercia en Bolonia.
- ¿Qué otros elementos apoyan la tesis de los dos autores?
Los autores sostienen que Miguel Ángel se remitía a la Biblia judía, pero no es verdad porque ésta excluye libros como el de Judit o los Macabeos, que en cambio están representados en la Capilla Sixtina. La Biblia que Miguel Ángel utiliza es la católica, de san Jerónimo, que incluye libros que para los judíos son apócrifos y que en cambio la tradición cristiana recorre continuamente porque los considera prefiguraciones de Jesús.
Hay profetas mayores, pero también menores, los cuales tienen poca relevancia para los judíos, y que en cambio los cristianos consideran muy importantes porque son citados en el Evangelio al hablar directamente del Mesías. Sobre estas confutaciones, los autores del libro subrayan que Miguel Ángel sólo pintó en la bóveda historias del Antiguo Testamento: ¡por fuerza, pues el Nuevo Testamento está representado en las paredes laterales!
- ¿Existen secretos aún por desvelar en la Sixtina?
Más que secretos, la Sixtina tiene un lenguaje tan complejo y rico que nunca acabará de interpretarse. Tiene un valor universal que sobrepasa la época misma en que se pintó y propone referencias culturales que aún deben ser estudiadas de forma científica.
Estamos ante una obra que tiene una capacidad visual inmediata y al mismo tiempo una complejidad de contenidos que la hace aún hoy fascinante para todos, creyentes y no creyentes.
Fuente: Aleteia