La elevación de Cristo crucificado sobre la tierra no
es sólo el clímax de su camino hacia el Calvario. Allí, sobre el poste
vertical, fijado de antemano en el suelo, se levantaba al reo, clavado en el
madero horizontal, llamado patíbulo, y se encajaban ambos maderos formando una
especie de tau, en cuya altura se colocaba escrito en una tablilla el motivo de
la muerte del reo.
Pero este levantar a Jesús sobre la tierra
tiene un carácter profético, al que aluden las palabras de Jesús: «Cuando sea
levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». ¿Qué quiere decir con
esto? ¿Se refiere sólo a que lo verán en alto sobre el Gólgota? ¿Por qué dice
que atraerá a todos?
Desde su nacimiento en la tierra, Jesús ha
ejercido una irresistible fascinación entre los hombres, creyentes o no, que
han deseado verlo. Los pastores fueron corriendo al portal, cuando oyeron el
anuncio del ángel; los magos, posiblemente astrólogos, recorrieron una larga
distancia para ver, guiados por la estrella, al Rey de los judíos.
La historia del cristianismo está formada
por una inmensa riada de gente que se ha sentido atraída por Jesús. Desde el
soldado romano, que, conmovido por su modo de morir, confiesa que es el Hijo de
Dios; y el buen ladrón que, oyendo a quienes se burlaban de su realeza, pide a
Jesús que se acuerde de él en su reino, hasta todos los que, en la fe, han
recorrido cortas o largas distancias espirituales con tal de conocer algo de su
misteriosa intimidad.
Grandes santos, como Francisco de Asís,
Ignacio de Loyola, el beato Carlos de Foucauld, han peregrinado a tierra
santa sólo con el deseo de venerar los lugares donde vivió Jesús y aspirar el
aroma de su presencia en aquella tierra santificada por sus pasos. Otros han
pasado de la incredulidad a la fe, atraídos sencillamente por su personalidad.
Piénsese en Papini, que escribe su admirable vida de Jesús en reparación de los
pecados que le valieron la excomunión; o en Pasolini, que, impactado por la
lectura del evangelio según san Mateo en un monasterio donde fue acogido debido
a unas fiebres, lo llevó al cine e hizo posiblemente la mejor película sobre
Jesús.
Cuando, en el evangelio de este domingo,
unos griegos dicen al apóstol Felipe que quieren ver a Jesús, de manera
indirecta personalizan al mundo gentil que, a partir de Pentecostés, recibirá
el anuncio de Cristo y acogerá la fe. La Iglesia ha crecido desde entonces
mediante la adhesión de los pueblos que aceptan con fe el Evangelio, cuyo
centro es Cristo crucificado, levantado en alto para manifestar el amor de
Dios. En realidad, cuando Jesús dice que, desde la cruz ensalzada, atraerá a
todos hacia sí, no sólo indica la muerte con que va a morir, como apunta el
evangelista, sino que esa muerte, como la del grano de trigo caído en tierra
para dar fruto, será muy fecunda y provocará la atracción de todos hacia él. La
cruz no es sólo el madero donde, como dice san Agustín, «están fijos los
miembros del hombre que muere, sino la cátedra del maestro que enseña». En
ella, Jesús es levantado para enseñar el amor. Y el amor atrae siempre.
+ César Franco
Obispo de Segovia.
Fuente: Obispado de Segovia