«Rezo en particular por las familias más probadas por la crisis económica, aquellas donde el papá o la mamá han perdido el trabajo, donde los jóvenes no logran encontrarlo"
En un
encuentro marcado por una gran alegría, enriquecido con la ternura
bulliciosa de tantos niños, Francisco saludó a miles de familias que
quisieron celebrar con el Papa la fiesta de la Sagrada Familia, en el Aula Pablo
VI.
«Han venido con los frutos más bellos de su amor. Maternidad y
paternidad son un don de Dios, pero acoger el don, dejarse asombrar por
su belleza y hacer que resplandezca en la sociedad es tarea de
ustedes», dijo el Santo Padre en su cordial bienvenida a los miembros
de la asociación fundada hace diez años que reúne a las familias numerosas en
Italia, acompañados por delegaciones de otros países de
Europa.
«Cada uno de sus hijos es una criatura única que no se
repetirá nunca más en la historia de la humanidad. ¡Cuando se comprende
esto, es decir que cada uno ha sido querido por Dios, quedamos asombrados ante
el gran milagro de un hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos hemos visto a hombres
y mujeres que, cuando reciben a un hijo, les cambia la vida. ¡Un hijo es un
milagro que cambia la vida!», reiteró el Sumo Pontífice.
La familia numerosas,
beneficio para toda la sociedad
Y dedicó unos minutos muy
expresivos a ensalzar el bien social que suponen las familias
numerosas: «Ustedes, niños y niñas, son precisamente esto: cada uno de
ustedes es un fruto único del amor, vienen del amor y crecen en el amor. ¡Son
únicos, pero no solos! Y el hecho de tener hermanos y hermanas les hace bien:
los hijos y las hijas de una familia numerosa son más capaces de la comunión
fraterna desde la primera fase de la infancia. En un mundo marcado
frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de solidaridad
y de convivencia; y estas actitudes luego son un beneficio para toda la
sociedad»
Tras subrayar las dificultades que afrontan las familias, en
particular las numerosas, deseando que las instituciones públicas y la política
les dediquen mayor atención y apoyo, y recordando la Exhortación Apostólica
Familiaris Consortio de Juan Pablo II, el Papa alentó asimismo
el compromiso de las asociaciones familiares en los foros nacionales y
locales, así como en la Iglesia y en la sociedad: «Estoy a su lado con
la oración y los encomiendo a la protección de la Sagrada Familia de Jesús, José
y María. ¡Qué linda noticia saber que en Nazaret se está realizando una
casa para las familias del mundo que peregrinan allí donde Jesús creció
en edad, sabiduría y gracia (cfr Lc 2,40)!»
«Rezo en particular por las
familias más probadas por la crisis económica, aquellas donde el papá o la mamá
han perdido el trabajo, donde los jóvenes no logran encontrarlo. Por las
familias probadas en sus afectos más queridos y por aquellas que sienten
la tentación de rendirse a la soledad y a la división»,
añadió.
Recordando que las familias numerosas son una escuela de
solidaridad y del compartir, en beneficio de toda la sociedad ante un mundo
marcado a menudo por egoísmos, el Papa hizo hincapié en el encuentro
entre generaciones. Y destacó el papel de los abuelos, que son una
presencia preciosa tanto en la ayuda práctica como en la educación. Pues
los «abuelos custodian los valores de un pueblo, de una familia y ayudan
a los padres a transmitirlos a los hijos». Y recordó cómo en el siglo
pasado en tantos países europeos fueron los abuelos los que transmitieron la fe,
llevando incluso a escondidas a los niños para bautizarlos.
A los
queridos padres, les expresó su gratitud por «el ejemplo de amor a la
vida que custodian desde la concepción hasta el ocaso natural, aun en
medio de todas las dificultades y pesos de la vida, que lamentablemente las
instituciones públicas no siempre ayudan a llevar».
Con su bendición el
Papa Bergoglio deseó a todas las familias la ternura y la consolación de Dios y
pidió oraciones por él, que se siente como «el abuelo de
todos».
Texto íntegro de la
intervención del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
Antes que nada una pregunta y una curiosidad. Díganme: ¿a qué hora
se han despertado hoy? ¿a las seis? ¿a las cinco? ¿y no tienen sueño? ¡Pero yo
con este discurso los haré dormir!
Estoy contento de encontrarlos en
ocasión de los diez años de la Asociación que reúne en Italia a las familias
numerosas. ¡Se ve que ustedes aman a la familia y aman la vida! Y es bello
agradecer al Señor por esto en el día en el cual celebramos la Sagrada
Familia.
El Evangelio de hoy nos muestra a María y José que llevan al
Niño Jesús al templo, allí encuentran a dos ancianos, Simeón y Ana, que
profetizan sobre el Niño. Es la imagen de una familia “alargada”, un poco como
son sus familias, donde las diversas generaciones se encuentran y se ayudan.
Agradezco a Mons. Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia
-especialista en hacer estas cosas– que ha deseado tanto este momento, y a Mons.
Beschi, que ha fuertemente colaborado en hacer nacer y crecer su Asociación,
surgida en la ciudad del beato Pablo VI, Brescia.
Han venido con los
frutos más bellos de su amor. La maternidad y la paternidad son dones de Dios,
pero recibir este don, maravillarse de su belleza y hacerlo resplandecer en la
sociedad, esto es su tarea. Cada uno de sus hijos es una creatura única que no
se repetir nunca más en la historia de la humanidad. Cuando se entiende esto, es
decir que cada uno ha sido querido por Dios, ¡nos quedamos sorprendidos de
cuanto grande es el milagro de un hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos nosotros
hemos visto – hombres, mujeres – que cuando llega un hijo la vida cambia, es
otra cosa. Un hijo es un milagro que cambia una vida. Ustedes, niños y niñas,
son precisamente esto: cada uno de ustedes es un fruto único del amor, vienen
del amor y crecen en el amor. ¡Son únicos, pero no solos! Y el hecho de tener
hermanos y hermanas les hace bien: los hijos y las hijas de una familia numerosa
son más capaces de la comunión fraterna desde la primera fase de la infancia. En
un mundo marcado frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una
escuela de solidaridad y de convivencia; y estas actitudes luego son un
beneficio para toda la sociedad.
Ustedes, niños y jóvenes, son los frutos
del árbol que es la familia: serán frutos buenos cuando el árbol tiene buenas
raíces – que son sus abuelos – y un buen tronco – que son sus padres – Decía
Jesús que todo árbol bueno da frutos buenos y que todo árbol malo da frutos
malos (cfr. Mt 7,17). La gran familia humana es como un bosque, donde los
arboles buenos traen solidaridad, comunión, confianza, ayuda, seguridad,
sobriedad feliz, amistad. La presencia de las familias numerosas es una
esperanza para la sociedad. Y por esto es muy importante la presencia de los
abuelos: una presencia preciosa sea por la ayuda práctica, sea sobre todo por el
aporte educativo. Los abuelos cuidan en sí los valores de un pueblo, de una
familia, y ayudan a los padres a transmitirlos a los hijos. En el siglo pasado,
en muchos países de Europa, han sido los abuelos a transmitir la fe: ellos
llevaban a escondidas al niño a recibir el bautismo y transmitían la
fe.
Queridos padres, les estoy agradecido por el ejemplo de amor a la
vida, que ustedes cuidan desde el concebimiento hasta el fin natural, a pesar de
todas las dificultades y lo pesado de la vida, y que lamentablemente las
instituciones públicas no siempre los ayudan a llevar adelante. Justamente
ustedes recuerdan que la Constitución Italiana, en el artículo 31, exige una
atención especial a las familias numerosas; pero esto no encuentra un adecuado
reflejo en los hechos. Se queda en las palabras. Deseo pues, pensando también a
la baja natalidad que de hace tiempo se registra en Italia, una mayor atención
de la política y de los administradores públicos, a todo nivel, con el fin de
dar la ayuda prevista para estas familias. Cada familia es célula de la
sociedad, pero la familia numerosa es una célula más rica, más vital, y el
¡Estado tiene todo el interés de invertir en ella!
Sean bienvenidas las
familias reunidas en Asociaciones – como esta italiana y como aquellas de otros
países europeos, aquí representados – y sea bienvenida la red de asociaciones
familiares capaces de estar presentes y visibles en la sociedad y en la
política. San Juan Pablo II, en este sentido, escribía: «las familias deben
crecer en la conciencia de ser protagonistas de la llamada política familiar y
deben asumir la responsabilidad de transformar la sociedad: diversamente las
familias serán las víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con
indiferencia» (Exh. Ap. Familiaris consortio, 44). El compromiso que las
asociaciones familiares desarrollan en los diversos “foros”, nacionales y
locales, es propio aquel de promover en la sociedad y en las leyes del estado
los valores y las necesidades de la familia.
Bienvenidos también los
movimientos eclesiales, en los cuales ustedes miembros de las familias numerosas
están particularmente presentes y activos. Siempre agradezco al Señor al ver a
papás y mamás de las familias numerosas, juntos a sus hijos, comprometidos en la
vida de la Iglesia y de la sociedad. Por mi parte les acompaño con mis
oraciones, y les encomiendo bajo la protección de la Sagrada Familia de Jesús,
José y María. Y una bella noticia es que propio en Nazaret se está realizando
una casa para las familias del mundo que van en peregrinación allá donde Jesús
creció en edad, sabiduría y gracia. (cfr. Lc 2,40).
Rezo en especial por
las familias más afectadas por la crisis económica, aquellas donde el papá o la
mamá han perdido el trabajo, - y esto es duro – donde los jóvenes no logran
encontrarlo; las familias heridas en sus sentimientos y aquellas tentadas a
rendirse a la soledad y la división.
¡Queridos amigos, queridos padres,
queridos jóvenes, queridos niños, queridos abuelos, buena fiesta a todos
ustedes! Cada una de sus familias sea siempre rice de ternura y de la
consolación de Dios. Con afecto los bendigo. Y ustedes, por favor, continúen a
rezar por mí, que yo soy un poco el abuelo de todos ustedes. ¡Recen por mí!
Gracias.
Fuente: Radio Vaticana
