En este primer día del año la Iglesia celebra la solemnidad de la Virgen María como Madre de Dios. Tras el Nacimiento de Cristo, la liturgia quiere dedicar un día especial a contemplar la maternidad humana y divina de María.
Madre de Jesús. Tanto los evangelios como el apóstol Pablo proclaman que el Hijo de Dios nació como hombre tomando carne de una Virgen llamada María (Lc. 1,27) La expresión paulina «Nacido de una mujer» (Gal. 4,4-6) quiere subrayar que Jesús nació como verdadero hombre.
Madre de Dios. La disponibilidad total de María y su entrega generosa al designio salvífico de Dios la convierte en Madre de Dios como la proclamó el Concilio de Éfeso. Cuando este Concilio declaró solemnemente la maternidad divina de María, indirectamente estaba manifestando que Jesús era verdaderamente Dios.
Por último, la Madre de Dios es la Sierva del Señor, como canta el himno del Magnificat, puesto por el evangelista Lucas en labios de María.
En este tiempo en el que celebramos el misterio del Nacimiento del Señor no podemos por menos de tener una mirada especial y agradecida a María, «Madre de Jesucristo, verdadero hombre y Dios».