¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!, estas han sido las primeras palabras del Papa dirigidas los participantes en el encuentro con las autoridades, los representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático
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Ante las
autoridades y representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático, el
Papa llamó a ser constructores de paz, de reconciliación y de convivencia,
tomando ejemplo de las mujeres, imprescindibles trabajadoras por la paz y la
vida. Una exhortación también a los líderes del país a evitar la “hemorragia de
jóvenes y familias que buscan un futuro en otros lugares”.
¡Bienaventurados
los que trabajan por la paz!, estas han sido las primeras palabras del Papa
dirigidas los participantes en el encuentro con las autoridades, los
representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático del Líbano en el
Palacio Presidencial de Beirut. Tras la ceremonia de bienvenida en el
aeropuerto internacional Beirut-Hariri, y los encuentros privados con el
presidente libanés Joseph Khalil Aoun, con el presidente de la Asamblea
Nacional, Nabih Berri y con el primer ministro, Nawaf Salam, y sus familias,
León XIV dedicó su discurso, como él mismo anunció, a lo que significa ser
artífices de la paz en circunstancias muy complejas, conflictivas e inciertas,
como las que vive el Líbano y tantos otros países en el mundo.
La
bienvenida y el “Cedro de la amistad”
Un espectáculo
de luces, danzas y música acogieron al Pontífice. A pesar de la intensa lluvia,
desde su Papamóvil, pudo apreciar la voluntad del pueblo libanés de recibirlo
con un abrazo fraterno por las avenidas y calles de Beirut. El presidente
libanés y su consorte recibieron al Papa y tras un breve intercambio de
regalos, la firma del Libro de Honor y la simbólica plantación del “Cedro
de la amistad”, se dirigieron al gran “Salón 25 de Mayo” donde el primer
mandatario libanés, ante cientos de personas, dirigió unas palabras de
bienvenida al Santo Padre.
"Santo
Padre - dijo el mandatario libanés -, le imploramos que le diga al mundo que no
moriremos, ni nos iremos, ni nos desesperaremos, ni nos rendiremos". Recordó
además la gran fe del pueblo libanés y la esperanza de «curar las mentes, los
corazones y las almas del odio, las guerras y la destrucción». Exaltó una
tierra que «es la tierra de la libertad para todos los seres humanos y de
la dignidad de todos los seres humanos y afirmó que Líbano es un país único en
su género, donde cristianos y musulmanes son diferentes en sus creencias pero
iguales en derechos, bajo una Constitución basada en la igualdad entre ellos y
en la apertura hacia cada persona y cada conciencia libre».
Un pueblo
que no se rinde
Ante todo, el
Pontífice quiso reafirmar las cualidades y riquezas culturales y naturales del
Líbano, pero poniendo el acento en la fuerza de “un pueblo que no se rinde,
sino que, ante las pruebas, siempre sabe renacer con valentía”, un pueblo
resiliente- agregó el Papa- una característica imprescindible de los auténticos
constructores de paz.
“La obra de
la paz, en efecto, es un continuo recomenzar. El compromiso y el amor por la
paz no conocen el miedo ante las aparentes derrotas, no se dejan doblegar por
las decepciones, sino que saben ver más allá, acogiendo y abrazando con
esperanza todas las realidades. Se necesita tenacidad para construir la paz; se
necesita perseverancia para engendrar vida y custodiarla.
Una fortaleza y
perseverancia – insiste el Santo Padre- que proviene de su historia y que nunca
ha dejado al pueblo libanés abatido o sin esperanza, sobre todo, cuando “a
nuestro alrededor, en casi todo el mundo, parece haber vencido una especie de
pesimismo y un sentimiento de impotencia” ante decisiones que muchas veces van
en detrimento del bien común, ante las consecuencias de una
economía que mata, ante de la inestabilidad global hecha de radicalización de
los conflictos. Y dirigiéndose a los líderes y autoridades el Pontífice
recordó:
El Líbano
puede enorgullecerse de una sociedad civil dinámica, bien formada, rica en
jóvenes capaces de expresar los sueños y las esperanzas de todo un país. Por
eso los animo a que nunca se separen de su gente y a que se pongan al servicio
de su pueblo —tan rico en su variedad— con compromiso y dedicación. Que puedan
hablar una sola lengua: la lengua de la esperanza que hace converger a todos en
un constante comenzar de nuevo.
El arduo
camino de la reconciliación
Como segunda
característica para lograr ser artífices de paz, León XIV habló de la necesidad
de recorrer el arduo camino de la reconciliación, especialmente, cuando hay
heridas personales y colectivas que requieren largos años, a veces generaciones
enteras, para poder sanar y si no se curan, si no se trabajan, los agravios e
injusticias, todo queda estancado y es difícil avanzar hacia la paz. De allí, -
afirmó el Pontífice– la necesidad del encuentro en la verdad y la
reconciliación siempre crecen juntas y sólo juntas:
No hay
reconciliación duradera sin un objetivo común, sin una apertura hacia un futuro
en el que el bien prevalezca sobre el mal sufrido o infligido en el pasado o en
el presente. Por lo tanto, una cultura de la reconciliación no sólo nace desde
abajo, de la disponibilidad y la valentía de algunos, sino que necesita
autoridades e instituciones que reconozcan el bien común por encima del bien
parcial.
La paz es –
continuó diciendo el Santo Padre es mucho más que un equilibrio, la paz es
saber convivir, en comunión, como personas reconciliadas. Una reconciliación
que, además de hacernos convivir, nos enseñará a trabajar juntos, codo con
codo, por un futuro compartido.
“La verdad
más grande de todas es que estemos juntos insertados en un proyecto que Dios ha
preparado para que seamos una familia.”
El valor de
permanecer en la patria
Como tercera
característica de los constructores de paz, León XIV destacó el sacrificio de
los que se atreven a quedarse, porque requiere quedarse o regresar a la patria
requiere visión de futuro. El Pontífice reconoció que esto no solo
es un re para el el Líbano, sino para todo el Levante.
Sabemos que
la incertidumbre, la violencia, la pobreza y muchas otras amenazas producen
aquí, como en otros lugares del mundo, una hemorragia de jóvenes y familias que
buscan un futuro en otros lugares, a pesar del gran dolor que representa dejar
su patria. Sin duda, hay que reconocer que muchos de los libaneses dispersos
por el mundo aportan cosas muy positivas a todos ustedes. Sin embargo, no
debemos olvidar que permanecer en la patria y colaborar día a día al desarrollo
de la civilización del amor y de la paz sigue siendo algo muy loable.
Las mujeres
imprescindibles trabajadoras por la paz
En su discurso,
León CXIV dedicó un capítulo aparte a las mujeres que a su juicio cumplen un
papel imprescindible en el arduo y paciente compromiso de custodiar y construir
la paz.
No olvidemos
que las mujeres tienen una capacidad específica para trabajar por la paz,
porque saben custodiar y desarrollar vínculos profundos con la vida, con las
personas y con los lugares. Su participación en la vida social y política, así
como en la de sus propias comunidades religiosas, al igual que la fuerza que
proviene de los jóvenes, representa en todo el mundo un factor de verdadera
renovación.
La melodía y
la comunión de un pueblo
Al concluir, el
Santo Padre puso de relieve la cultura de la danza y la música que caracterizan
al pueblo libanés y que fue ampliamente demostrada a su llegada al Palacio
Presidencial con danza, música y color no obstante la lluvia. “Son un pueblo
que ama la música, la cual, en los días de fiesta, se convierte en danza,
lenguaje de alegría y comunión, necesarios para construir paz
La paz es un
don que viene de Dios y que, ante todo, habita en nuestro corazón. Es como un
movimiento interior que se derrama hacia el exterior, permitiendo que nos
dejemos guiar por una melodía más grande que nosotros mismos, la del amor
divino. Quien baila avanza con ligereza, sin pisar la tierra,
armonizando sus pasos con los de los demás. Así es la paz: un camino
movido por el Espíritu, que dispone al corazón a escuchar y lo hace más atento
y respetuoso hacia el otro.
Con estas
palabras el Papa manifestó, al concluir, su agradecimiento al presidente y su
esperanza de que crezca en el pueblo libanés deseo de paz que nace de Dios
Alina Tufani
Díaz
Ciudad del
Vaticano
Fuente: Vatican News