Califica de «profanación» el proyecto para la Basílica
![]() |
| Proyecto de profanación de la Basílica del Valle de los Caídos |
Mons. Sanz
Montes considera que la resignificación planteada por el Gobierno constituye
una «profanación» del espacio sagrado y traiciona el proyecto originario de
reconciliación de la basílica.
El arzobispo
de Oviedo, Mons. Sanz Montes, ha expresado su firme oposición
al proyecto del Gobierno para «resignificar» la Basílica del Valle de
los Caídos en un artículo publicado en el diario El Debate.
El prelado considera que la propuesta gubernamental constituye un «atentado»
contra el significado original del lugar y lo compara con un «duty free
ideológico».
Una basílica
creada para la reconciliación, no como mausoleo
Sanz Montes recuerda
que la Abadía de La Santa Cruz del Valle de los Caídos, regentada
por monjes benedictinos desde su fundación, «no es el mausoleo que se hizo el
propio General para sí mismo, como se ha afirmado equívocamente». Según el
arzobispo, la razón de ser de la basílica fue «ni más ni menos que un lugar
para la reconciliación entre españoles».
El prelado
destaca que en el lugar «reposan miles de caídos, de ambos bandos, en la
contienda de nuestra guerra civil» y cita los documentos pontificios que
respaldaron su creación. La Carta Apostólica Stat Crux (1958)
del Papa Pío XII constituyó el lugar como abadía, mientras que
el Papa San Juan XXIII lo declaró basílica papal en 1960,
especificando que estaba destinado a ofrecer «sacrificios expiatorios y
continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España».
Críticas al
«duty free ideológico»
El arzobispo
considera que el proyecto gubernamental pretende «reescribir la historia con un
relato inventado» y denuncia especialmente la intención de «aislar la Basílica
impidiendo el acceso natural por la puerta de entrada». Sanz Montes critica
que para que «monjes y fieles puedan adentrarse en la Basílica, hay que pasar
obligatoriamente por unos escenarios en donde se cuenta un relato político y se
adoctrina ideológicamente».
Esta situación
la compara con los aeropuertos «que te fuerzan a pasar por tiendas mientras
llegas a tu puerta de embarque», calificando el proyecto como «una especie de
duty free ideológico» donde hay que «tragar, visionar, escuchar 'su relato'
para poder llegar al espacio sagrado».
El prelado
apoya las palabras del arzobispo presidente de la Conferencia Episcopal
Española, Mons. Luis Argüello, quien señaló que las leyes de
memoria histórica son «principalmente, un instrumento de polarización
ideológica al servicio de los intereses políticos del presente».
Sanz Montes concluye
que el proyecto constituye «sin duda una profanación» y «traiciona
dictatorialmente el proyecto originario de un espacio sagrado bajo la Santa
Cruz del Señor que nos reconcilia como hermanos».
Por su interés
reproducimos el artículo publicado originalmente en El
Debate.
Un «Duty free»
en Cuelgamuros
En mis andanzas
montañeras de la mocedad, muchas veces subí a los riscos del Pico Abantos que
se alza sobre el Monasterio de El Escorial y la Abadía de La Santa Cruz del
Valle de los Caídos. Especialmente en invierno llegabas a la cumbre con el
rostro aterido por la fría ventisca, y los pies entumecidos por la nieve helada
que iban surcando nuestras botas de montaña. Es un enclave de la Sierra del
Guadarrama que tiene gratos recuerdos en mis remembranzas. La filigrana del
monasterio que ideó Felipe II, y la cruz enhiesta que se levanta en Cuelgamuros por
aquel proyecto del General Franco.
Esa abadía
regentada por los monjes benedictinos desde su comienzo no es el mausoleo que
se hizo el propio General para sí mismo, como se ha afirmado equívocamente. La
razón de ser de aquella Basílica fue ni más ni menos que un lugar para la reconciliación
entre españoles, precisamente al amparo del signo de la cruz más alta del
mundo, verdadero símbolo de la reconciliación mayor que cabe esperar, esa que
nos obtuvo Jesucristo dando la vida para que nuestro destino no fuera fatal,
sino el desenlace salvado por el supremo gesto de amor de Aquel que dio su vida
por nosotros.
Allí reposan
miles de caídos, de ambos bandos, en la contienda de nuestra guerra civil. Y
precisamente allí, hay una comunidad monástica que tiene la custodia del lugar
sacro velando por el recinto consagrado, rezando por los muertos allí
sepultados y orando por la paz de un pueblo. Bien es sabido que Franco no
decidió ser enterrado en esa Basílica, ni lo dejó escrito o sugerido en su
testamento personal. Lo decidió el flamante Rey de España, Don Juan
Carlos, al día siguiente de su acceso al trono de España, estando todavía
el anterior Jefe de Estado de cuerpo presente.
El Papa
Pío XII en su Carta Apostólica Stat Crux (1958)
dice sobre aquel lugar al constituirlo en Abadía: «Una gran Cruz, signo de
salvación y faro de eterno reposo, se levanta en lo alto de una roca que se
eleva entre las cimas del Guadarrama. De tal forma ha sido perforada la
granítica mole que la gran cavidad se ha transformado en un templo subterráneo.
No lejos se han levantado edificios suficientemente amplios y destinados a ser
moradas apropiadas para el servicio del culto, para los huéspedes y para los
peregrinos». Más adelante, se refiere a la constitución de la comunidad
monástica en estos términos, indicando la identidad de los religiosos y su
cometido: «Los monjes del insigne monasterio de Silos, perteneciente a la
Congregación de Solesmes de la Orden de San Benito, para que observaran en esta
montaña, mansión de paz, los estatutos de la vida monástica, atendieran el
culto sagrado, cultivaran los estudios y al pueblo fiel impulsaran, no solo
hacia lo espiritual y eterno, sino también hacia la práctica de las virtudes
cristianas. Por ello, para que pudiera decorosamente vivir la familia religiosa
que allí habría de congregarse, no solo se le ha provisto con suficiencia, sino
incluso con esplendidez. Finalmente, nos han dirigido Preces para que, según
nuestro beneplácito, otorgásemos al nuevo monasterio y a su templo el título y
los derechos de Abadía».
Termina el
texto papal aludiendo al tenor de la dedicación del templo y la firmeza de
su Carta Apostólica al respecto: «Exigimos y constituimos para
siempre, con nuestra Autoridad apostólica y en virtud de estas Letras, la nueva
Abadía exenta, que ha de ser nombrada con el título de Santa Cruz del Valle de
los Caídos, a la cual, como perteneciente a la Congregación de Solesmes de la
Orden de San Benito, la hacemos partícipe de todos los y privilegios concedidos
a el Abades de tal familia religiosa. Sin que nada lo pueda impedir. Esto
promulgamos, establecemos, decretando que las presentes Letras sean y permanezcan
siempre firmes, válidas y eficaces: que produzcan y conserven íntegros sus
plenos derechos que favorezcan cumplidamente, ahora y después, a los Prelados y
monjes, tanto presentes como futuros, de la mencionada Abadía, que de esta
forma establecemos y, conforme a esto, se ha de interpretar y definir. Desde
ahora se ha de tener sin efecto y sin valor cuanto aconteciera ir en contra de
ellas, sea a sabiendas o por ignorancia, o por quienquiera o en nombre de
cualquier autoridad».
Será su
sucesor, el Papa San Juan XXIII, quien dé un paso más y con el
Breve pontificio Salutiferae Crucis (1960) declare la
Iglesia de la Santa Cruz como Basílica papal: «Yérguese airoso en una de las
cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de
la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de
la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas
protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso. Este monte
sobre el que se eleva el signo de la Redención humana ha sido excavado en
inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se
ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la
guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los
trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez
que se ruega sin cesar por toda la nación española».
Con la
terminología de la época, dos papas se refieren a ese momento fundacional
constituyendo una Abadía monástica benedictina y declarando Basílica el templo
de aquella majestuosa iglesia, indicando por qué y para qué desde la
perspectiva de la reconciliación y el perdón cristiano.
Por algún
motivo (que no resulta difícil de colegir), algunos han querido hacer de ese
lugar su foco de atención, e intentando su pretensión desmontadora de la
historia real de su significado, con su calendario de exhumaciones, sus
amenazas de expulsiones y con el proyecto de resignificación. Toda una carga
pretenciosa de gran calibre ideológico que señala el símbolo de la cruz, la
presencia de una comunidad monástica, el motivo de reconciliación fraterna y la
trasformación del espacio basilical y sus accesos. Estamos ante un capítulo
más, y este no es menor por todo lo que representa histórica, religiosa y emotivamente en
nuestra sociedad española, de toda una agenda que pretende reescribir la
historia con un relato inventado, impuesto, por mor de una ideología insidiosa
que reabre heridas y nos vuelve a enfrentar con diferente calado.
En el discurso
de apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española,
nuestro arzobispo presidente, Mons. Luis Argüello señalaba con
enorme claridad: «En el año 2028 celebraremos los cincuenta años de la
Constitución. Estos próximos tres años deberían ser de 'purificación de la
memoria' contaminada por los sesgos ideológicos de las leyes de memoria
histórica y democrática que, justamente, quieren rehabilitar y honrar a
víctimas de la dictadura y enterrar dignamente a quien seguían en fosas y
cunetas, pero son, principalmente, un instrumento de polarización ideológica al
servicio de los intereses políticos del presente más que cauce para ahondar en
la reconciliación que los años de la Transición lograron, en gran parte».
Pretender
resignificar lo que ya tuvo y sigue teniendo un significado en aras de un
instrumento de polarización ideológica al servicio de intereses políticos,
representa un atentado más que no supone la verdad que nos hace libres (Jn 8,
32), sino la mentira manipuladora que se hace liberticida. Querer aislar la
Basílica impidiendo el acceso natural por la puerta de entrada hacia su atrio
litúrgico es mutilar su sentido, máxime si para que monjes y fieles puedan
adentrarse procesional o libremente en la Basílica, hay que pasar
obligatoriamente por unos escenarios en donde se cuenta un relato político y se
adoctrina ideológicamente. Es como imponer lo que sucede en algunos
aeropuertos: que te fuerzan a pasar por tiendas y restregarte productos
variados mientras llegas a tu puerta de embarque. Así estaríamos con el
proyecto de resignificación que se proponen los mandamases gubernamentales:
obligar a discurrir por una especie de Duty free ideológico
teniendo que tragar, visionar, escuchar «su relato» para poder llegar al
espacio sagrado donde celebrar la paz que Dios nos brinda y la reconciliación
que nosotros celebramos. Sin duda que es una profanación en el sentido
etimológico de la palabra, y traiciona dictatorialmente el proyecto originario
de un espacio sagrado bajo la Santa Cruz del Señor que nos reconcilia como
hermanos.
Fuente: El Debate/InfoCatólica
