Siguiendo las pautas de un "gigante espiritual" como San Francisco de Sales y su Introducción a la vida devota el padre Thompson desmonta seis estrategias equivocadas y propone las contrapuestas
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Foto: Nik Shuliahin / Unsplash. |
Herido por el
pecado original, el hombre se enfrenta cotidianamente a tres enemigos: el
demonio, el mundo y la carne. Y tras la "crítica" decisión de seguir
a Cristo, en seguida se descubre que la vida cristiana se parece
mucho al deporte: para perfeccionar el juego hay que entrenar mucho más
de lo que parecía.
Es la
comparación a la que recurre un joven sacerdote para ofrecer unos buenos
consejos para la vida espiritual. Clayton Thompson fue
ordenado en 2013 y es párroco de la iglesia de San José, en Delphi (Indiana)
y director de la Oficina de Vocaciones de la diócesis de
Lafayette-in-Indiana.
En un artículo
en Those Catholic Men explica
que luchar contra el pecado y la tentación que conduce a él es complicado en
ocasiones, pero que "son las cosas pequeñas las que, con la gracia de
Dios, nos llevan a la victoria".
Siguiendo las
pautas de un "gigante espiritual" como San Francisco de Sales (1567-1622)
y su Introducción a la vida devota el padre Thompson
desmonta seis estrategias equivocadas y propone las
contrapuestas. Traducimos, con algunas adaptaciones, sus propuestas. (Las citas
de San Francisco de Sales son todas de la Parte IV: Los avisos
necesarios contra las tentaciones más ordinarias; el número indica el
capítulo del que están tomadas).
1. No
ames la tentación
Parece obvio,
¿no? Pero, asumámoslo, incluso después de romper con ciertos pecados, la
tentación hacia ellos aún puede hacernos sentir bien. Cuando un tipo ha
apartado de su vida la rabia y la ira, regodearse en el pensamiento de lo que
le diría a la gente que le ha hecho mal puede darle una gran sensación de
victoria. Un hombre que nunca traicionaría a su mujer puede sentirse muy a
gusto dándole vueltas a la idea de hacer una visita a esa chica de la oficina
que le mira con buenos ojos.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
"La
complacencia sirve, ordinariamente, de paso para llegar al consentimiento” (3).
2. No te
pongas en tentación
Esto es un
asunto tanto de previsión como de honestidad. Primero, requiere previsión:
si sé que cada vez que converso con esas personas a la hora de comer terminamos
hablando de asquerosidades y cotilleando de los demás, es culpa mía si caigo en
murmuraciones y deshonestidades. Al mismo tiempo, requiere honestidad:
a menudo, cuando nos ponemos en situaciones porque nos decimos s nosotros
mismos que estamos “por encima” de ciertos pecados. Esto puede ser verdad, pero
es menos frecuente de lo que nos gusta pensar. Si me he dado cuenta de que me
gustan ciertas tentaciones, tengo que ser honesto en evitar las situaciones que
me conducen a ellas. Es lo que se llama “evitar la ocasión de pecado”.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
“Ocurre, a
veces, que la sola tentación es pecado, porque somos causa de ella” (6).
3. No te
angusties
La tentación no
es pecado (punto 1) siempre que no seamos causa de la tentación poniéndonos en
la situación que la genera (punto 2). Si quiero algo que no es mío y siento el
impulso de llevármelo cuando nadie me ve, mientras sea un sentimiento, se queda
solo en una tentación molesta. Las cosas empiezan a ir mal cuando nos
ponemos histéricos por sentirnos tentados. Cuando perdemos la paz,
empezamos a creernos la gran mentira del Tentador de que nunca superaremos el
sentimiento de una lucha cuesta arriba… hasta que nos rindamos. Y cuando esa
mentira se instala en nuestra mente, el siguiente paso es la caída.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
“La inquietud
es el mayor mal que puede sobrevenir a un alma, fuera del pecado” (11).
4. No
escuches a la tentación
San Francisco
de Sales distinguía entre tentaciones mayores y menores: por ejemplo, la
tentación de matar a alguien y la de enfadarse con él; la de robar algo y la de
codiciarlo; la de cometer perjurio y la de decir una mentira; la de cometer
adulterio y la de no guardar la vista. Mientras que contra las grandes
tentaciones tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas, con las tentaciones
pequeñas dice San Francisco de Sales que nuestra principal tarea es
simplemente dejarlas pasar: deshacernos de ellas tranquilamente y no
dejar que nos roben la paz. Es el viejo truco del elefante rosa:
cuando más intentamos no pensar en elefantes rosas, más ocupan nuestra
conciencia. Cuando surjan las tentaciones y las reconozcas como tales,
recházalas y sigue tu camino, no dedicándoles ni solo pensamiento más. Si no,
se hacen abrumadoras.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
“Desprecia,
pues, estos pequeños ataques… No hagas otra cosa que alejarlos sencillamente,
sin combatirlos ni responderlos de otra manera que con actos de amor a Dios”
(9).
5. No
conviertas la tentación en una cuestión de voluntad
Cuando un
hombre está intentando superar un cierto pecado en su vida, con frecuencia se
descorazona por su debilidad al luchar contra las tentaciones hacia ese pecado.
Muchas veces, el problema es de perspectiva. Si mi aproximación a la vida moral
es decir “le voy a demostrar a Dios lo bueno que soy no pecando”, en vez de
“amo a Dios y por tanto odio el pecado y quiero dominarlo porque perjudica mi
relación con Él”, no hay que sorprenderse si Dios me permite caer: pensaría
que soy mi propio salvador. La confianza en uno mismo es una de las
principales causas de la caída. Cuando vienen las tentaciones, la claves está
en confiar más intensamente en la gracia de Dios, humillarse ante Él y amarle
más.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
“Espera tu
liberación más de la bondad y providencia de Dios que de tu industria y
diligencia; si buscas tu liberación por amor propio, te inquietarás y
acalorarás en pos de los medios, como si este bien dependiese más de ti que de
Dios” (11).
6. No te
calles
Quizá una de
las verdades más importantes que recordar al hablar del pecado y de la
tentación es que no estamos solos en esta lucha. Dios está ahí, pero también el
Maligno. El Maligno no es un cuento de brujas: es real e influye en tu vida.
Aunque una buena parte de las tentaciones provienen del desorden en nuestras
almas, Satán y los espíritus malignos son también intensamente activos. Uno de
los mayores peligros es intentar luchar por tu cuenta contra una
inteligencia-angélica-entregada-al-mal. Comenta con otras personas tus
luchas: ten otras personas a quienes rendir cuentas, un confesor habitual que
conozca tu alma y comprenda las tretas de Satanás. Esa apertura y honestidad es
esencial para vencer los pecados que nos conducen a la desgracia.
¿Qué
aconsejaba San Francisco de Sales?
“El gran
remedio contra todas las tentaciones, grandes y pequeñas, es desahogar el
corazón y comunicar a nuestro director todas las sugestiones, sentimientos y
afectos que nos agitan. Fíjate en que la primera condición que el Maligno pone
al alma que quiere seducir es el silencio” (7).
* * *
"Son las
pequeñas cosas las que cuentan en la vida", concluye el padre Thompson:
"Así que haz caso a San Francisco de Sales y lucha contra las
tentaciones en la forma correcta".
C. L.
Fuente: ReligiónenLibertad