TOR VERGATA, DE SAN JUAN PABLO II A LEÓN XIV: LA LLAMARADA DE LOS JÓVENES

Han pasado veinticinco años desde que San Juan Pablo II convirtiera la explanada de Tor Vergata — en el sur de Roma— en el corazón palpitante de la Iglesia joven del año 2000.
La llegada de Juan Pablo II a Tor Vergata, simbólicamente cogido
de la mano de un joven por cada continente. Crédito: Vatican Media.

Ahora esa misma área, de más de 800.000 metros cuadrados y conocida principalmente por acoger una de las principales universidades públicas italianas, se prepara para recibir a una nueva generación. 

Allí tendrán lugar la Vigilia y la Misa con el Papa León XIV, los días 2 y 3 de agosto. Dos eventos que serán el epicentro del Jubileo de los Jóvenes que presidirá del 28 de julio al 3 de agosto y en el que está previsto que miles de jóvenes pernocten en tiendas de campaña en el mismo recinto.

Esta mega fiesta desbordante de alegría inevitablemente remite a aquel momento de hace un cuarto de siglo, cuando dos millones de jóvenes ilusionados, a los que no les importaron ni el calor ni las incomodidades de dormir al raso, inundaron con su fe radiante la periferia romana. Como dijo entonces el Papa polaco, “hicieron ruido en Roma, un ruido que nunca será olvidado”.

Un santuario al aire libre

Aquellos 19 y 20 de agosto del año 2000, San Juan Pablo II estaba muy debilitado físicamente, pero creó un vínculo indeleble con los jóvenes, visible en cada gesto y cada palabra. Tor Vergata se convirtió en un santuario al aire libre donde se conjugaron el dolor de las guerras y el hambre del siglo XX y la esperanza del Tercer Milenio. 

En aquella Vigilia y Misa multitudinarias, el Pontífice pronunció frases que todavía resuenan con fuerza: “No os resignéis a un mundo donde otros mueren de hambre, permanecen analfabetos, carecen de trabajo” o “si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego al mundo”, parafraseando a santa Catalina de Siena, patrona de Europa.

Pero lo más poderoso no fue solo el contenido del mensaje, sino la fuente original: Cristo mismo. “Es Jesús quien buscáis cuando soñáis la felicidad”, proclamó san Juan Pablo II, delineando un itinerario espiritual que convirtió la Jornada Mundial de la Juventud en mucho más que un evento: en un camino vocacional, comunitario, misionero. Este recuerdo ha quedado grabado en la historia de muchos jóvenes que han orientado su vida hacia Dios.

León XIV, la antorcha continúa

El imponente escenario en el que estará León XIV, de 1.400 metros cuadrados, se levantará en el mismo punto que en el año 2000 como un símbolo vivo de continuidad. Pero el Papa  convoca ahora a los jóvenes a volver a Tor Vergata con un nuevo impulso. 

Como entonces, se espera la llegada masiva de peregrinos —un millón, según las estimaciones de los organizadores —, muchos a pie, otros en autobuses, pero todos con un mismo anhelo: vivir una experiencia con el sucesor de Pedro que transforme para siempre su vida.

El espacio se dividirá en tres zonas: una de máxima seguridad con el altar-escenario; una segunda para concelebrantes, autoridades y medios; y la más extensa, de más de 800.000 metros cuadrados, donde se ubicarán los jóvenes peregrinos. 

El esfuerzo logístico y tecnológico ha sido monumental. Se han construido 355 carpas y se han habilitado 179 torres de audio y video, 2.000 altavoces, 2.400 metros cuadrados de pantallas gigantes, 110 generadores y 122 cámaras de vigilancia. Habrá una sala de control de 400 metros cuadrados y el acceso a Internet estará garantizado gracias a los 20 km de fibra óptica y 15 km de cableado eléctrico.

“Queremos garantizar no solo seguridad, sino también una experiencia espiritual y comunitaria de altísimo nivel”, explicó en una rueda de prensa Agostino Miozo, responsable de la logística del Ayuntamiento de Roma.

Un mundo distinto, pero el mismo mensaje

Aunque el mundo ha cambiado profundamente desde el año 2000, el núcleo del mensaje permanece. Si entonces san Juan Pablo II denunciaba el siglo XX como una era de odio y guerras fratricidas, hoy León XIV hereda un mundo mucho más fracturado con nuevas brechas sociales: soledad digital, guerras olvidadas, crisis climáticas, injusticias económicas y una desconfianza creciente hacia las instituciones, incluida la Iglesia Católica.

Frente a este panorama, el Jubileo de los Jóvenes no será un simple encuentro festivo, sino un nuevo “mandato de misión”, en continuidad con aquel de hace 25 años. El joven de hoy, como el de entonces, está llamado a ir contra corriente, a no resignarse, a no anestesiar su deseo de Dios. Como decía Juan Pablo II: “Es Jesús quien suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande”.

Por Victoria Cardiel