En la Solemnidad del Corpus Domini, el Evangelio de hoy nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen cuanto más se comparten. El Papa en el Ángelus reflexiona sobre el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y el misterio de la Eucaristía.
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Papa León XIV. Foto: Vatican News. Dominio público |
Lo poco que ofrecemos, Dios lo convierte
en abundancia
León XIV recordó que el milagro de los panes no es
solo un prodigio, sino un signo que nos recuerda que “los dones de Dios” crecen
en abundancia cuando se ponen al servicio de los demás.
Jesús pide a los Apóstoles que ofrezcan lo poco que
tienen. Y es a partir de ese gesto humilde de generosidad que todos quedan
saciados, afirmó el Papa. Esa dinámica, señaló, alcanza su plenitud en el
sacramento de la Eucaristía, donde Dios mismo se ofrece en el pan y el vino
consagrados, aceptando lo que la humanidad le presenta y devolviéndolo como don
divino: el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El compartir de Dios con la humanidad
“En la
raíz de todo compartir humano está el de Dios con nosotros”, expresó el
Pontífice. Al hacerse hombre, Jesucristo asumió nuestra pobreza y fragilidad,
incluso nuestra muerte, para redimirnos. Citando al místico bizantino Nicolás
Cabásilas, el Papa subrayó que Dios elige valerse de lo poco que podemos darle, y
eso lo convierte en medio de salvación.
“Sin
embargo, al leer todo esto en el día del Corpus Domini, reflexionamos sobre una
realidad aún más profunda. Sabemos, en efecto, que en la raíz de todo compartir
humano hay uno más grande que lo precede: el de Dios hacia nosotros. Él, el
Creador, que nos dio la vida, para salvarnos pidió a una de sus criaturas que
fuera su Madre, para asumir un cuerpo frágil, limitado, mortal, como el
nuestro, poniéndose en sus manos como un niño. Así compartió hasta sus últimas
consecuencias nuestra pobreza, eligiendo valerse, para redimirnos, precisamente
de lo poco que podíamos ofrecerle (cf. Nicolás Cabásilas, La vida en Cristo,
IV, 3)”
La Eucaristía: don de amor y comunión
Comparando
la Eucaristía con el gesto de un regalo sencillo pero lleno de amor, León XIV
ilustró cómo Dios se une a nosotros con ternura y cercanía, santificando lo que
le ofrecemos y transformándolo en alimento de vida eterna. En cada Misa —dijo—,
el pan y el vino, junto con nuestra vida, son acogidos por Dios y devueltos
como signo de su amor absoluto.
Inspirándose
en san Agustín, el Papa recordó que así como muchos granos de trigo forman un
solo pan, la Iglesia se edifica como un solo cuerpo en la unidad y la caridad,
fruto del misterio eucarístico.
“Pues
bien, en la Eucaristía, entre nosotros y Dios, sucede precisamente esto, el
Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar,
junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre
de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a
nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a
Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor. De este modo
—dice san Agustín—, como el “conjunto de muchos granos se ha transformado en un
solo pan, así en la concordia de la caridad se forma un solo cuerpo de Cristo”
(cf. Sermón 229/A, 2)”
Celebración de la solemnidad en San Juan de Letrán
Por
último, León XIV recordó a los presentes, que esta noche se realizará en la
basílica de San Juan de Letrán “la Procesión Eucarística”, después de la Santa
misa, los presentes en la basílica se pondrán en camino junto con el Obispo de
Roma, llevando el Santísimo Sacramento por las calles de la ciudad.
“Cantaremos, rezaremos y, finalmente, nos reuniremos en la Basílica de Santa María la Mayor para implorar la bendición del Señor sobre nuestros hogares, nuestras familias y toda la humanidad. Partiendo desde el altar y el sagrario, que esta celebración sea un signo luminoso de nuestro compromiso de ser cada día portadores de comunión y paz los unos para los otros, en el compartir y en la caridad”
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News