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Mons. Luis Argüello clausuró el Congreso Cor Iesu, spes mundi" sobre el Sagrado Corazón de Jesús. | Crédito: Arzobispado de Valladolid. |
“Una de las características de un mundo al que le falta el
corazón es que la persona ha sido reducida a individuo que sólo tiene un
señuelo, el empoderamiento”, prosiguió el arzobispo, quien argumentó que la
consecuencia es “la fragmentación del individualismo y la pérdida del
deseo”.
En contraposición, subrayó que el Corazón de Cristo “es éxtasis,
es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de
relacionarnos de un modo sano y feliz y de construir en este mundo el reino de
amor y de justicia. Nuestro corazón, unido al de Cristo, es capaz de este
milagro social”.
Después de analizar la cuestión sobre Iglesia y poder, Mons.
Argüello sostuvo que “la clave de nuestra respuesta al Corazón de Cristo es el
amor al prójimo, al que ofrecemos la fuente de agua fresca”.
En esa misma línea argumentativa, señaló más adelante: “Sólo los
enamorados pueden caminar y enamorar al mundo. Ahí estamos, amigos. Esta es la
hora del amor, esta es la hora de renovar nuestra conciencia de cómo nos ama el
Señor. Esta es la hora de los enamorados”.
10 propuestas con miras al 2033
Compartidas a modo de preámbulo estas consideraciones, que
tenían por objeto homenajear y resumir la encíclica Dilexit nos del Papa Francisco, el Arzobispo de Valladolid expuso un
decálogo de acción con el horizonte puesto en el año 2033.
Precisamente, el primer punto de su
propuesta es “acoger, orar, compartir y anunciar” el contenido de Dilexit nos.
La segunda sugerencia del obispo español es “vincular caridad,
unidad y paz” porque “el amor que brota del corazón de Cristo descifra y lleva
a pleniutud el significado del amor filial y del amor erótico. Es la caridad la
que ha de fundamentar “la comunión y la unidad en la Iglesia y ha de ser
ofrecida al mundo”, incidió el prelado.
La tercera propuesta del Programa 2033 de Mons. Argüello pasa
por “vivir la vida como vocación”, conscientes de que “el amor ha sido
derramado en nuestros corazones” en el Bautismo, de manera plena en la
Confirmación y que es acogido “en la Eucaristía, en el lugar en el que cada
cual ocupa”.
Así, el arzobispo llamó a vivir la vida “como vocación en las
vocaciones” y como expresión de la caridad para que “sea reconocible, visible,
palpable, carnal, concreta” en nuestro mundo.
“Sacar brillo a la Eucaristía del Domingo” constituye el cuarto
llamamiento del prelado de cara al año 2033, para que la celebración dominical
se viva no sólo como un acto devocional o el cumplimiento de uno de los
mandamientos de la Iglesia “si no como la expresión de un pueblo que reconoce
su pila y su altar”, entorno a los que se genera una comunidad —“para que El
Espíritu Santo tenga una esposa”— y que “nos congrega como pueblo y nos
envía a salir a los caminos en comunión misionera”.
En quinto lugar, el Arzobispo de Valladolid propuso que la
vivencia sinodal forme parte de este decálogo, pese a que “ha sido un asunto
que ha generado en la Iglesia algunos puntos de tensión”.
Mons. Argüello expuso cómo en la primera parte de la asamblea
del Sínodo de la Sinodalidad, en octubre de 2023, actuó el entonces Cardenal
Robert Prevost, hoy León XIV, ante la idea de que la sinodalidad es “cómo vamos
a repartir el poder” en la Iglesia.
“Robert Prevost pidió la palabra y
leyó Filipenses 2, 5-11 [Tened entre
vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús]. Y dijo: El sínodo dará
frutos si entramos en esta senda, en la senda del crecimiento hacia abajo, en
la senda de las virtudes de Cristo, que siendo obediente vivió un camino de
bajada en la humildad, la pobreza y el sacrificio”.
La sexta propuesta es “cuidar de la devoción popular”, una
práctica muy relacionada con la acción pastoral de Beato Bernardo de Hoyos,
quien recibió una revelación del Sagrado Corazón de Jesús en Valladolid en
1733.
El prelado animó a cuidar devociones como la hora santa, los
primeros viernes, la celebración del día del Corazón de Jesús, entre
otras.
La “alianza social para la esperanza” es la séptima llamada de
Mons. Argüello para la Iglesia en el cambio hacia el año 2033, centrada de
manera particular en la demografía en favor de la vida, de la natalidad,
del cuidado de la vida en los enfermos, los inmigrantes, etc.
El octavo punto del decálogo se centra en la necesidad de
“insuflar alma a las organizaciones sociales y empresariales promovidas por la
Iglesia o por los católicos personal y asociadamente”.
En este sentido, subrayó: “lo que precisan nuestras
instituciones son hombres y mujeres confesantes” que tengan “el amor del
Corazón de Cristo en su corazón, que confiesen de obra y de palabra, que crean
en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte”.
En penúltimo lugar, el arzobispo español anima a afrontar “el
desafío” relacionado con el Reinado Social de Cristo y la Doctrina Social de la
Iglesia, o lo que es lo mismo “cómo ve la Iglesia hoy su diálogo con un mundo
que reclama su autonomía”.
“Es un asunto que no tenemos resuelto”, reconoció el prelado
quien insistió en que en este campo “estamos como a tientas, a palpas, porque
la propuesta de la Doctrina Social de la Iglesia no sólo es una propuesta de
valores”.
En este sentido, expresó que hay dos ámbitos de acción
relevantes: la antropología y el bien común.
Respecto de la primera, subrayó el desafío que supone “el
posthumanismo y el gran anuncio del que somos depositarios. Así, afirmó que
“podemos dialogar de tú a tú con el transhumanismo, para oponernos al
posthumanismo, para decir: No, ni los bichos ni las máquinas están llamados a
quitar la centralidad del ser humano”.
Sobre el bien común, argumentó que la democracia parlamentaria
“vive momentos de especial crisis”, que el individualismo “ha resquebrajado el
demos y ha dejado al individuo solo frente al Estado, con riesgos poderosos de
totalitarismos” y que estamos llamados a “regenerar el demos y a incorporar al
vida pública una reflexión sobre la potestas y la auctoritas,
para que la convivencia en nuestras sociedades, no solamente sea posible, sino
que haga posible la dignidad y el bien común”.
Como colofón a este decálogo, Mons. Luis Argüello propone en
décimo lugar “caminar hacia la renovación de la consagración del mundo al
Corazón de Jesús”, comenzando por la consagración personal, familiar y comunitaria.
Así, instó a que esto se realice “en un horizonte en el que
creemos una conciencia eclesial que pueda ser presentada al Santo Padre, para
pedirle la consagración del mundo al corazón de Cristo en el año 2033”
“Esta es la hora del amor. Acojamos el amor de su corazón,
devolvamos amor por amor, para enamorar al mundo”, concluyó.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI