A pesar de las connotaciones peyorativas con que a veces se tacha al Magisterio eclesial de «dogmático», en realidad, lejos de ser una imposición, los dogmas garantizan la fidelidad doctrinal y fortalecen la fe cristiana
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«Proclamación dogma de la Inmaculada Concepción», Francisco Podesti |
La RAE sugiere,
como sinónimos del término «dogmático», otros como «inflexible»,
«intransigente» e «intolerante». Y no es extraño, porque en realidad ese suele
ser el uso común y la intención más frecuente al pensar en un dogma: una suerte
de afirmación inamovible, que limita el diálogo y es contraria
a la libertad de espíritu. Sin embargo, la realidad de los dogmas expresados
por la Iglesia católica es radicalmente contraria.
Para la
doctrina eclesial, un dogma de fe es una verdad contenida en la
Revelación divina, solemnemente definida por la Iglesia y de
obligado asentimiento para los fieles que quieran vivir en la verdad.
No se trata, por tanto, de una simple opinión teológica, ni de una
interpretación subjetiva, sino de una verdad inmutable que, de
algún modo, expresa con certeza quién es Dios y cuál es su plan de salvación.
Porque, como
señala uno de los primeros puntos del Catecismo, «el Magisterio de la Iglesia
ejerce plenamente la autoridad que ha recibido de Cristo cuando define dogmas,
es decir, cuando propone, de manera obligatoria, verdades
contenidas en la revelación divina».
Así, lejos de
ser una imposición arbitraria, los dogmas son garantías de autenticidad,
pues preservan la fe cristiana de errores y distorsiones. Ya en el siglo
V, san Vicente de Lerins advertía que la doctrina católica
debe mantenerse «siempre, en todas partes y por todos» (Commonitorium,
2), para asegurar así la continuidad y fidelidad del mensaje de Cristo.
Cuántos son
los dogmas de fe
A lo largo de
dos mil años, la Iglesia católica sólo ha definido solemnemente 44
dogmas de fe, que pueden agruparse en 9 categorías: sobre Dios,
sobre Jesucristo, sobre el Espíritu Santo, sobre la Virgen María, sobre la
Creación y el Pecado, sobre la Gracia y la Salvación, sobre la Iglesia, los
Sacramentos, y la Vida eterna y el Fin del mundo.
Una suerte
de esqueleto que sostiene la fe de todos los bautizados, en
cualquier momento de la Historia, y no sólo para que compartan una misma fe
–como si fuera el reglamento de un partido político– sino para que puedan
conocer la verdad de la acción de Dios en la historia humana.
Dogmas, fe y
razón
Porque, para el
catolicismo, los dogmas, lejos de limitar la razón, la iluminan. San
Juan Pablo II afirmaba en su encíclica Fides et Ratio que
la fe y la razón son «las dos alas con las cuales el espíritu
humano se eleva hacia la contemplación de la verdad», subrayando que los dogmas
no oprimen, sino que orientan la vida hacia una auténtica
libertad.
Así, en tiempos
de confusión doctrinal, los dogmas no son cadenas, sino anclas que aseguran la
coherencia de la fe, como una herencia que Cristo confió a su Iglesia para
guiar a los creyentes en el camino de la verdad.
José Antonio Méndez
Fuente: El Debate