Cuarta Meditación de los Ejercicios Espirituales predicados a la Curia Romana, de la cual les proponemos la síntesis
![]() |
Vatican News |
El Predicador
de la Casa Pontificia, padre Roberto Pasolini, subraya que, “Dios no espera
nuestra muerte para darnos la vida eterna, sino que la ofrece ya en el
presente, si acogemos su Espíritu”.
La Biblia
describe la historia humana como una tensión entre la promesa de la vida eterna
y la realidad de la muerte. Israel, con su fidelidad e infidelidad, encarna
esta lucha, permaneciendo en perpetua búsqueda de la tierra prometida. San
Pablo habla del hombre como de un moribundo que vive (2 Cor 6,9), expresando la
paradoja de la existencia.
Entre los
profetas, Ezequiel describe esta condición en la visión del valle de los huesos
secos (Ez 37): Israel aparece como un cementerio al aire libre, privado de vida
y de esperanza. Dios ordena al profeta que hable a los huesos, los cuales se
juntan y se revisten de carne, pero permanecen sin vida hasta que su Espíritu
sopla sobre ellos.
Esta visión no
se refiere sólo al regreso del exilio, sino que refleja la condición humana: a
menudo existimos sin vivir realmente. Los huesos secos simbolizan la “primera
muerte”, la interna, que se manifiesta en miedo, apatía y pérdida de esperanza.
Esto es lo que les pasó a Adán y Eva después del pecado: su cuerpo estaba vivo,
pero separado de Dios.
Sólo el
Espíritu de Dios puede restaurar la vida auténtica. Sin embargo, existe también
una “segunda muerte”, a menudo entendida como la condenación eterna, pero que
también puede verse como la muerte biológica. Aquellos que ya han superado la
primera muerte – es decir, el miedo, el egoísmo y la ilusión de control –
afrontan la segunda sin terror. Lo expresa San Francisco de Asís en el Cántico
del Hermano Sol, alabando a quienes acogen la muerte en Dios.
El Apocalipsis
afirma que «el que venza no sufrirá daño de la muerte segunda» (Ap 2,11): quien
vive en la fe y en la esperanza puede atravesarla sin ser aplastado por ella.
La visión de Ezequiel nos enseña que la resurrección comienza ahora: Dios no
espera nuestra muerte para darnos la vida eterna, sino que la ofrece ya en el
presente, si acogemos su Espíritu. La verdadera pregunta es: ¿queremos
permanecer como huesos secos o dejarnos reanimar por la vida verdadera?
Fuente: Vatican News