«La batalla frontal entre Dios y la serpiente se juega en la mujer», asegura la teóloga
![]() |
youtube |
La Sierva de
Dios Carmen Hernández,
coiniciadora del Camino Neocatecumenal, solía decir estas
palabras:
"¿Y por
qué siempre la serpiente, que es el símbolo rastrero del mal, va a atacar a la
mujer? Lo vemos desde la primera página del Génesis. ¿Y por qué? Porque la
mujer tiene una cosa que la hace grande, grande y creativa como si
fuera una imagen inmensa del poder de Dios, que es la matriz. ¡La fábrica
de la vida! Y entonces la muerte buscará siempre dar muerte a la mujer. Para
estropear el plan tendrá siempre que entrar a la lucha con la mujer".
Carmen añadía
que "el demonio, revistiéndose siempre de feminismo, y de maravilla, y
de inteligencia y de poder, ataca y engaña a la mujer". Destacaba
principalmente el aborto, pero también el querer borrar las diferencias entre
hombre y mujer, obviando la capacidad de ser madre que tiene la mujer.
Otra Carmen, en
este caso Álvarez, doctora en Teología Dogmática, acaba de ofrecer una
interesante entrevista sobre el papel teológico de la mujer en la
Iglesia y en el mundo, a Isabel Molina en Revista Misión, la publicación mensual y gratuita más
leída por las familias españolas.
"Estamos
en una crisis de fe. La cultura niega a Dios, y siempre que se niega a Dios, se
niega también al hombre, creado por Dios como varón y mujer. Un camino
para salir de esta crisis antropológica es recuperar la unidad entre el varón y
la mujer. Y en esa unidad, hay que dar prioridad a recuperar el sentido de
la feminidad y el significado de la maternidad. Hoy el camino del hombre (varón
y mujer) hacia sí mismo pasa por que la mujer se encuentre a sí misma",
comienza diciendo, sobre la crisis de identidad que vive la sociedad como
"signo de los tiempos".
"En esta
crisis antropológica es vital que la mujer recupere el significado de
su feminidad y la centralidad de la maternidad en su vida. Si ella
está centrada, todo a su alrededor se centra", añade la doctora.
Una
feminidad diluida
Un problema, el
que la mujer ya no sepa quién es, que tiene muchos factores:
"La mujer
ha perdido su norte influída por las ideologías antihumanistas que pululan,
especialmente los feminismos, que han exacerbado el significado de la feminidad
y el papel de la mujer, y han acabado diluyéndolo porque han explicado la
feminidad al margen de la masculinidad. Aislar a la mujer, lo femenino, la
maternidad, de lo masculino es un error de base. Julián Marías ponía un ejemplo
muy claro, el de las dos manos. Decía que la mano derecha se dice derecha con
relación a la izquierda. Si sólo tuviéramos una mano, no sería ni izquierda ni
derecha, sería 'la mano'. Así, si intentamos redefinir lo femenino al
margen de lo masculino, ya no es femenino, es una cosa distinta. La mujer
se debe reencontrar a sí misma por el camino de la comunión con el varón,
porque eso ayudará también al varón a reencontrarse a sí mismo".
Carmen
Álvarez empezó explicando las catequesis sobre la Teología del Cuerpo
de Juan Pablo hace más de 20 años, y el propio Juan Pablo II le llevó hasta
este tema clave. "Cuando doy cursos, muchas mujeres me dicen: '¿Cuál es
el sentido de mi maternidad? ¡Ayúdame a encontrarlo!'. Tienen un marido que
las quiere, unos hijos… pero están insatisfechas. No le encuentran sentido a su
maternidad", relata.
El propio Juan
Pablo II habló sobre el lugar social de la mujer, asegura Carmen, "y no
sólo en la Mulieris Dignitatem, tiene más de 600 documentos sobre
la mujer, la maternidad, la feminidad… Desde luego, no daba recetas, pero decía
dos cosas. Primero, que la mujer está llamada a aportar a la cultura
eso que ella tiene de específico: la feminidad, la maternidad. Esa es su
riqueza propia. Porque, decía él, también en el ámbito civil, social,
económico… ella está llamada a enriquecer de humanidad la cultura".
Pero –decía el
Papa– "si ese aporte supone para ella renunciar a lo más específico y
grandioso que tiene, su maternidad, entendida también en sentido
espiritual, debería replantearse sus obligaciones laborales. No puede
renunciar a lo específicamente suyo. Al final es una opción personal y de
cada matrimonio, pero la mujer tiene que realizar aquello que la hace más
mujer. La misión de la mujer no está en ocupar un despacho, es algo mucho más
de fondo. Ella es educadora del hombre en cualquiera de los ámbitos en los que
se desarrolla su vida".
Carmen Álvarez
Alonso es autora de Teología del cuerpo y Eucaristía (Mater Dei,
Madrid 2017) y Semántica del cuerpo y de la diferencia sexual (Mater
Dei, Madrid 2017), entre otras obras.
Carmen defiende
que la mujer tiene un papel central en el plan salvífico de Dios. "La
mujer tiene un papel central en la historia de la salvación. A poco que
conozcas esta historia descubres que la mujer ocupa los momentos
fundamentales del plan de Dios. Ella es la obra -cumbre de la creación en
el Génesis. En la -plenitud de los tiempos, dice san Pablo, Dios nace de una
mujer. María hace posible la encarnación del Verbo. Y el Apocalipsis habla de
'la mujer vestida de sol'. Hay una línea femenina, 'la Mujer con mayúscula',
que decía Ratzinger, en la historia de la salvación que es complementaria y
-necesaria para esa otra línea masculina que tiene su centro en Cristo".
La gran batalla
que se libra es por el sí del hombre a Dios. "Para entenderlo tenemos que
remontarnos a Génesis 3,15. Cuando el hombre acaba de pecar –imaginemos la
escena–, están la serpiente, el varón y la mujer delante de Dios, y Él se
dirige a cada uno: a la serpiente la maldice. 'Maldita tú. Te arrastrarás y
comerás del polvo toda tu vida'. Esa maldición, que consiste en alimentarse de
la muerte, del engaño, es su castigo. Al varón le pregunta: '¿Qué has
hecho?'. Su respuesta es determinante para el resto de la -historia de
la salvación porque él echa la culpa a la mujer: 'La mujer que Tú me
diste por compañera –culpa también a Dios– me sedujo y comí'".
La mujer y
la gran batalla
"El varón
arrastra siempre esta carencia de no asumir su pecado. Luego, Dios se acerca a
la mujer: '¿Qué has hecho?', le pregunta. A diferencia del varón, ella
sí asume su culpa: 'La serpiente me sedujo y comí'. Una vez que ella
reconoce su pecado vienen esas palabras grandiosas que Dios regala a la mujer:
'Pondré enemistad entre ti –le dice a Eva– y la serpiente, entre tu linaje y el
suyo'. Le confía la misión más grande que puede confiar a una criatura humana.
La pone en primera línea de batalla contra el mal", añade Carmen.
La mujer, de
hecho, deberá enfrentarse "cuerpo a cuerpo" a la serpiente:
"'Enemistad'
aquí significa un combate cuerpo a cuerpo, como en las antiguas peleas de
gladiadores. Es un combate frontal, en primera línea de batalla, entre
la mujer y el demonio. Y entre la descendencia de la mujer y la de la
serpiente. Están en juego dos maternidades: la de la serpiente, que da a luz
hijos muertos, que se alimentan del odio, de la negación de Dios, y la que Dios
entrega y promete a la mujer, llamada a dar hijos a la verdadera Vida, a la
vida de Dios. Hay entre la mujer y la serpiente –aún hoy, porque la historia de
la salvación continúa– una lucha cuerpo a cuerpo".
Ayudar a la
mujer a redescubrir su maternidad podría ser, por tanto, una forma de
evangelizar:
"Cuando
Cristo entra en la historia a través de la maternidad de María está cumpliendo
lo que prometió a la mujer en el Génesis: redimir la maternidad y hacer de ella
un camino para vencer la batalla contra la 'maternidad' de la serpiente. Y
cuando la mujer, toda mujer, en cualquier época de la historia, descubre este
significado -misterioso de la maternidad siente una llamada especial a luchar a
favor de la vida. Lo que está en juego es la batalla del hombre a favor
de Dios o a favor de la serpiente. Es urgente ayudar a la mujer a
descubrirse a sí misma desde este significado teológico profundo: su misión en
la historia de la salvación".
Sobre si la
salvación de cada hombre dependiera más de la mujer, Carmen se opone.
"Depende de los dos. Tanto lo femenino como lo masculino son necesarios
para una educación integral de los hijos. Los dos tienen que luchar
para que la lógica de la serpiente no se instaure en sus hijos, en su
matrimonio ni en ellos mismos. El varón está llamado a ayudar a la mujer a
vivir su maternidad, y la mujer tiene que estar en primera línea de batalla
ayudando a Cristo a vencer a Satanás. Pero en esa misión de los dos, la mujer
va por delante, siempre en comunión con el varón".
Para Carmen, la
mujer tiene un papel central en la historia de la salvación: "La mujer de
Génesis 3,15 representa en primer lugar a María. Esto viene de la tradición, de
los santos padres, especialmente de san Ireneo. María es la Nueva Eva. Otra interpretación
es decir que María es figura de la Iglesia. Su descendencia son los cristianos,
los hijos que la Iglesia da a luz a través del bautismo. Hay una lucha frontal
entre los cristianos (la Iglesia) y la serpiente. Pero san Juan Pablo ii
insinúa que Génesis 3,15 no tiene sólo este sentido simbólico, sino también un
sentido literal. Después del pecado original, Dios interpela al varón y a la
mujer de todas las épocas. Y la mujer a la cual Dios confía esa gran misión
somos también tú y yo, toda mujer. Desde el origen Dios nos estaba llamando a
participar en el plan de la salvación de una manera más directa que al varón:
en primera línea de batalla. Por eso, lo más grande que puede hacer la
mujer es realizar lo que Dios ha dicho sobre ella en el Génesis".
Sin la misión
del hombre no tendría sentido. "Tanto la maternidad como la paternidad
tienen una misión profética por sí solas, una misión grandiosa. El varón está
llamado a cuidar la maternidad de la mujer, a ayudarla a llegar a su plenitud,
a custodiar el don de la vida. Cuando lo hace, las personas entienden cómo es
Dios. Esto no significa considerar al varón de manera inferior, sino
entender que la mujer está unida cuerpo a cuerpo desde la gestación con la vida
que lleva dentro, y llamada de forma mucho más explícita a luchar contra la
serpiente para que el hombre diga sí a Dios. Pero eso la mujer no lo puede
hacer sin el varón".
En este punto,
Carmen hace un llamado. "El nivel más alto y profundo de la maternidad es
el nivel espiritual, la vida sobrenatural en el hijo. Tenemos la misión
urgente de reevangelizar la maternidad y la paternidad. Y lo más grande que
podemos entregar a nuestro hijo es una maternidad y paternidad que se muevan al
nivel de la plenitud de la caridad, es decir, de la santidad, de la perfección
en el amor. Cuando se vive el amor en plenitud, ese amor revierte en un beneficio
psicológico, afectivo, espiritual, humano, etc., de los hijos y de la
sociedad".
"Cuando la
sociedad ve cómo la mujer vive su maternidad, hasta qué punto es capaz
de entregarse, entienden cómo ama Dios. Si dejo a Dios hablar a través de
mi maternidad, me convierto en profeta. Por eso, la cultura actual quiere
destruir el sentido de la maternidad, porque es una manera de anunciar el
Evangelio en un lenguaje que todo el mundo entiende".
Y destapa la
gran trampa de nuestro tiempo. "La mentalidad actual está inspirada por la
lógica de la serpiente. El aborto no sólo es negar al hombre, sino
también negar a Dios. Es un ataque diabólico, porque es rechazar aquello
que Dios le ha confiado a la mujer de una manera especial. Por eso los nuevos
Herodes quieren borrar la maternidad del corazón de la mujer, ponerla en la
lógica de la serpiente. La batalla por la mujer es mucho más que un signo de
los tiempos. La batalla cuerpo a cuerpo entre Dios y la serpiente se juega en
la mujer".
Fuente: ReligiónenLibertad